lunes, 11 de noviembre de 2013

Demonios.

Son mis demonios los que me persiguen, se ríen y se desvanecen. ¿Quiénes son y qué quieren? Debo admitir que estoy un poco asustada.
Voces dentro de mi lloran, agonizan.
Se escapan y vuelven a entrar, me rodean. ¡Déjenme en paz!
Quiero ser libre, quiero irme tan lejos como me sea posible.
No quiero.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Un año después.

Recuerdo todo como si hubiera pasado en cámara lenta. Una noticia, la desinformación y unida a ella, la desesperación.
"¿Estás?" Y una respuesta que nunca llegó.
Cada minuto acrecentaba la agonía, el dolor, la incertidumbre.
"¿Qué pasa? ¿Por qué no entiendo?"
Apuñalada en el corazón.
Lágrimas que empezaron a brotar.
Y después, todo negro.
Tengo presente que en ese momento sentí como si se me hubiera hecho un agujero en el medio del pecho, como si algo estuviera presionando para salir. Tenía miedo de caer a la realidad, de que lo que sucedía a mi lado no fuera un sueño. Pero fue la angustia la que se apoderó de todo mi ser, que se hizo dueña de mis pensamientos y de todos mis días. Y de verdad, no hay nada más horrible que eso. Porque los días se vuelven más largos y grises, porque a veces, despertarse y enfrentar la realidad, es lo más complicado del mundo.
Lo primero que pensé fue que no iba a poder reponerme de eso nunca más. Que extrañarlo a Fran me iba a consumir por dentro hasta que ya no quedara nada más que la carcasa que cubre mi cuerpo. Dejé a la angustia y al dolor abrirse paso y destruir todo lo que se les cruzara. Me perdí. Y lloré todos los días, me pregunté una y mil veces por qué tenía que vivir algo así de horrible otra vez. Cuestioné al universo el porqué de haberse llevado a una persona tan pura para no dejarme verlo nunca más. Me enojé, pataleé. Y seguí llorando, porque sentía que nada me iba a mejorar, que todo estaba perdido para siempre.
Fueron pasando los días y cada vez lo necesitaba más. Supongo que es lógico ya que siempre que me sucedía algo trascendental, podía recurrir a él para contárselo y compartir mis sensaciones. Y ya no podía hacerlo más. En ese momento entendí que con él se había ido una parte de mi. Después empecé a sentir la culpa, de no haberlo visto una vez más, de no haberlo abrazado o haberlo visto sonreír y ponerse hermoso al hacerlo.
"¿Qué voy a hacer sin sus abrazos, sin el latir de su corazón?"
Pasaron los días y la angustia no se iba, no aflojaba. Y la necesidad de poder volver a mirarlo a los ojos, tampoco. Me empecé a desesperar. Pero ahí comprendí que nada ni nadie me lo iba a devolver. Que por más que esperara la llegada de un mensaje o de una llamada suya, no iba a suceder. En ese instante entendí que todo era real, y que lo iba a extrañar el resto de mi vida. Lo empecé a ver en todos lados, como ráfagas de viento. En un reflejo, en otra persona, en un recuerdo, en las canciones. Y cómo no, con el viento fresco. Podía imaginar qué me diría él de ciertas situaciones casi como si lo tuviera al lado. Y me asusté.
"¿Estaré loca? No puede ser..."
Entonces lo empecé a soñar. Soñé con su sonrisa, con sus ojos a veces celestes y a veces verdes. Lo soñé con frases tan suyas como la naturalidad con la que se movía. Lo soñé guiñándome un ojo, retándome. Lo soñé haciéndome reír, y la última vez, lo soñé pidiéndome que dejara de llorar. Y de alguna manera muy extraña, empecé a hacerle caso. Supongo que intenté empezar a dejarlo ir. A olvidarlo jamás, pero a dejar de retenerlo conmigo. Y me volví a asustar.
"¿Qué hago si algún día no puedo recordar el sonido de su voz?"
Y lo busqué en todos los rincones de mi mente. Ejercité mi memoria para poder tener presente todos los momentos que pasé con él, todas las veces que quise decirle lo mucho que lo quería pero no lo hice para que no me contestara que era insoportable, y todas las otras veces que sí lo hice y lo abracé a la fuerza. Porque siempre terminaba cediendo, siempre sus brazos terminaban rodeándome y haciéndome sentir segura. Puse a prueba mis recuerdos y tarde o temprano, empezaron a reaparecer, tan nítidos como si todo hubiera sucedido sólo unos minutos antes. Me acordé de la primera vez que lo vi, de la primera vez que hablamos, de todas las veces que nos sentamos juntos y de todas las otras que nos retaron. Lo reviví. Lo tuve conmigo neutralizando mis enojos, diciéndome que las cosas no eran tan terribles como parecían, y asegurándome que mi nerviosismo no valía la pena. Me acordé cuando me contó que tenía entradas para Luis Fonsi y que las pensaba vender pero le rogué que me llevara, y lo hizo. Porque él era así.
Ni siquiera creo que haya una palabra que pueda describirlo. Creo que lo único que vale decir es que él era Franco. Era sincero, y eso es algo que le agradezco hasta el día de hoy. Porque nunca me dijo lo que yo quería, al contrario, siempre era de llevarme la contra para hacerme entender que no se puede ganar todas las veces. Era mi hermano, porque nos habíamos elegido como tales. Y puede sonar un poco loco, pero hoy siento que es mi héroe. Que su recuerdo me ayudó a no morir de la angustia, que pensar en él como una de las mejores cosas que me pasaron en la vida, me tranquiliza.
Nada va a cambiar lo que pasó, y mucho menos va a hacer que esto esté bien. Porque habernos privado a todos de esos ojos y de esa calidez nunca va a estar bien. Pero lo que él supo dejarnos sí lo está. Franco me cambió la vida, nos la cambió a los que lo conocíamos y queríamos. Nos unió, nos hizo pensar. Nos volvió a acomodar y nos puso en el lugar que nos correspondía. De cierta forma, nos salvó la vida.
Ya nada es igual. Y lloré muchas veces por eso, porque nada estaba como antes, porque lo que hacía ya no se sentía correcto. Entonces empecé a hacerle promesas, a pedirle que me ayudara con todas las cosas que se me presentaban. Y hasta ahora, en ningún momento me falló. Y sé que lo voy a tener conmigo para siempre, aunque ya no pueda verlo.
Extraño su voz, su manera exagerada de cantar algunos temas, su inglés tan gracioso, sus gritos, su interés desmedido por los chusmeríos del colegio, su solidaridad, las caras que ponía, su facilidad para hacerse el sexy y hacernos reír a todos. Extraño cómo hacía que todo estuviera bien. Extraño escucharlo hablar de las cosas que sabía... y de las que no sabía también. Extraño esos momentos en los que podía verlo desde el escenario sentado acompañándome en lo que me gusta hacer. Extraño sus puteadas y sus frases distintivas. Extraño su movimiento de hombros, bah, todo su bailar. Extraño esa apariencia torpe que tenía y la delicadeza con la que se acomodaba el pelo. Extraño que siempre se dejara machacar por nosotras, pintar, peinar, abrazar y molestar. Extraño su paciencia y sus arranques de locura. Extraño poder hablar de todo con él. Extraño cómo intentaba pasar desapercibido cuando quería dormir en clase, aunque midiera casi dos metros y eso fuera completamente imposible. Extraño todo lo que era, todo lo que es.
Y lo voy a extrañar para siempre.
Pero ya no me hace mal. Pensar en él sólo me arranca sonrisas, y de alguna forma siento que su risa está en la mia. Y en la de todos los que lo queríamos, los que lo recordamos. Su voz está en la de todos, las cosas que nos enseñó también. Para muchos, como una forma de vida.
Y lo voy a repetir hasta que no pueda decirlo más, Franco nos salvó la vida.
Es mío para siempre, lo tengo en todos mis instantes, lo veo y lo siento cada vez que lo necesito.
Franco es mi cable a tierra, porque me hizo abrir los ojos. Me hace disfrutar todos los días como si ya no quedaran más. Su recuerdo es perfecto. Todo lo que me dijo es perfecto.
Es luz, es guía, es un ser que se volvió eterno, que va a vivir siempre en mi. Porque lo tengo tatuado en la piel y también en el corazón.
Hace un año creí que no iba a poder, que iba a llorar todos los días de mi vida hasta que ya no tuviera más fuerzas. Pero hoy, el panorama es otro. Su recuerdo es risa. El amor que le supe tener y que le sigo teniendo me hace feliz. Haberlo conocido me cambió para siempre, y no tenerlo hoy, también.
Amigo, hermano, héroe, eterno. Para toda la vida.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Tu sonrisa.

