jueves, 3 de mayo de 2012
Un año después.
Es difícil de creer lo rápido que pasaron los días. Si me pongo a pensar, siento que fue ayer que me enteré que nos habías dejado para siempre. Cuando sentada en ese aula me llegaba una de las peores noticias de mi vida y con ella, la tormenta de lágrimas, la angustia y la bronca. Y todos los pensamientos que acompañaron a mis sensaciones. No podía hacer nada, pero lo más fuerte, lo que más me molestaba, era el hecho de no haberme podido despedir. Todo producto de un teléfono descompuesto, de informaciones mal dadas y de una esperanza válida mezclada con ilusiones. Y eso es algo que realmente, no creo llegar a poder perdonarme nunca. Creí que mi mundo se destrozaba. Que todo lo que era se dinamitaba para siempre. Y lloré, grité, pateé, hasta que no me quedaron fuerzas. Hasta que no me pude mover más. Traté de seguir con mi día hasta que se hiciera la hora para ir a verte. Junté todas mis fuerzas y de la mano de mi amiga, nuestra amiga y el poder de todos los recuerdos que me transportaban a momentos maravillosos compartidos con vos, fui. Llegué y necesité compañía para tener el valor de subir. Cuando lo conseguí, entré y te ví. Tan distinto. Tan injustamente cambiado. Pero siempre con esa luz tan tuya. Y en ese momento me di cuenta que todo era verdad. Que no había vuelta atrás. Que cuando me fuera de ahí, no iba a poder ver tu cara nunca más sin citar a mis memorias o sin buscarte en alguna foto. Y fue justo ahí que entendí lo mucho que me iba a costar desprenderme. Cuando llegué a mi casa lloré, volví a destruirme, a necesitarte. Y, no me olvido más, me puse un buzo, abrí las dos puertas del balcón y salí. Tuve uno de los berrinches más fuertes de mi vida. Me tiré al piso porque ya no tenía fuerzas. Y cuando lo hice, de repente una ráfaga de viento terminó con mis sollozos. Lo que automáticamente hizo que yo supiera que siempre iba a poder encontrarte en el viento. Y que cada vez que éste revolviera mi flequillo, paseara por mi cara, iba a poder sentirte conmigo. Y así fue. Eso me dió la fuerza necesaria para levantarme y seguir. Para estar plantada un año después. Ya un poco más crecida, de hecho, teniendo hoy la misma edad que tenías la última vez que te ví, cierro mi capítulo. Nunca, pero ni aunque se me borre la memoria, me voy a olvidar de vos, aunque a veces me desespere no saber si recuerdo tu voz. Cuando no puedo escucharte reír me pongo muy nerviosa, hasta que me concentro y puedo encontrarla guardada en un rincón de mi mente. Siempre te voy a llevar conmigo. Pero hoy dejo de sufrir. Oficialmente te prometo que te voy a guardar siempre en mis risas, pero te juro que no voy a volver a derramar lágrimas desesperadas, que te voy a dejar ir de gira y volver cuando tengas ganas. A tocarme alguna melodía en el piano para que pueda cantar con vos. Siempre vamos a estar unidos. Sos parte de lo que soy. Y de lo que voy a ser siempre. Hoy termino de decir adiós. No te olvido, pero te dejo ir. Volvé de vez en cuando, sólo si ves que necesito que me encaminen de nuevo. Gracias por haber dejado que me tomara más del debido tiempo. Perdoname por haberte hecho esperar tanto, simplemente no podía. Volá y cuando quieras, volvé, total ya sabés el camino.
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