martes, 26 de julio de 2011
Venganza.
Ok, bueno, a veces, incluso los mejores toman decisiones precipitadas, malas decisiones, decisiones de las que sabemos bien que nos vamos a arrepentir al momento, al minuto, especialmente a la mañana siguiente. O sea, capaz no arrepentirse arrepentirse. Nos molestamos en pensarlo. Pero aún así, algo dentro de nosotros decide hacer una locura, algo que sabemos que probablemente se dará vuelta y nos pateará por atrás. Muchas veces intentamos vengarnos de nosotros mismos, queremos perder el control, dejar todo atrás. Somos impulsivos, somos estúpidos. Y es raro intentar descubrir por qué empezamos ésta cruzada en contra nuestra. Digamos, es difícil aceptar cuando nos equivocamos, cuando por creer que sabemos, que podemos con todo, hagamos lo que hagamos va a estar bien. Y, diría, el 80% de las veces, estamos equivocados. ¿Por qué? Muy fácil, porque no pensamos con claridad. Porque nos creemos los reyes de la tierra. Entonces viene lo malo, cuando la resignación se mezcla con el enojo, cuando queremos venganza. Queremos agarrarnos con el primero que se nos cruce con tal de olvidarnos un poco lo mal que hicimos. El daño que pudimos generar, lo mucho que la cagamos. Pero estamos diseñados así, hechos para equivocarnos, para hablar de más, para nunca encontrar el momento en el que nuestra boca estaría mejor cerrada. Y entonces, al final del día, lo único que nos queda es arrepentirnos. Intentar disculparnos. Pero claro, aparte de nosotros, los equivocados, están aquellos que sufrieron por culpa nuestra. Esos que quieren saltarnos directamente al cuello y arrancarnos un pedazo. Devolvernos algo de lo que les hicimos. Quieren que suframos, aunque los que verdaderamente sufren son ellos, lamentablemente. Entonces llega el momento en el que se dan cuenta que no tiene solución y dejan de intentar, se dan por vencidos. Y nosotros prometemos, miramos al cielo y juramos no volver a equivocarnos. Porque a nadie le gusta ver a otro mal por culpa suya. Pero al final, de todos modos, lo hacemos. Y nos terminamos sintiendo mal de nuevo, la culpa, la desesperación por haber repetido el error. Lo que digo es que se cosecha lo que se siembra. Lo que va, vuelve. Es el karma, y aunque lo cortes, el karma apesta. Como decía, la venganza es una puta.
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