sábado, 2 de julio de 2011
Secretos.
Los secretos pueden ser clasificados en grandes grupos. Los secretos de otro, los propios, los que son importantes, los que son medio boludos, los que de verdad se guardan, los que se convierten en un "no le digas a nadie" y después lo saben veinte y así. Tener secretos puede ser complicado, aunque en realidad, lo verdaderamente difícil es guardarlos. Muchas veces creemos que si se lo contamos a alguien cercano, alguien en quien realmente confiamos va a evitar que se siga expandiendo, pero no. Porque no es fácil, porque la tentación que te produce estar informado muchas veces va más allá de la fidelidad que puedas tener con quien te lo contó. A veces, cuando nos pasa algo, tenemos la necesidad de contárselo a alguien, pero los secretos tienden a avergonzarnos, a darnos miedo la posibilidad de contarlos y de que todo el mundo sepa lo que somos o lo que sentimos en realidad. El problema con los secretos es que, al igual que a la miseria, les encanta la compañía. Se siguen apilando y apilando hasta que controlan todo. Hasta que no te queda lugar para nada más. Hasta que estás tan lleno de secretos, que sentís que vas a explotar. Porque un secreto lleva a otro, y después, como ya te habías guardado algo, no podías contar lo otro. Porque es difícil salir de esas situaciones, se apilan como las mentiras, como el dolor, como la angustia. Y se transforman. Porque claro, guardarlos tampoco es gratis. Produce una sensación de dolor increíble, una pelota atravesada en la garganta que nos impide respirar, que nos hace sentir mal. Lo que la gente olvida, es cuán bien te podés sentir al liberar tus secretos. Sean buenos o malos, al menos están expuestos... te guste o no. Los dejamos, los soltamos, entonces dejan de ser un problema. Una vez que tus secretos están expuestos, ya no necesitás seguir ocultándolos. Tenemos una tendencia a creer que controlamos todo, que podemos moldear, recortar, pintar, cambiar a nuestro gusto. Creemos que podemos con todo, que somos invencibles. Estamos seguros de nuestra capacidad de autocontrol, creemos que nos llevamos el mundo por delante cuando tenemos un secreto que creemos controlado. El problema con los secretos es que aunque pienses que están bajo tu control, no lo están.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario