Un sábado anormal.

Abrí mis ojos escuchando "Close your eyes and I'll kiss you, tomorrow I'll miss you...", producto de un mensaje de texto que leí por encima y volví a dormir. Aproximadamente después, tipo 10 de la mañana desperté definitivamente, al ritmo de "Falling in love", y me quería matar. Reuní todas las fuerzas de mi cuerpo y me levanté, puteando como siempre. Me sobraba el tiempo, pero necesitaba un rato para mentalizarme para la odisea que iba a vivir para poder llegar a mi destino. Por supuesto, nada fue tan terrible como lo esperaba, salí más temprano, el colectivo llegó rapidísimo y por supuesto, yo también. Me puse a mirar el partido anterior, porque a mi jugadora de hockey favorita todavía no le tocaba. Me vino bien, ya que pude familiarizarme un poco más con este deporte, que había jugado unas tres o cuatro veces en mi vida y que por supuesto, no me acordaba nada. Saqué fotos, alenté, "CEBOLLITAS SUBCAMPEÓN" felicidad, espuma "GUILLE, DAME UN ABRAZOOOOO", bueno, me manché las manos pero era espuma, así que se secó. Ni flash podría haberse bañado y cambiado a la velocidad y en el tiempo que Cami lo hizo, 15:10 p.m. estábamos en el vestuario, 15:30 p.m. estábamos subiendo al auto. Primera parada, Expo Pio, segunda parada, teatro-cortos. ¿Situaciones incómodas? ¡Varias! ¿Diversión? ¡Toda! Me fui con la promesa de comunicar la posible salida, pero el cansancio ganó a cualquier intención de salir y, me fui a dormir más temprano de lo esperado. Fue un sábado raro, como pocos, una mezcla de actividades que no había tenido nunca, pero fue por demás uno de los mejores. La compañía fue excelente, de más está decirlo. Cuesta decir, expresar, contar, graficar, lo mucho que se hace querer la ídola del hockey. Con esa extrema humildad y esa sonrisa que podría matarte de un paro cardíaco. No se puede dejar de agradecer nunca a esta chica con cabellos del color del sol, por lo que fue, por lo que es y por lo que va a ser.