Siempre me interesaron, me gustan, me disgustan, me ponen nerviosa o muy contenta. Sí, hablo de las sonrisas. Pero con el tiempo, me di cuenta que son mucho más que un conjunto de dientes mejor o peor alineados. Me di cuenta que no sólo pueden deslumbrar, sino que también, son capaces de sacarle el aire a alguien, de dejarlo sin aliento. Una sonrisa es mucho más que una demostración de felicidad, de aprobación, una sonrisa puede ser una gran manera de compartir el amor hacia otra persona. Pero no es fácil darse cuenta. Entender el significado de una sonrisa pura, verdadera. Y cuando la sonrisa se acompaña de una risa que la sigue bien de cerca, puede producirse un momento mágico, indescriptible. De esos momentos en los que no entendés qué pasa a tu alrededor, qué es esa fuerza que te envuelve. Y eso me pasa a mi. Cuando te veo sonreír, cuando escucho tu risa. Cuando resuena en mi mente una y otra vez. Y el acto seguido de mirar hacia el costado, de bajar la mirada, es un ritual espectacular. Cuando te reís mirando hacia el piso, cuando me mirás y me regalás una sonrisa. Nada más parece importar. Porque el lugar entero se llena de tus poderes mágicos, de esos que ni siquiera vos sabés que tenés, que no lográs reconocer de ninguna forma. Y cuando lo veo, siento que una parte de mi desaparece. Que se va con cada risa, con cada sonrisa. Que se guardan, juntas. Que congelan cada recuerdo como algo que no puedo explicar. Que lo pienso y se pasa en cámara lenta. Y siento cómo se me acelera el corazón a una velocidad inexplicable, como si quisiera salir corriendo.
Y yo también siento que quiero salir corriendo. Porque sé que esa sonrisa no es mía. Y esa risa que la acompaña tampoco. Aunque la tenga grabada para siempre, aunque la lleve tatuada en el corazón. No es mía, sólo el recuerdo que la conserva. Y tu risa, creeme, es como la luz que ilumina todo cuando parece no haber nada. Y cuando tu risa, cuando tu risa se junta con la mía, Cuando parece que fueron creadas para sonar juntas, una como consecuencia de la otra. Ni siquiera puedo explicarlo, tampoco puedo entenderlo. Pero simplemente, me deja sin aire.

jueves, 2 de mayo de 2013

Ocho meses.

Y ayer se fue un mes más, en mi cuenta ya son ocho desde la ultima vez que te vi. En mi cabeza sigo buscando palabras que puedan describir cómo me siento o la falta que me haces. Pero no puedo. No existen.
A la tarde mientras caminaba por la calle me enojé, por lo injusto, por lo increíble. Y en el aleatorio de mi celular sonaron Los del Fuego, porque sé que querías que supiera que estás conmigo para siempre. Y te vi. Te vi en mi mente, sonriendo, diciéndome que no afloje, que no mariconee más. Te vi y fuiste mio por un segundo más.
Podría haber sido casual, pero cuando terminó ese tema empezó otro y tuve que creer. Me empecé a reír mientras se me caían las lágrimas y mientras repetía la frase "Como te extraño".
Porque necesito tu calor, el latir de tu corazón contra mi oído porque yo no te llegaba ni a la pera. Porque por más que busque, nunca voy a encontrar a nadie que me haga sentir como vos, que me moleste hasta enojarme para después recordarme que no es para tanto.
Porque tu luz divina va a brillar siempre.
Porque fuiste único, sos inolvidable.
Necesito con toda desesperación escuchar tu voz, tenerte, olerte. Porque necesito ponerme tu campera todas las mañanas y que me cubra hasta las rodillas. Porque quiero que puedas ver todo lo que logré y que no me dejé caer. Porque tengo historias para contarte que te harían poner muy contento y que como un chusma pasarías horas escuchando.
Porque te amo, nunca te voy a dejar de sentir todo el tiempo. Ni de pensarte todos los días.
Te extraño, para siempre.

martes, 26 de febrero de 2013

Creo en vos.

¿Qué se hace cuando extrañar convierte a cada segundo en una interminable agonía? Yo quisiera sentirme bien, quisiera poder recordar sólo con sonrisas, pensar y reír. Pero cada vez es más difícil. Encuentro cosas que me hacen pensar en su respiración, en sus consejos, en la forma que me hacia sentir. Es inexplicable el vacío que llevo dentro, que me acompaña a dondequiera que voy.
Y me siento egoísta, porque sé que le debo un recuerdo que no arroje lágrimas. Estos últimos días me estuve sintiendo extraña, como apagada. No creía encontrar la explicación hasta que me puse a analizar mis sentimientos con más detenimiento. Y es horrible lo que duele extrañar. Es cansador sentir un agujero en el pecho que tiende a dejarme sin aire, es terrible porque no se quiere ir.
Hace tan sólo unos días empece terapia, un poco porque se que merezco sentirme bien y otro poco porque quiero que los demás puedan verme así también. Y mencioné lo mucho que me duele que ya no estés, no poder abrazarte ni sentirte tan cerca como antes. La falta que me haces. Siento que no tengo canciones que pueda cantar, ni palabras que pueda escribir, quisiera gritar y llorar hasta no tener más fuerzas. ¿Será esa la forma que me ayudará a descargar toda la angustia contenida? Ya ni siquiera lloro, es como que quedé congelada en el tiempo. Siempre el viento fresco me hace sentir un poco mejor, pero realmente no es suficiente. Y ya no sé cuánto necesitaré para mejorar.
Necesito verte, tocarte, saber con certeza que estas acá, que no me dejaste sola para siempre. Necesito mirarte a los ojos, "faros de la isla de la esperanza" y que me transmitas la calidez a la que me acostumbraste, que me hagas sentir en casa. Hay muchas cosas que desconozco, pero lo único que en este momento sé es que nada me va a devolver tu presencia, por mucho que la necesite. Yo creí tener todas las recetas, dudé de que la vida me pudiera encontrar desprevenida y darme un saque, pero la verdad es que lo consiguió. Sé que no puedo seguir así, que me voy a enfermar y no es lo que te gustaría tampoco, pero me siento perdida. No hay nada que me digan que pueda hacer que me sienta mejor, por lo menos por ahora. Estoy aprendiendo a pensarte sin que los ojos se me llenen de lágrimas, a verte en todas partes y a agradecerte en voz alta cada cosa buena que me pasa. Espero no estar volviéndome loca, porque creo en una fuerza mucho más poderosa que cualquier cosa, cualquier Dios. Creo en vos y es muchísimo decir. Sos lo último que se me pasa por la mente antes de dormir y lo primero cuando despierto, muchas veces sintiendo que estuviste dando vueltas por la noche. Se acercan los seis meses desde que no pude verte más, desde que tuve que conformarme con sentirte cada vez que el aire entra por la ventana, en cada atardecer y en cada latir de un corazón.
No podría extrañarte más, y te juro que aunque lo intento, tampoco me sale extrañarte menos. Creo en tu risa y en que me vas a ayudar a salir de esta. Creo en lo que fuiste, en lo que sos y en lo que vas a significar para mi hasta que ya no esté y nos hayamos encontrado de nuevo. Creo en vos.

