lunes, 8 de agosto de 2011
Heridas.
Somos tan paranoicos, tan asustadizos que estamos acostumbrados a buscar enfermedades por doquier. A veces, el problema se detecta fácilmente. Casi todo el tiempo, tenemos que ir paso a paso. Muchas veces, no sabemos qué le pasa a alguien con sólo mirarlo. Después de todo, puede verse muy bien por fuera mientras su interior dice otra cosa totalmente diferente. Es fácil sugerir una solución rápida cuando no sabés mucho del problema, cuando no conocés el motivo escencial, o sólo cómo de profunda es la herida, realmente. El primer paso a la cura de verdad es saber exactamente qué enfermedad hizo la herida en primer lugar, pero eso no es lo que la gente quiere escuchar. Enfermedades, amores no correspondidos, traiciones, abandonos. Todas heridas distintas en motivo pero iguales en dolor. No todas las heridas son superficiales. Casi todas las heridas son más profundas de lo que imaginamos. No podés verlas a simple vista. Te duelen pero podés vivir con ello. Te acostumbrás, te resignás a que el dolor sea una parte activa de tu vida, cuando obviamente no tendría que ser así. Y después están también las heridas que nos toman por sorpresa. Esas que no vemos venir, pero que de un momento a otro nos damos cuenta que son parte de nuestra vida. El truco con cualquier herida o enfermedad consiste en cavar y buscar la causa de la herida. Usualmente es difícil, nos encontramos con muchas cosas que creen ser las causantes, pero no son más que problemas superficiales. Pero después de mucho buscar, cuando la encuentres, lo importante es que intentes curarla por todos los medios. Para curar una herida, pero que sea una cura verdadera y no sea solamente un parche mal cosido, tenemos que olvidar el pasado que tenemos presente, ignorar las complicaciones del futuro que pudieran surgir, e ir a por la cura rápida, pero duradera. Como amigos, como seres humanos, intentamos hacer todo lo mejor que podemos. Nos esforzamos no sólo por nuestras heridas, sino también por las de quienes nos rodean. Pero el mundo está lleno de giros y vueltas no esperados. Las cosas se salen de las manos. Y justo cuando crees que tenés un hueco en la tierra, el terreno por donde pisas se desplaza y te tira por el aire. Y no entendés si está bien preocuparte por un tiempo sólo por vos mismo y dejar atrás todo eso que te pusiste en la espalda y que llena la mochila pesada que llevás. Con tu vida, la de tu familia, la de tus amigos. Y todos los problemas que vienen con ellas. Y con las heridas que acompañan a los problemas. Si tenés suerte, terminás con un poco menos que una herida. Algo que una curita podrá cubrir. Algo que no va a dejar una marca, que es sólo temporal. Pero algunas heridas son más profundas de lo que parecen al principio, como ya dije, requieren más que una cura rápida. Tenemos que encontrar la solución que va a hacer que dejemos todo eso que nos atormenta, que nos hace mal, en un pasado totalmente pisado. A veces se puede, y otras simplemente... no. Con algunas heridas tenés que arrancar la curita. Dejarles un respiro y darles tiempo para curarse.
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