Ayer fue un día atípico. Estoy empezando a sentir que todos mis días son atípicos. Me empiezo a cansar y me pesa la rutina, la rutina de no tener mucho que hacer. Y cuando tengo mucho tiempo libre como para mirar al horizonte y entretenerme con algún pajarito que vuela a lo lejos, algún balcón con una señora que cuelga la ropa, o mismo un transeúnte que pasea por la calle, me pasa justamente eso, divago.
Después de una hermosa velada con un grupo de inadaptados que me hace inmensamente feliz, incluso cuando intentan hacerme sacar canas verdes, volvía a casa con mi querida amiga Ani y nuestra conversación me dejó algunas ideas que quisiera compartir a continuación:
Si a uno le toca la desgracia de padecer una enfermedad que lo priva de estar conectado con el presente a cada momento, si por algún motivo, los recuerdos parecen desaparecer... ¿Es realmente así? Creer que los recuerdos se esfuman es algo muy pobre, muy triste. Yo creo que hay algo mucho más profundo detrás. Yo creo que lo que hace la mente es atarse a un momento en particular, teniendo en cuenta el factor de la enfermedad, que facilita y empuja este proceso. Pero a lo que me refiero es a que, no se trata sólo de olvidar, se trata también de recordar selectivamente. Es desgarrador pensar en lo que debe sentir la familia de la persona que empieza ese proceso. Un proceso en el que el cerebro se va apagando poco a poco. En el que la persona, decide bajar los interruptores, desenchufar las lámparas, hasta quedar totalmente sumida en su propio mundo. Y así, seguir el tiempo que pueda hasta terminar de apagarse para siempre. Y esta desconexión progresiva yo la veo como una válvula de escape, como una forma de abstraerse de todo aquello que no se quiere recordar, que no se quiere ver. Y acompañando esto, la gran pregunta sobre la esencia de dicha persona. ¿Se perderá la esencia junto con los recuerdos? Yo creo que no. Pienso que, aunque la memoria sea arrebatada, aunque los recuerdos no puedan ser consultados, incluso si los allegados son imposibles de recordar, la esencia está siempre escondida. Porque la esencia no tiene que ver con lo que se pueda recordar, la esencia es como el alma, algo que existe pero que no se puede tocar y tampoco se puede ver. Uno no deja de ser uno aunque sea incapaz de atesorar los momentos más felices. Porque lo que llevamos adentro, eso que define quiénes somos, nos acompaña para siempre, no importa qué pase, qué intente detenerlo. Y con detenerlo me refiero a dejarlo atrás.
Y espero estar en lo correcto, porque perderse a uno, es lo peor que puede pasar. Hay veces en las que olvidamos eso que somos, cuando estamos ocupados, cuando nos dejamos llevar por todo aquello que nos rodea. Pero lo que somos, lo que de verdad nos define, siempre vuelve. Vuelve sin importar lo demás, vuelve y se hace notar. Vuelve abriéndose paso ante todo. Y de nuevo, aunque sea en algunos pocos momentos de lucidez, vuelve.
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