domingo, 27 de enero de 2013

Reescribir

A la hora de hablar del fin y el comienzo de las relaciones entre las personas, se acostumbra a abrir un debate entre quienes creen que lo mas difícil es terminar y entre los que creemos que lo más difícil es volver a empezar. Reescribir. Volver a contar una historia, hasta podríamos decir, dar vuelta la página. Lo más complicado de esto, no es el hecho de encontrar alguien a quien querer. Es el hecho de querer encontrar a alguien. Hay quienes nunca logran volver a escribir, y hay muchos otros que simplemente no lo creen posible. Olvidar, ni siquiera eso se necesita, pero dejar atrás, saber dejar atrás es lo único que funciona. Pero el problema es que llevarlo a la práctica se torna casi imposible. Ganas, fuerza, confianza. Todo eso hace falta, como si fuera una fórmula mágica. Y algo de eso hay.
Y eso vengo haciendo, o creo estar haciendo, pero es tan conflictivo como desgarrador. Porque hay un componente que no entra en la ecuación, que salta desde atrás y golpea. La culpa. Esa que aparece y te deja sin palabras, te quita el aliento. O por lo menos eso es lo que me pasa a mi, llevo meses peleando contra la culpa que me quiere carcomer, que quiere hacerme polvo desde adentro. Porque llorar me da culpa, olvidar me da culpa, la idea de dejarlo ir por supuesto me da culpa. Y no se supone que sea así, o eso creería yo. Porque yo sé que él quiere dejar de verme mal, sé que merezco estar bien, pero una fuerza mucho más poderosa que cualquier empuje, cada tanto me tira hacia atrás. Y lloro, me quedo sin aire, me angustio porque me cuesta recordar su voz. Porque ya no puedo verlo reír, porque nunca más lo voy a poder abrazar, porque jamás voy a sentir el latido de su corazón. Y la idea me mata, me destruye, me deja vulnerable y de rodillas. Porque no sé cómo reaccionar, ya las palabras se me acabaron, se me escurrieron las ganas de seguir.
No puedo más, no me quedan fuerzas. Me rindo, y es el primer paso, la primera medida que tomo para reescribir. No lo puedo soltar, todavía no me puedo hacer a la idea, pero hoy empiezo. Quedo rendida, para quien me quiera agarrar y ayudarme a levantar. Estoy vencida pero acá estoy, dispuesta a reescribir.

domingo, 6 de enero de 2013

Sos mi Dios.

"Tengo una canción para mostrarte tal vez cuando vayas. Tengo tu sonrisa en un rincón de mi salvapantallas." Eso dice la canción que suena mientras te pienso, mientras no paras de estar en mi mente.
Es raro, esto que me pasa es sumamente difícil de escribir, es algo que no se explica. No tiene ni nombre ni apellido, solo es. Es flexible, existe, nos define pero es lo que es, y no tiene manera de ser explicado.
Me duele el pecho, grita, suena, hasta cree hablar con estrellas cuando puede, simplemente porque no hay manera de explicar lo que hay adentro. Te extraño como si fuera el primer día y pasaron más de tres meses. Te necesito. Sos único y no estás, ¿cómo se sigue? Vení, volvé.
Me siento novata en esto, pero en realidad es todo lo contrario. Tengo kilómetros recorridos, todos ellos mirando atrás, aunque parezca mentira. Sos mi inspiración, sos mío y te veo en todos lados. ¿Cuán perjudicial puede ser esto? Digo, la situación de amarte y que no estés, que las lágrimas sigan cayendo como el primer día.
El otro día le tuve que preguntar a mi vieja, lo necesité, quise saber si estás bien, qué futuro es el que te depara. Y en las cartas salió tan claro, tan transparente como tu persona misma. Estuviste acá de paso nada más. Te fuiste cuando lo necesitaste, cuando creíste que los que quedábamos íbamos a poder soportarlo. Y es así, acá estamos. Esperando señales pero nada más que eso.
Te amo para siempre.
Sos mi dios.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Sos eterno.


Podría haber sido un día normal, una navidad más. Pero no. Me tocó extrañarte, necesitarte, me tocó no poder disfrutar a pleno, sólo porque vos ya no estás.
Hace unos poquitos días descubrí que las cosas son todavía más difíciles de lo que me gustaba creer. Vuelvo a repetirme una y otra vez que ya no estás, que no vas a volver, que nada ni nadie puede hacerte regresar. Pero por alguna extraña razón, no lo termino de creer. No logro destruir esa ilusión de que es posible que te vuelva a ver, que te vuelva a escuchar. Y que por fin pueda despedirme como se debe.
Le sigo dando vueltas al asunto y el problema es que no encuentro explicación, porque no existe una. No hay manera de que algo o alguien me haga entender que ya no estás. Y después de mucho meditar, llegué a la conclusión de que nuestra relación sigue. No se cortó. El hecho de que ya no pueda verte sonreír no implica que lo nuestro se haya terminado. Esta hermandad inesperada. Porque somos más fuertes que cualquier cosa, mucho más fuertes que la muerte. Nuestro lazo no se corta, puede estirarse tanto pero tanto que ya no pueda verlo, pero siempre voy a poder sentirlo y nunca se va a romper.
Sos parte de todos mis días, nunca paro de hablarte con la mente, tanto que debés estar harto y pidiéndome por favor que me calle. Te convertiste en algo inexplicable, como si siempre hubieras sido así pero representando ahora cosas que parecieran no tener sentido. Cuando en mi mente te hablo de algo, eso se vuelve mejor, crece, se afianza. Sos mi ángel, mi compañía, mi todo. Sigo pensando que no supe valorarte como debías, o por lo menos, hacerte saber lo mucho que te quiero. Lo único que me consuela es que desde algún lado estás viendo lo mucho que lo hago ahora, la forma en la que me las rebusco para tenerte presente en todo momento.
Se hicieron las doce y contuve las lágrimas, para que no me vieras llorar más, para que pudieras disfrutar vos también. Te extraño como nunca, te necesito para que me digas qué hacer. Feliz navidad dondequiera que estés.
Sos eterno.

martes, 4 de diciembre de 2012

Todo un círculo.

El simple hecho de caminar por este mundo nos da la pauta de que existimos, que estamos. Pero la realidad es que, los seres humanos necesitamos un montón de cosas para sentirnos vivos. Hay una clara brecha entre el estar vivo y el sentirse como tal. Felicidad. Eso es lo que creemos que nos hace sentirnos plenos y vivos de verdad. Familia, amor, sexo, amigos. Se supone que tenemos que ser felices, agradecidos a todos aquellos que nos acompañan.
Y todo está un poco conectado, por un lado tenemos que ser felices sólo por estar vivos, nos guste o no. Eso es lo que nos inculcan, lo que nos quieren hacer creer. Y por otro, sólo necesitamos una cosa para estar vivos, necesitamos un corazón que lata. Lógico, ¿no? Pero... ¿y si no fuese así? A lo mejor no se supone que seamos felices. A lo mejor la gratitud no tiene nada que ver con la alegría. ¿Quién dice que la felicidad existe? Y mucho más preocupante, ¿quién dice que podemos alcanzarla? Yo creo que es algo más difícil, todavía más efímero y complicado de entender. Vivimos agradeciendo, aunque no lo digamos, se refleja en cómo actuamos todos los días. A lo mejor ser agradecidos significa reconocer lo que tenemos por lo que es.  Puede que estemos agradecidos por las cosas que son familiares, que ya conocemos. Y es posible también, que estemos agradecidos por las cosas que jamás vamos a conocer.
La felicidad debe tener que ver con el tener un motivo para seguir. Esto de creer que necesitamos algo así como un empuje, una razón que nos recuerde lo que somos. O lo que queremos llegar a ser. Y cuando nuestro corazón se ve amenazado, nuestro cable a tierra, respondemos con una de dos formas. O corremos o atacamos. Dejamos atrás todo lo conocido, lo cómodo y la peleamos, o nos quedamos con la costumbre y escapamos del problema. No existe un término científico para esto. Son cosas que se rigen por quién sabe qué, pero que suceden todos los días. Luchar o huir  Es un instinto que no puede ser controlado. ¿O sí podemos? Yo no creo que los reflejos que aparecen con los instintos sean incontrolables, pero sí creo que es admirable esa sed de luchar por lo que nos pertenece, por lo que es mejor para nosotros.
Y hay veces en las que es necesario pelear por nosotros y por los demás, aunque esta necesidad de libertad pueda generar tristeza en el otro por algún tiempo. Es admirable que la lucha necesite sólo del ser humano. Estamos en constante reconstrucción, reacomodamiento. Y esta capacidad de saber parar en el momento que toque, de saber que merecemos algo mejor es lo que cuenta. Lo que hace la diferencia. Porque es como todo un círculo. Existir significa estar vivo, esto se relaciona con la permanente búsqueda de un motivo para estarlo, y dicha búsqueda se conecta con la necesidad de ser felices y de celebrar los buenos momentos. Los cuales a veces no sabemos aprovechar.
Porque al final del día, el hecho de que tengamos el coraje suficiente para estar parados, es razón suficiente para celebrar.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Por tu sonrisa.

