jueves, 1 de diciembre de 2011
Cuando se acaben las palabras.
¿Qué pasará cuando ya no queden palabras? Cuando ya nadie sepa cómo expresarse. Cuando ya se haya dicho todo. Cuando hablar ya no tenga ningún sentido. Cuando absolutamente todos empiecen a sentir que no hay propósito por el cual liberarse de ciertas presiones. Porque hablar aligera el peso que llevamos. Hablar hace que podamos compartir todo eso que nos tiene mal, o aquello que nos hace realmente felices. Tendemos a necesitar esto. Escuchar, ser escuchados. Los amigos, los amigos son el pilar más importante para muchos de nosotros. Los amigos, esa familia que elegimos, que deseamos estén con nosotros para siempre, son nuestra fuente de energía. Y las palabras, las hermosas palabras, lo que nos comunica con ellos. Si se acabaran las palabras... ¿Cómo haríamos para entendernos? No se me ocurre cómo seríamos capaces de seguir en esta tierra. Pisando un suelo carente de imaginación, carente de sentido y de comunicación. Y cuando las palabras se acaben, cuando ya no quede aliento, cuando la respiración ya no pueda ser escuchada, nada va a quedar de nosotros. Todo lo que solíamos ser se reducirá a la verdadera nada. Y no sé si lo vamos a extrañar, si tomaremos conciencia de todo lo que nos estaremos perdiendo. No sé si llegaremos a entender algún día que las palabras no son sólo sonidos que salen de nuestras bocas. Si podremos apreciar que a veces una palabra vale más que un millón de imágenes. Si amaremos hasta el cansancio este don que sacamos de algún lado. Si podremos entender que las palabras pueden expresar absolutamente todo si se las elige bien. Porque cuando no queden más palabras, cuando se acabe la voz, cuando dejemos de escuchar, no habrá posibilidad de dar vuelta atrás. No podremos arrepentirnos. Cuando se acaben las palabras, se irá con ellas todo lo que somos. Todo lo que representamos.
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