De más está decir que no me lo esperaba. Uno no va por la vida precisamente esperando que le arranquen el corazón sin pedir permiso. De más está decir que hace unas semanas estaba segura que enamorarse era lo más lindo que te podía pasar. De más está decir que me arrepiento de haber dicho eso.
Esto que me pasa es absolutamente más fuerte que yo, algo que creía tener controlado se me fue totalmente de las manos, me ganó. Pero mi principal problema es que cuando el amor llama a mi puerta, o mejor dicho, me la abre con cara de orto como si estuviera harto de que le toque el timbre, el desastre aparece. Esta vez tengo que ganarle la batalla al desastre, a la crisis, porque vengo con varias derrotas a cuestas. Estábamos lo suficientemente cerca como para empezar una guerra, es como si todo lo que solía tener estuviera en el piso ahora, nadie sabe por qué estamos peleando, pero de todo lo que yo digo, siempre tenés algo más para decir. Es como si no te cansaras de doblar la apuesta, como si no pudieras aceptar que no siempre tenés razón. No puedo soportar que cambies así, no puedo bancarme que se te ocurra desaparecer, que se te ocurra dudar, que te parezca bien dejarme de lado. No puedo dejar que me manejes como a un muñeco, no puedo dejar que me ganes. Y me siento horrible. Porque no puedo lograr ninguna de esas cosas. Porque me quema cada vez que pienso en vos, porque no puedo soportar tenerte lejos. Porque siento que me achico (todavía más) cuando pienso que puedo perderte, porque no sé qué hacer para captar tu atención, para que me quieras. Porque te dedico mentalmente cada canción que ensayo, porque te tengo hasta en los sueños y también cuando sueño despierta. Porque me robaste el corazón y te rehusás a devolverlo. Y con todo esto tengo que aguantarme las ganas de gritar, las de llorar, las de explotar por no entender lo que me pasa. Y me siento tan triste, tan sola, tan enamorada, que es más fuerte que yo.
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