Todos los días me levanto y me esfuerzo por hacer las cosas bien. No es fácil tener que reprimir algunos deseos, algunos instintos. Pero muchas veces, el dejarnos llevar por ellos, nos termina arruinando de alguna manera. Yo intento, pero no aguanto más, no puedo resistir más. Es una tortura vivir así, reprimiendo lo que de verdad quisiera hacer, con voces superpuestas en la cabeza que me dicen que tengo que ir para direcciones distintas.
"Gritá, imponete, hacete oír. Mostrale a esa parte oscura quien manda, a veces hay que hacer un poco de lío. Gritá, gritá." No paran de decirme eso. No paran de explicarme que me estoy equivocando por no decir todo lo que tengo adentro.
Nadie puede callar a nuestro yo verdadero. Eso es una realidad. Por más que intenten silenciarlo, por más tímido que sea, siempre está ahí. Presente, empujando para salir, para hacerse escuchar. La mejor parte de uno también es la más débil, la más calladita, entonces hay que ayudarla, hay que resistir. Hay que hacer la fuerza necesaria para ayudarla a resistir. Lo mejor de nosotros es nuestra parte sensible, y de tan sensible, a veces se queda muda ante el dolor, por eso hay que gritar. Porque si no gritamos, si no lo expulsamos, ese dolor nos puede terminar matando.
"Gritá, hoy, ahora, ya. Mañana puede que sea demasiado tarde. ¡GRITÁ QUIÉN SOS, GRITÁ CARAJO, GRITÁ!"
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