Nunca me voy a olvidar la sensación que tuve cuando te vi entrar aquel primer día de secundaria. Desde ese momento supe que eras distinto, no sólo por tu mancha blanca tan particular, sino por esa actitud tan tuya que tenías al caminar. Todo el mundo se daba vuelta para mirarte, por fachero y por ese "noséqué" que siempre tuviste. Y me enseñaste todo, tu forma de vivir, de actuar, hasta tus contestaciones únicas.
Y acá estoy ahora, con un dolor que de tan agudo que es, por momentos no lo puedo sentir. ¿Y qué hago con esto amigo? Ayudame, tirame una soga.
Todavía busco tu cara entre la multitud, esperando ver tu sonrisa sobresalir. Como la primera vez que nos vimos después de que volviste de Estados Unidos, todo dorado de tomar sol ¡y con una gorra que te quedaba horrible! Te extraño, te veo en todos lados. Giro la cabeza y por una milésima de segundo puedo jurar que te veo, entre la gente, mirándome. Y después trato de convencerme de que es sólo una ilusión creada por mi mente y por la necesidad que tengo de que vuelvas. Todo mi cuerpo necesita un abrazo tuyo, una sonrisa y un grito tuyo para que deje de cantar porque te tengo las bolas por el suelo.
Quisiera tener una ventana enorme para verte entrar todos los días, con tu viento, con tu luz. Quisiera que esa sensación que tengo de que estás bien fuera suficiente. Que me alcanzara para dejar de sufrir.
No hay nada que desee más que ser capaz de dejarte ir, como vos merecés. Te juro que todos los días pienso en lo mucho que me gustaría sólo dedicarte las risas y la leve sonrisa que me sale cada vez que el viento me pega en la cara. Pero no puedo, y te pido perdón. Porque todavía no estoy lista para que me deje de doler así.
Y la culpa por momentos me acompaña. Aunque sé que no podría haber hecho nada para cambiar lo que pasó, para poder evitarlo. Pero en todos los momentos pienso que podría haber pasado un minuto más con vos, que podría haberme reído con vos una vez más. Y lo pienso, lo analizo, y tarde o temprano me doy cuenta de que no me alcanzaría la vida para decir que pasé el suficiente tiempo con vos. Porque no hay nada que pueda llenarlo.
Espero que estés paseando por alguna galaxia no tan lejana y que no me estés odiando por ser tan maricona, por tirarme atrás. Perdoname por tan poco, yo te prometo que voy a dar lo mejor de mi. Por vos, por tu sonrisa. Y por cada recuerdo que queda tatuado para siempre en mi memoria.
Hoy tengo el corazón roto, tengo el alma estrujada, pero te recuerdo como lo mejor que tuve. Como un amigo que daba todo sin esperar nada a cambio. Como mi hermano.
Te extraño, te necesito. Te amo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Un día más.

Nunca me había pasado, el hecho de estar sentada, pensar en algo y que los ojos se me llenasen de lágrimas. Nunca hasta hoy. Eso de llorar se veía como algo bastante desconocido para mi. Hasta llegué a creer que era medio inmune, como si de una enfermedad se tratara.
Pero me llegó el turno, supongo que no debe haber sido normal pasar tantos años exenta, mucho menos teniendo en cuenta todas las situaciones que me tocaron vivir, o mejor dicho, que me tocan vivir, todavía hoy. Parece que fue ayer que tenía ocho años y mi mamá me sacaba de mi cama para decirme que mi abuelo ya no estaba, o que venía la profesora Moschini a contarme que Francis se había ido, o mucho más cerca en el tiempo, que me enteraba que Franco me había dejado para siempre.
Y toda mi vida dije que iba a seguir, que nada en el mundo iba a detener mi camino. Pero me estoy dando cuenta, que aunque hable mucho y se me ocurra decir que seguí adelante, la realidad es que llevo un mes suspendida en el aire. Pero sin perder la razón, esperando la caída inminente. Y me llegó. Hace poco menos de 24 horas, sola en mi cuarto, me empecé a sentir sumamente triste. Una tristeza que no puedo describir con palabras, que no existe ni tiene explicación aparente. Sentí su falta, sentí cómo el agujero negro crecía adentro mio y se abría paso para destruirme por completo. Y me salieron las lágrimas, sin esperarlas, mucho menos queriéndolas, pero ellas tenían que brotar. Imagino que debe haber sido un intento de mi mente y mi cuerpo de aliviarme. Pero el alivio no llega, me duele pensar, me cuesta entender.
Siento que me rendí, que ni siquiera creo ser capaz de volver a reír sin dolor, sin sentirme culpable por no extrañarlo más, como si eso fuera posible. Quiero que el simple hecho de existir deje de sentirse como una agonía, quiero ser libre de mi misma. Y del vacío que tengo adentro, que lleva su nombre.
Él no se fue, no se va a ir. Como dice el gran Jorge Drexler, él se convirtió en polvo de estrellas. Yo creo que como tal, hoy es parte del aire, y como ya dije alguna vez, lo siento cada vez que soy capaz de percibir mis latidos, porque eso era lo que podía escuchar cada vez que lo abrazaba y ponía mi cabeza en su pecho, sus latidos. Por los que daría todo lo que tengo, por ser capaz de escucharlos una vez más y a los que hoy recuerdo como una melodía. Quisiera poder sentir su olor o escucharlo decir "ta bueno, ta" o enseñarme cómo se toma mate en el campo, o verlo arremangarse su camisa con cara de resignado porque sino el asado iba para atrás. ¿Quién me va a decir Pocha? ¿Quién va a poder tirar comentarios como los suyos cada medio minuto? Y ni hablar de las caras que ponía, o de su risa, mucho menos de su mirada tan pura y llena de paz.
Nada ni nadie me lo va a devolver, porque no existe manera de que eso suceda. Pero me agradezco por ser muy observadora, tan detallista, porque eso me deja citar a mi memoria y tenerlo presente como si nunca se hubiera ido. Quisiera poder haberle dicho lo mucho que significa para mi (acabo de escribir "Significaba", pero obviamente tuve que corregirlo, porque significa el mundo entero para mi), quisiera haberle dicho que es único, que el amor que yo siento por él no tiene comparación, y que lo que me enseñó en seis años de amistad se queda en mi para siempre, como su recuerdo. Me gustaba pensar que uno logra dejar de recordar a quien se fue con dolor una vez que vuelve a hacer todas esas cosas significativas que hizo con esa persona, pero esta vez solo. Y yo sé que en este caso nunca voy a poder. Porque no voy a tener la posibilidad de volver al aula en la que nos conocimos, que nos vio crecer. El laboratorio en el que pasamos innumerables horas, siempre sentados adelante, como el vip. No me alcanzaría la vida para volver a todos los lugares en los que estuvimos alguna vez.
Así que tendré que luchar contra mi enemigo, el dolor, de alguna otra forma. Si alguien cree conocer la fórmula, que por favor me avise, porque de verdad estoy desorientada. Nada es lo que era. Siento que nada puede traerme paz. Lo perdí todo.
Lo extraño con todo mi cuerpo, espero alguna vez poder aprender a vivir con esto. Me gustaría volver atrás para tener un día más, un día más con él. Sólo quiero sentir su abrazo, un día más.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Mío para siempre.

