martes, 28 de junio de 2011

Por este amor.

Y nos tocó, tenía que ser, tenía que llegar el día en el que la magia se tenía que esfumar por un rato. Terminamos un torneo finalizando la tabla, llegamos al siguiente con un promedio bastante malo, y no pudimos. Lo único que necesitábamos era estar en la mitad de la tabla, pero no pudimos. Empezamos el torneo soñando con un final de los mejores, primeros en la tabla de posiciones, creyendo que en medio de esa ilusión, hasta podíamos llevarnos el torneo para convertirlo en el número 34. Copamos las tribunas, agotamos las entradas, fuimos a todas las canchas. Hicimos una canción que bien reflejaba todo lo que estábamos haciendo, una canción que transmitía esto que hoy es una realidad, que la cancha de River estuvo llena hasta el final. Siempre se agotaron las entradas antes de llegado el primer minuto, siempre los Borrachos del Tablón y toda la gente estuvieron presentes para alentar, para dejar la voz en cada partido. Pero no se pudo. Perdimos. Fue más fuerte que nosotros y que todas nuestras ganas de permanecer en primera. Un equipo que parecía había dejado el alma en el vestuario, un DT que lo único que hacía era continuar saboteándose e impidiendo los triunfos, un presidente que en lo único que podía pensar era en el orgullo que le tapaba la visión. Se nos fue de las manos. La hinchada no dejó de ir aunque los resultados no eran los deseados, nos estábamos yendo al descenso. Pasaban los partidos, de 10 había que ganar 3 para quedarnos, después quedaban 9, después 8, pero no ganábamos. "Estamos confiados" decían en las conferencias de prensa, pero los resultados dejaban a River con su marcador en 0 y un arco que cada tanto quedaba golpeado por el gol visitante. Porque no había quién defendiera, porque Carrizo no podía hacer todo, porque aún teniendo al mejor arquero del mundo, estando carentes de defensa, era imposible seguir. Sacamos 8 puntos de 24, no pudimos ganar, no pudimos. Fallaba la defensa, los delanteros no metían los goles, de hecho, ni siquiera llegaban al área. Los pésimos, diría deplorables arbitrajes totalmente desfavorables para River sólo complicaban las cosas. Pero fuimos nosotros. Nosotros fuimos atándonos a la bola de demolición y nosotros solos nos tiramos al río. Porque la camiseta les quedó grande. Porque no supieron defender esos colores que todos los demás nos habíamos encargado de defender en nuestras casas, colegios, lugares de trabajo. La banda roja que atravesaba el pecho, la gloriosa banda roja los ahogó. Fue demasiado para ustedes. Fue demasiada la presión de más de 50.000 hinchas en todos los partidos cantando, alentando, exigiendo respeto con esos cantos que por su fuerza y su manera de aturdir te dejaban anonadado mirando a la hinchada, perdiendo el partido importancia por unos segundos. Esa misma gente que ayer lloraba, que no entendía cómo los sueños de tanta gente podían haber sido destrozados en menos de una hora. Esa gente que ayer, mezclada, con sentimientos encontrados entre, bronca, tristeza, desazón, desesperación, tuvo tantas reacciones como número de personas. Estábamos quienes teníamos la mirada perdida y las lágrimas en los ojos, que no podíamos creer lo que estaba pasando en la mitad del campo de juego. Estaban los que no paraban de llorar, gritando, desconsolados. Los que puteaban. Los que les recordaban a los jugadores que les faltaba el alma, la sangre corriendo por las venas. Y estuvieron los que transformaron toda esa ira en destrozos. Lamentablemente una gran parte de los que estaban ahí no tuvo mejor idea que romper todo lo que se encontró a su paso. Bancos, caños, parrillas, baños, vallas, absolutamente todo. Nos peleamos en vez de unirnos, nos gritamos en vez de llorar todos juntos, nos pegamos en vez de abrazarnos y consolarnos entre nosotros. Destruyeron un club que llevaba 110 años siendo una de las mejores instituciones de la Argentina, destruyeron un colegio, un museo, más de una vida de trabajo, destruyeron la fuente de trabajo de muchas personas. Destruyeron todo. Destruyeron 110 años de amor y de pasión. ¿Y todo esto por qué? Porque no se pudo. Porque no supimos salir. Y ahora viene lo más difícil. Esto es mucho más que un descenso, es una prueba para ver qué tan fuertes podemos ser. Porque ahora no hay que dejar que el club se hunda, se quiebre, se pierda. Porque el amor a esa camiseta rojiblanca hermosa no se va a perder, porque la banda la llevo en el pecho, porque los colores corren por mi sangre, porque es algo con lo que nací y que no puedo ni quiero cambiar. Prometimos alentar a River en las malas MUCHO MÁS que en las buenas, lo prometimos y yo, por lo menos, lo pienso cumplir. Porque para mi nada cambió, sólo los equipos con los que hay que jugar. Porque la pasión no entiende de divisiones, porque el amor que siento por River Plate va más allá de la caterogría en la que juguemos. Porque vamos a volver, y fortalecidos, porque eso hacen los grandes. Por este amor, se me pone la piel de gallina cada vez que veo mi camiseta, cada vez que escucho el nombre de mi club en la tele o en la radio. Porque no hay cargada, no hay burla, no hay foto trucada que me pueda hacer cambiar de opinión ni que pueda borrarme esto que siento. Nada me importa, porque soy de sangre millonaria, de la cuna hasta el cajón. Por este amor, te lo pido River Plate.

lunes, 20 de junio de 2011

Sólo hacen falta palabras.

No me atrevía a volver. No podía escribir de nuevo, no podía entrar y ver la foto, ver la carta de despedida que tanto me había costado escribir. Pero acá estoy de nuevo, porque el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen ¿no? Es difícil salir adelante, tratar de que todo aquello que te hace mal no te tire para atrás, que no te evite ser vos ni seguir con tu vida diaria. Pero yo no puedo, porque cuando empiezo a estar bien me encuentro otra cosa por la cual estar mal. Es como si no pudiera disfrutar de la calma que sigue a los huracanes, como si no pudiera entender que tal vez me merezco un poco estar bien. Pero, ¿cómo entender cuando la gente no deja de defraudarme? Cuando, cada vez que empiezo a creer, cada vez que me empiezo a soltar, me caigo, o me hacen caer. El problema es que sólo hacen falta palabras, sólo se necesita este maravilloso medio de comunicación inventado por el hombre para que podamos entendernos. No importa el idioma, no importa si escribimos, si cantamos, si gritamos, o si tenemos la fuerza que se necesita para hablar. No importa el momento, no importa el lugar, sólo hacen falta palabras. Aunque a veces quizá ya no queden palabras, ya no haya nada que pueda explicar las cosas. Y tal vez sea por eso que no nos entendemos. Tal vez ese sea el motivo por el cual la gente tiene problemas para entenderse y para llegar a un acuerdo, quizá sea por eso que vos y yo no nos entendemos. Tal vez sea por eso que no somos capaces de hablar como dos personas normales. Quizá sea por eso que no me dejás entenderte y no me ayudas a entenderte. Tal vez sea por eso que me desespero sólo de intentarlo. Quizá sea por eso que me cansé y ya no tengo ganas. Tal vez sólo hacen falta palabras. Quizá, y sólo quizá, se te hayan terminado.