Es una de esas cosas que uno no quiere escuchar en la vida. Esa llamada que no querés recibir. Esa realidad que golpea tan fuerte que te deja suspendido en el aire.
Fue como si alguien me hubiera abierto el pecho, hubiera arrancado mi corazón y se hubiera ido corriendo. Me cayó como un baldazo de agua fría. ¿Quién está preparado para que le digan que alguien a quien ama con tanta fuerza ya no está? Porque él me entendía, él era distinto, como yo. Y yo lo amo con locura, como a mi amigo, como a mi hermano. Y el hueco que tengo adentro sigue firme, y va a tardar en empezar a sanar. Mi primer reflejo fueron las lágrimas, el segundo fue salir al balcón y el tercero, caer de rodillas. Vencida. A llorar, a llorar de angustia, pero hasta con desesperación, con tanta fuerza que hasta era de bronca. La bronca de que la vida me hubiera arrebatado a otro ser querido, de tener que volver a pasar por una situación parecida, de saber que nunca más lo iba a volver a ver. Y se me cruzaron mil y un cosas por la cabeza. Y lo que más me resonó de todas ellas, fue ésta: "Por qué no habré ido. Él me mandó un mensaje. ¿POR QUÉ NO FUI?" Y me di cuenta que, si hubiera ido a merendar aquella vez, no me hubiera sentido mejor. De hecho, no sé si el golpe no hubiera sido todavía más duro. Me di cinco minutos, lloré, temblé y de repente me detuve. Me reincorporé, me sequé las lágrimas de un ojo y del otro, saqué valentía de donde no la había y llamé a todo el mundo. A todos aquellos a los que era necesario avisar. Se lo debía.
No quería estar sola, de hecho, ninguno de nosotros quería. Y terminamos todos juntos en un living, recordando anécdotas tan lindas como el sonido de su risa. Acompañando a estas anécdotas con varias carcajadas, como a él le hubiera gustado.
Y cuando volví a mi casa, bajando las revoluciones sólo para poder enfrentar el día que iba a tener por delante, me acosté y lloré. Con una tristeza tan grande, de esas que se meten dentro tuyo y echan unas raíces enormes. Que después son muy pero muy difíciles de remover. Por supuesto no pude dormir, pasé las horas como pude y me di una ducha, quería un baño de realidad, pero no lo conseguí. Volví a hacer llamados y partí a encontrarme con gente. Para que después llegara el momento de verlo a él. En realidad, de ver el legado que él ya había dejado.
Llegué al lugar acordado, a la hora acordada y no podía creer lo que había ante mis ojos. Una cantidad de gente que jamás había visto en una situación parecida, de todas las edades, de todos lados. Todos unidos y conectados por un único motivo en común. Franco. No recuerdo bien todo lo que siguió, y tampoco quiero hablar de lo que sí recuerdo, son unas sensaciones que prefiero guardar para más adelante. Pero lo que quiero rescatar fue el apoyo que recibí, no sólo de mis papás que estaban ahí acompañándome, sino también de los amigos incondicionales, que por supuesto no estaban ahí por mi, pero que se tomaron un minuto de más para asegurarse de que yo estuviera bien. Las profesoras, los padres de mis amigos, todos. Me sentí tan querida, tan contenida y a la vez tan sola. Sola porque no podía decir cómo me sentía, sola porque hasta había quedado seca de lágrimas.
Y a la tarde partimos para el club, el club que lo había visto crecer, que lo había visto festejar y hasta actuar de profesor y cómo no, de planillero. Y nos reunimos todos ahí, sus amigos, su familia, su gente, todos para regalarle un último aplauso, una bandera hermosa hecha por sus compañeros de equipo que más que compañeros, eran los amigos que el deporte le había regalado. En una ceremonia corta pero emotiva todos le dijimos adiós en nuestros adentros, aunque en realidad no era una despedida, porque todos sabíamos que lo vamos a volver a ver, y que siempre va a estar dando vueltas para cuidarnos.
Salí de ahí con otro aire, con otra mirada, ni mejor ni peor, distinta. Y me fui a tomar un café con mi amiga de siempre, mi negrita. Más recuerdos felices que dejaron de lado el vacío por un rato, y después partimos. Llegar a casa fue muy extraño. Entrar a mi cuarto, sentarme por fin. No tuve otro reflejo que el de ponerme a escribir, tal cual lo estoy haciendo ahora. Porque necesitaba sacar las emociones del momento. Mi mamá me obligó a comer algo y a dormir porque de nuevo, no podía parar de llorar. Lo peor de todo era que ya llevaba despierta incontables horas y que por supuesto, tenía fiebre. Me dormí con miedo, ese miedo que había descrito minutos antes cuando escribía, pero me dormí al fin.
Me desperté nerviosa, volví al mismo lugar, estaba dispuesta a no dejarlo solo, a acompañarlo a su último lugar físico. Y así se inició una nueva procesión, de nuevo repleta de gente. Porque Franco era así, no había absolutamente nadie que no lo quisiera, nadie a quien no le hubiera llegado la noticia tan triste. Y de nuevo como en ritual, quienes tuvimos el valor de ir, lo vimos desaparecer para siempre. Dejando en nosotros los mejores recuerdos, las fotos, los videos, todo.
Y yo tengo más que sólo tristeza. Tengo orgullo, de haberlo conocido, de poder decir que él llegó a quererme casi tanto como yo a él. Puedo decir que nos considerábamos especiales el uno al otro. Y puedo estar segura de que, aunque no lo pueda ver, aunque no pueda escuchar su voz sin citar a mi memoria o sin mirar algún video, él siempre me va a acompañar.
Porque como dije antes, Franco además de ser mi amigo, era mi hermano, era alguien que tenía un corazón nunca antes visto, tan pero tan inmenso y puro, que simplemente no podía vivir en este mundo. Porque tenía una misión, porque no era humano. Estoy convencida de que es una de las mejores cosas que me pasó en la vida. Lástima que nunca se lo haya dicho. Sé que llegó a mi vida para cambiarla para siempre, para hacerme ver un mundo de cosas que yo no era capaz de ver. Y sé que dondequiera que esté, me vigila, me acompaña y nunca me va a dejar. Porque es mío, es parte del viento que todos los días me despeina, que me devuelve a la vida. El viento que me empuja, el aire que respiro. Está en todos lados, siempre lo va a estar. Y cuando sane la herida, cuando deje de doler, sé que él va a hacer que yo pueda volver a sentirme bien. Aunque para eso todavía falte.
Porque no hay día que su cara no se cruce por mi mente, porque no habrá momento en el que deje de pensar en él como el ser más grande que conocí. Porque su risa y su forma de mirar son dos cosas que no voy a olvidar jamás. Mío para siempre.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Imposible volver atrás.

Las cosas suelen tomarte por sorpresa. Y éstas sorpresas no siempre son gratas. Cuando las sorpresas se convierten en malas noticias y como consecuencia una gran tristeza se apodera de tu cuerpo, éste sufre algo así como un trauma. Algo inexplicable, doloroso, insoportable.
Después de un trauma, tu cuerpo está en su punto más vulnerable. Es cuando no sabés qué hacer. Cuando no entendés lo que pasa a tu alrededor. El tiempo de respuesta es fundamental, cuanto más tardás en caer, más abrupta es dicha caída. Te golpeás la cabeza contra el pavimento, perdés el conocimiento, te cuesta levantarte. Y de repente estás rodeado de gente. Todos empujando para llegar a la meta. Te quieren arreglar como si se pudiera. Ponen lo mejor de sí mismos para ayudarte, pero no se puede, no hay forma. Aunque sabés que es imposible, aunque crees que no hay salida, intentás. Recomponiéndote otra vez. De nuevo. Querés distraerte, descargar. Pasás tu tiempo entretenido, para no ver, para no pensar. Hasta que un día lo aceptás. Gritás, pataleás, te enojás con todo el que se te cruce. Y llorás, llorás como nunca antes habías llorado, olvidando ya el por qué de las lágrimas que no paran de brotar de tus ojos.Y una vez que pasa el shock, una vez que se entiende lo que pasó, comienza la verdadera curación. Que es algo así como una recuperación, como si hubieras estado enfermo o algo por el estilo.
Es algo que se hace en solitario. Nadie te puede arreglar, no se puede volver a construir tan rápidamente. Es largo, es exhaustivo. Cansa, destruye. Es tan agotador que se necesitan muchísimos empujones para seguir. Empujones que se sacan de todos lados. De los amigos, de la familia. Que están, que uno sabe que siempre van a estar. Pero en realidad, es tan solitario como el infierno.
La duración de la recuperación depende de qué tan grande sean las heridas. No siempre se sale con éxito de estas situaciones. Eso es lo que me preocupa. Lo grande que son mis heridas, lo lastimada que estoy, lo cansada que esto me deja. Lo asustada que me hace sentir al mismo tiempo. Porque no hay dolor que no se acompañe lamentablemente del miedo. Un miedo feroz, que arrasa con todo lo que se le cruza. Que come, que ataca. Y no importa cuán duro trabajemos en recuperarnos, algunas heridas puede que nunca cicatricen del todo. Son tan profundas, tan extensas. Algunas de ellas tan injustas. Y nos acompañan para siempre, no nos podemos deshacer por mucho que lo intentemos.
Puede que tenga que adaptarme a una nueva vida, hay cosas que puede que me hayan cambiado demasiado. Para nunca volver a ser lo que era. Es imposible volver atrás. Puede que ni siquiera llegue a reconocerme. Poco queda ya de lo que solía ser, y es una pena. Esto de que la vida lo obligue a uno a crecer. Tantos golpes, tanta angustia, tanta necesidad de sentirme bien. Y eso es lo que termina por destruirme, el hecho de necesitar con tanta fuerza estar bien. Es como si no me hubiera recuperado nada en absoluto de todo lo que ya llevo cargado. Soy una nueva persona. Con una nueva vida. Pero no me rindo, nunca lo voy a hacer. Porque aunque no pueda recordar muchas de las cosas que me caracterizaban hasta hace poco más de dos semanas, estoy segura de que nunca voy a bajar la cabeza.
Y no por mi, ya no me importa eso. Estoy más allá. Lo hago por quienes quedan, por los que no se fueron, por los que siguen firmes a mi lado. Sigo por ellos.

martes, 18 de septiembre de 2012

Las €ul!$uelta$

Fue todo casi de casualidad. Un chiste que empezó muy chiquito, de repente se extendió y llegó a cubrirnos a todas. Se empezaron a afianzar las relaciones, poco a poco nos fuimos transformando en esenciales para las otras. Y así llegamos a lo que somos hoy. Un grupo de amigas que va mucho más allá de lo explicable. Tiene más que ver con la hermandad.
Y si pudiera describirlo lo haría, pero no creo que pueda encontrar la combinación exacta de palabras. ¿Cómo explicarles que son mi vida entera? No me imagino lo que sería no tenerlas, no poder acudir a ustedes con cualquier cosa que me pasa. Compartir las alegrías, los grandes momentos. Eso es lo que más me gusta, el hecho de saber que puedo contar con mi grupo cuando las cosas me salen bien. Porque eso, creo yo, es lo más difícil de todo. Y también, y no menos importante, el hecho de que son mi sostén.
Yo sigo por ustedes, evito las caídas, y cuando no puedo evitarlas, siempre tengo una mano que me levanta. Si yo no las tuviera, hoy no sé cómo estaría. Esos abrazos tan en el momento justo, imagino se habrán dado cuenta la necesidad que tenía cuando sucedieron. No tengo manera de exteriorizar la forma en la que me siento, lo mucho que me duele despertarme todos los días y darme cuenta de que perdí una gran parte de mi. Pero lo que me hace levantarme de la cama con una sonrisa es el hecho de estar segura de que nunca me van a faltar. Con ustedes puedo ser yo, sacar lo mejor de mi y potenciarlo por mil.
Me guían, me devuelven al camino. Y lo más importante, creen en mi. En lo que soy, en lo que me gusta hacer. Me frenan, me aconsejan, sigo siendo la abuela, la más grande, pero nunca paro de aprender, me enseñan todos los días. Soy lo que quiero ser, sólo porque tengo su aprobación.
Una amistad fuera de los límites, una alegría constante, una facilidad para entendernos, para emparcharnos cuando estamos mal. Para hacer de todas una sola.
Mi herida anterior, de la que hablamos mil y una veces, cerró recién cuando pude estar con ustedes y contarles cada segundo, cada sensación. Cuando pude abrirme y contarlo todo como nunca lo había contado, cuando con ese silencio atento y esas lágrimas que caían de sus ojos me dijeron todo. Fue ahí cuando supe que esto es para siempre.
Somos mucho más que amigas, somos hermanas. No sé decir lo mucho que las amo, la forma en la que hacen que el dolor pase a un segundo plano cuando hablamos.
¡Y ni hablar de nuestra capacidad para conversar de cuatro cosas distintas al mismo tiempo y aún así entendernos!
Son de lo mejor que tengo. Una de las cosas más importantes en toda mi vida.
Son mías, somos una.
Las amo para siempre Culisueltas.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Te extraño con todo mi cuerpo.

Otra página en blanco, otro ritual, otra vuelta.
El pecho oprime, desde adentro el grito ahogado puja por salir.
Quiero volver, quiero dar media vuelta y viajar al pasado.
Quiero que estés ahí, ahí para mi.
Necesito que me deje de doler.
El frío se tiene que ir.
La soledad, la maldita soledad que siento a cada minuto.
Una desazón que me persigue.
Una lágrima que no puede ni sabe brotar.
Y un dolor que no tiene nombre.
Agudo.
Frío.
Desesperante.
Incansable.
Quisiera poder dormir.
Encontrarte en mis sueños.
Que me cuentes cómo estás.
Sé que tengo que dejarte ir, lo sé.
Pero todavía no puedo.
No me sale.
No puedo dejarte ir.
Sos mío para siempre.
Me siento monotemática.
Pero cruzás mi mente todo el tiempo.
Venís a mi con tu sonrisa.
Me estoy volviendo loca.
No quiero estar sola.
Necesito un abrazo.
O mil.
Hiperventilo.
Me nublo.
Te extraño con todo mi cuerpo.

Me duele tanto que ni siquiera puedo escribir un texto completo, me quedé sin palabras, sin ganas, sin fuerzas. Necesito volver. Ser yo, la de siempre. Con la chispa que acompaña. Necesito sentirme bien, quiero llorar. Cantar hasta que ya no me quede nada de voz. Quiero liberarme de esto. Por favor. Necesito que el calvario se termine, para poder dejarte ir a volar por una galaxia lejana. A que las luces brillantes te guíen y después me puedan mostrar el camino a mi para cuando vaya a reencontrarme con vos. Nunca me vas a dejar y jamás voy a poder olvidarte. Jamás.

jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Cómo se hace?

Es como si todo estuviera en silencio. Como si la luz se hubiera apagado. Como si ya no quedara nada.
Siento que estoy viviendo en piloto automático, porque ya no me queda nada por esperar. Nada que me pueda sorprender, nada que me pueda devolver la esencia. Y es muy triste. Ponerme a pensar en todo lo que perdí y creer que hay más perdido que ganado. Pero es una realidad que, en mi corta vida, los golpes han sido más que numerosos.
Y no sé cómo seguir. Acostumbro a dejar que nada me lleve por delante, a entender todo, a solucionar los problemas rápidamente. Pero esta vez no puedo. Siento que la fuerza se me terminó, que no queda nada. Ya no hay nada.
¿De qué me sirve la vida si no puedo verte? Si todo lo que quiero se rompe, desaparece. Me da miedo acercarme a la gente, hacer nuevas amistades. ¿Para qué? Si todo se termina... Peor aún, no quiero estar así. Quiero volver a ser yo.
Y yo sé que no te gustaría verme así, tanto como a mi me gustaría poder volver a verte reír. Hacer tus locuras, tratarme con desprecio para intentar que yo crea que no me querés. Y todo a lo que me habías acostumbrado. Pero siento que mi alma salió corriendo y ya no quiere volver. Como si una parte de mi se hubiera ido con vos, y esta parte (casi tan enorme como tu corazón), es demasiado grande como para dejar vivo algo de mi.
Es como si ya no tuviera esperanzas, como si todo lo bueno que tengo y conozco fuera tan frágil que ya no valiera la pena creer en algo mejor. No tiene sentido. Lo que pasó no tiene sentido, sentirme así no tiene sentido. Y lo que más me afecta, lo que más nerviosa me pone, es el hecho de no entenderlo. De no procesarlo. No puedo terminar de procesar el hecho de que ya no estás, no lo creo, o no lo quiero creer.
Y me doy cuenta lo mucho que esto me afecta. Me está comiendo por dentro. Quiero poder llorarte para empezar a sanar un poco la herida.
Por momentos me atrevo a pensar que de hecho no me duele tanto y la sola idea me revuelve el estómago. ¿Cómo no me va a doler? Me siento culpable, como si hubiera hecho algo malo. Pero la realidad es que pensarte me da risa, hasta el hecho de que hayas desaparecido en forma física para siempre me da risa. Y eso es prueba fiel de que todavía no entendí nada.
Siento un puñal que se clava en lo más profundo de mi cuerpo. No puedo seguir así, no puedo. Estoy partida al medio.
Quiero poder llorar, gritar, revolear cosas, patalear, que me tengan que agarrar y llorar por mucho tiempo más.
Me lo merezco, merezco empezar a sacar la angustia de adentro.
¿Cómo se hace?

domingo, 2 de septiembre de 2012

Esperame.

No tengo palabras para describir el estado en el que me encuentro. No sé si hay algo que pueda decir. No termino de caer, es como si tratara de entender dónde estuve hoy todo el día pero igual no llegara a hacerlo. Estoy perdida. Es difícil saber si tengo la fuerza necesaria para sobrellevarlo, pero confío en que vos me la vas a dar. Estoy destruida, de verdad no sé qué hacer. Las horas no me pasan, no puedo dormir, apenas puedo comer.
Tengo el alma vacía, estoy seca y no encuentro respuestas. Te extraño con todo el cuerpo, con cada sensación. Y eso que todavía no lo asimilé. Llevo despierta una innumerable cantidad de horas porque simplemente me da miedo soñar. Me da miedo despertarme mañana y darme cuenta que no te voy a poder volver a ver. Me da miedo aceptar que te fuiste porque cumpliste tu misión en la tierra.
Nunca había tenido tantos sentimientos encontrados, mucho menos la angustia de no entender, de no poder creer lo que pasó. De cómo te esfumaste de un segundo a otro.
Cuando me enteré de lo que estaba pasando el jueves, no pude parar de temblar durante más de dos horas. Tuve que comunicar lo que había pasado y sacar toda la buena onda posible. Y tengo que admitir, amigo, que cuando te fui a ver el viernes me asusté muchísimo. Me dio mucha impresión verte así, tan vulnerable, y yo parada a tu lado sin poder ayudarte, inútil. No me salió más que decirte un par de palabras y ponerte una canción de Los Totora que tanto te gustaban.
Pero ayer, ayer cuando entré sola, pude estar mucho más calmada. Hablarte más, te canté, te pedí que no te rindieras y creo que eso es lo que hiciste. Porque nada te iba a sacar tu esencia, tu personalidad, tu chispa, y esa luz tan propia y particular. Una luz de la que nunca me atreví a hablar. Eras puro, de alma y cuerpo.
Y no sé cómo se sigue ahora, mucho menos yo que vengo siendo golpeada una y otra vez, ya parece un chiste. Y lamentablemente tengo que decirte, que aunque sé que me cagarías a pedos y me dirías "DEJÁ DE LLORAR!", todavía me falta mucho. Me quedan muchas lágrimas que tengo que desagotar. Aunque tenga muchos momentos en los que me ponga a pensar en lo genial que era convivir con vos en ese aula. Tus ocurrencias, tu forma particular de hacer reír a todos.
Me duele, me duele como hace mucho no me dolía. Tengo un vacío tan grande, una necesidad tan fuerte de abrazarte y no soltarte nunca, ni aunque me dijeras que ya te tenía podrido.
Te amo y no sé qué hacer con esto. Sos parte del viento, y ese viento hoy me hizo saber que vas a estar para siempre al lado mío. Cierro los ojos y te veo reír en mi mente, te veo ponerte a cantar Arjona con todos los pelos despeinados y mucha pasión.
Acompañame siempre desde dondequiera que estés, por favor te lo pido. Dame la fuerza amigo, damela vos porque yo no sé de dónde sacarla.
Acabo de caer, mientras escribía. No puedo seguir.
Te amo para siempre. En cualquier parte. Esperame, esperame porque nos vamos a volver a ver.

sábado, 28 de julio de 2012

Escapar.

Si pudiera dejarlo todo atrás. Si fuera fácil, si tuviera la oportunidad de cerrar los ojos y olvidarlo todo para siempre. Como si nunca hubiera pasado. ¿Tendría la posibilidad de vivir distinto? ¿De pensar distinto? ¿De ser distinta?
Si pudiera elegir, ¿tendría el valor de borrar todo lo que me molesta? Lo que me hace pensar que siempre estuve haciéndolo todo mal. Que todas mis decisiones fueron tomadas en vano. Que NO sé quién soy. Que me da miedo descubrirlo, me da miedo adentrarme en lo más profundo de mi ser. Creo que porque lo que me da aún más miedo, es lo que puedo llegar a encontrar. No tengo fuerzas, me quedé sin ideas. Ya no sé cómo escapar. De mi.
Es como si mi mente se hubiera cerrado para siempre y no pareciera haber una salida posible. Siento que no soy quien quiero ser. Hay dos partes de mi. Y es una sola la que dejo ver. Pero lamentablemente, es la otra la que creo me identifica más. Y no sé cómo cambiarlo. ¿Cómo elegir? No puedo simplemente cambiar el chip y seguir. No se puede. No puedo ni siquiera imaginar qué es peor. Vivir usando una careta que no me corresponde, que no me identifica. O sacarlo todo y que se destruya todo lo demás.
Siento como si estuviera en el ojo del huracán. En el peor momento. Y lo peor, lo más triste, es que no me pasó nada. No tengo nada de qué quejarme. Sólo de mi. No estoy segura de lo que va a ser, de lo que voy a hacer, de lo que llegaré a ser algún día. Sólo puedo soñarlo. Pero sí hay algo de lo que puedo estar segura. Sé lo que no quiero ser.
Quiero sacarme la tormenta. Quiero escapar. Quiero salir. Necesito salir.
¿Se puede?
¿Alguien sabe cómo?
Me come la oscuridad, me carcomen los demonios, cierro los ojos y no puedo ver más allá. Siempre pude.
Se me apaga la luz y no veo bien. No quiero ser presa de esto, no quiero estar atada a esta realidad. Necesito un rescate, alguien con un paraguas que saque de encima mio esta lluvia, porque estoy empapada y tengo frío. Alguien con una linterna que me deje ver lo que hay adelante, para evitar que me siga golpeando contra todo. ¿Dónde está mi salvación? ¿Por qué tardará tanto?
Necesito los brazos que contengan la angustia, que me lleven a un lugar mucho más seguro y real.
Un escape, seguro es un escape.

jueves, 19 de julio de 2012

La sed. Mi ritual.

Escapar no es una opción. No puedo abrir la puerta y simplemente correr en la dirección contraria. No puedo. (¿No quiero?)
El sudor cae por el costado de mi cara, mis manos no podrían estar más mojadas. Pero intento sostener el lápiz para que no se deslice y sigo. Quiero escribir tan rápido y soltarlo todo que no puedo evitar equivocarme un poco mientras avanzo. La letra aparece corrida, por un momento los ojos pierden el foco. Pero no necesito ver, sólo tengo que sentir. No se apaga la sed, pero aminora la desesperación. Siento al sufrimiento apartarse de mi. Se aleja. Y con un movimiento ligero de cabeza lo despido, con deseos de que sea para siempre. Esperando que no quiera volver. Volver con el único fin de arrancar de mi lo mejor que tengo. Mi cable a tierra, lo único que me mantiene en pie.
Mi escape. Porque es la función que cumple éste ritual. Que es único, que es mío, que nunca nadie vio. Ese momento en el que mi mente pasa a un estado superior de conciencia. Donde lo que me rodea desaparece por unos instantes. Esos segundos en lo que mis ojos no necesitan al parpadeo constante, no necesita mi cuerpo de la respiración. Donde se produce agitación. La excitación. Ese calor y con él la transpiración. Que le da el toque justo, que me trae la satisfacción de siempre. Ese sabor conocido. Una sensación que no me produce ninguna otra cosa.
Y podría escribir sobre cualquier cosa, pero no lo necesito. Es ésta santa ceremonia la que quiero resaltar. La que viene y muy pocas veces se va. A la que soy adicta. ¡Y no tengo problema en admitirlo! Soy adicta al estado más puro de mi. A ese, llamémoslo orgasmo, que se sucede dentro mio cada vez que soy jodidamente libre.
Y vuela mi mente. Ahora que la sed está un poco más apagada. Una vez que me dejé comer por los demonios que tengo dentro. Después de haber sido consumida por mis llamas interiores. Puedo levantar la cabeza y sonreír. Puedo asegurar que llegué al punto justo. Que siento cómo el alivio se lleva por fin al resto de la desesperación que quedaba. Y bailo por el papel. Con John Mayer que me acompaña sonando de fondo. Y poniendo todo de nuevo en su lugar natural.
Me siento plena. Aunque nada de lo que me estuvo pasando en estos días de desazón constante pueda apoyar al sentimiento momentáneo. Porque sólo me estuve sintiendo asquerosamente mal. Y no creo que sea culpa de nadie, sólo mía. Por querer mentirme, engañar al ser pensante que hay adentro mio.
Porque me gusta creer que soy capaz de lidiar con todo. De perdonar, de olvidar, de ver cómo la historia se repite delante de mis ojos y cómo bajo la cabeza y lo acepto. Como si lo mereciera. ¿Lo merezco acaso? Pero no quiero pensarlo más. Quiero quedarme con lo mejor de mi ritual y dejar lo amargo para después.
Los ojos vuelven a su estado normal. El sudor deja de brotar en mis manos. Se normaliza el latir de mi corazón. Y mi respiración quiere volver al curso habitual. Se apaga la sed. Vuelvo a mi cuerpo. Y así, concluye nuevamente mi ritual. Dejándome tirada en la cama. Rendida. Sin energía, con mucho sueño, pero sumamente feliz. Con la plenitud a flor de piel. Como si no importara nada más. A la espera de la próxima necesidad. Del siguiente ataque de sed. Esa sed que aunque ardiente y rasposa, logra sacar lo mejor de mi.

miércoles, 27 de junio de 2012

Por siempre parte de mi.

Vengo con una seguidilla de sentimientos encontrados bastante importante. En tres días, terminé con el sufrimiento que me producía la categoría inmerecida en la que estaba mi equipo y me despedí de una parte de mi.
Con respecto a lo primero, me atrevería a decir que no hay mucho más que agregar. Pasé momentos de muchos nervios, de mucha tensión y que pude descargar al grito de los goles. Después simplemente me vino la felicidad que tanto deseaba y no pude hacer más que saltar y cantar, con los ojos llorosos de la emoción que me produjo que mi equipo recuperara lo suyo.
El segundo de los sentimientos, esto de haber despedido a una parte de mi, tiene que ver pura y exclusivamente con la separación de la banda de Casi Ángeles. Muchos pensarán que es una estupidez, que ya estoy grande, o que son muy malos. Yo, y no tengo ningún tipo de vergüenza en decirlo, considero que son una de las mejores cosas que me pasó durante la adolescencia. Me acompañaron durante la mayor parte de la secundaria, con problemas comunes, con dudas comunes, y con ellos me pude identificar por casi 6 años. Y bueno, fiel a mi esencia, fui a encontrarme con ellos el domingo por última vez. Un poco con la excusa de llevar a mi hermanita, pero con las verdaderas intenciones a flor de piel. Y me senté y con muchos nervios los esperé, como si hubiera sido la primera vez. Me sentí una nena cuando se apagaron las luces y se encendieron todas las del escenario que decían TEENANGELS, El Adiós. Y en ese momento, justo cuando empezaron los griteríos, entendí que esa ceremonia se iba a llevar una parte de mi para siempre. Y que ahí, en ese momento, en ese lugar, iba a dejar mi corazón. Me emocioné como todas las veces, me reí, canté, grité, hice todo con la felicidad de siempre y con la tristeza de saber que no lo iba a poder hacer nunca más. Me dejé llevar, me transportaron por los cuatro años de programa y los dos años que siguieron ellos como banda. Como si fuera en un túnel del tiempo, me dejaron volver a verlos chiquitos, y todo el desarrollo que hicieron, el mismo que hice yo. Y poco a poco se fue cerrando el capítulo, se fueron apagando las imágenes, se fueron despidiendo para siempre. Obviamente no saben quién soy, obviamente no los voy a perseguir por ningún lado cual fan desesperada, por eso sé y supe que ésa fue la última vez. Y siempre van a ocupar un lugar enorme no sólo en mis recuerdos sino también en lo que soy hoy. Porque, fuera de joda, me sacaron muchos miedos. Porque cuando ellos estaban en la tele, se paraba el mundo durante un hora, y cuando no lo podía ver, lo grababa, o lo miraba después por internet. Y es super fuerte pensar que todo eso queda atrás, pero yo dejo una parte de mi, aunque siempre se queden conmigo. Me la re banco y digo que me puse sentimental por CASI ÁNGELES. Pero son lo que soy. Mis sueños, mis esperanzas, mi adolescencia. Y nadie me va a poder decir que mi sentimiento no tiene valor, porque nadie lo vivió como yo ni se identificó de la misma manera. Son míos para siempre. Gracias por tanto, por tantas risas y las lágrimas también. Gracias por haber crecido conmigo. Es imposible evitar sentir esto. La nostalgia que me acompaña y ustedes que me dejan. Y prefiero recordarlo así, es más fácil despedirse. Son parte de mi vida, de mi corazón, bajó el telón pero yo los llevo para siempre.
Aunque decida tirar las revistas, me quedo con su música, con sus videos. Me quedo con cada tarde que pasé, con los 500 capítulos que me hicieron emocionar. Con todo. Por siempre parte de mi.