domingo, 18 de diciembre de 2011

Los muros caerán.

Siempre es más fácil al principio. Generalmente, cuando las cosas comienzan, todo marcha sobre ruedas. Como en la vida. Es mucho más fácil ser feliz cuando se es pequeño. Cuando éramos bebés, éramos fáciles. Era así de simple. Teníamos todo al alcance de nuestras manos, porque un llanto significaba que teníamos hambre, otro llanto, que estábamos cansados. Y todo se solucionaba en un abrir y cerrar de ojos. Todo mejoraba con el escuchar la voz de mamá. Todo podía sacarnos una sonrisa. Porque es sólo cuando somos más grandes que nos volvemos difíciles. Empezamos a esconder nuestros sentimientos, a levantar muros. A querer ser fuertes, a creernos amos y señores del mundo entero. Y a pretender que todo está bien. Hasta que llega el punto en el que nunca sabemos la verdad, ni sobre nosotros ni cómo piensa o siente alguien. Porque actuamos, porque es más fácil decir que no nos pasa nada que enfrentarnos a la verdad. Y tener que exteriorizar todo eso que nos hace mal. Y sin quererlo, nos convertimos en maestros del disimulo. Reyes de la actuación. Porque no siempre es fácil decir lo que pensás. Si algo te molesta, o te pone mal. A veces necesitamos ser forzados a hacerlo. A contar todo. Y sentimos que es mejor guardarse las cosas para nosotros mismos. ¿Para qué complicarnos la vida si podemos hacernos los tontos y seguir adelante? Incluso cuando el dolor es muy fuerte. Justo cuando te falta el aire, cuando sentís que el pecho se oprime al punto de volverte loco. En ese momento, levantás la cabeza y guardás el secreto. Y como quién no quiere la cosa, encontrás la forma de hacerte feliz. El problema con esto es que, la felicidad es pasajera. Se convierte en un momento que no recordás, del que no tenés registro en absoluto, porque no lo considerás importante bajo ningún concepto. Y cuando mirás para atrás, cuando querés hacer un balance, de tu día, de tu mes, de tu año, no podés encontrar momentos que resalten, momentos plenos. ¿Y cómo podés dar un balance bueno de algo que para vos no fue fuera de lo común? Entonces, presionamos. Yo presiono. Creemos que en el momento en que dejemos de presionarnos, algo terrible sucederá. Algo que no podremos ver venir. Y con la presión, queremos ser los mejores, queremos ganar, queremos ser recordados por nuestros logros. Nos arriesgamos, porque no nos queda otra. Vemos una oportunidad y la tomamos, o por lo menos intentamos tomarla, cuando nos dejan. Y muchas veces, nos eliminan de este juego que es la vida. Este juego de rol en el que nosotros elegimos nuestro personaje, el atuendo, las armas, los poderes especiales, el carácter. Y cuando no nos eliminan, la luchamos. Porque, con todos esos muros a nuestro alrededor, a veces se nos complica ver la salida. Ver el mejor camino, encontrar la mejor forma de seguir adelante. Y nada, nos dejamos estar. Y cuando menos lo esperemos. BUM! Meteremos un gol. Y todo se pondrá en su lugar. Se irá la opresión, volverá el aire, los muros caerán, nos sacaremos las máscaras de disimulación para volver a ser simplemente nosotros.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Hoy nos despedimos.

Hace 5 años entramos por la puerta sin saber qué esperar. La profesora Silvia, quien nos recibió, compartió con nosotros una charla sobre los miedos. Muchos, en ese momento, teníamos miedo de perdernos en el colegio, de no saber por dónde arrancar. Ella nos explicó el por qué de todo lo que venía y que no valía la pena estar asustados porque siempre nos iban a guiar. Sus palabras nos dieron seguridad, y las llevamos como bandera desde ese momento. Y creo que hoy tenemos un poco de miedo de egresar, por lo menos yo tengo ese miedo. Porque lo que me dio este colegio, es algo que no voy a recibir en ningún lado. Tal vez sea sólo una coincidencia, pero hoy, pudimos despedirnos de la profesora, y ella de nosotros, en un día en el que todos terminamos un ciclo, porque ella, se despide de su carrera con nosotros. Podría decir que en este día se termina una etapa, pero la verdad es que hoy empieza algo muy distinto. Hoy nos hacemos adultos. Dejamos de ser futbolistas y princesas para convertirnos en universitarios. Decidimos dejar atrás la niñez y con ella el colegio, la secundaria, las materias que nos gustaron, las que no, las llegadas tarde, el miedo de quedarse libres hasta el último día. Y dejamos atrás todas las comodidades que da la rutina, de saber siempre a qué hora entramos y a qué hora salimos, de que nos digan la fecha de una prueba muchísimos días antes para terminar estudiando la noche anterior. Pero lo más difícil de terminar, de cerrar esto para siempre, es el hecho de no volver a vernos todas las mañanas. Dejar de compartir los malos humores multitudinarios que se hacen comunes cuando uno duerme poco y se levanta muy temprano. Dejamos atrás las risas colectivas. Y nos llevamos con nosotros recuerdos inolvidables. Desde las voces de Alicia y Horacio a las 7 y media de la mañana recordándonos que les debíamos el cuaderno o que teníamos un aro en la oreja que no correspondía. Hasta las clases con los profesores, todas únicas y diferentes, pero siempre llenas de momentos divertidos. Clases que nos dejaron no sólo el aprendizaje normal de cualquier escuela secundaria sino también muchísimas experiencias compartidas. Enseñanzas que seguirán con nosotros por el resto de nuestras vidas y que siempre agradeceremos a ese grupo de valientes que se pararon día tras día al frente del aula para inculcarnos todo lo que sabían. A ellos, muchísimas gracias. Y es muy difícil esto que tenemos que pasar, esta ceremonia que va a dejar todo atrás. Porque fueron 5 años para algunos de nosotros. 5 años en los que crecimos, no sólo algunos centímetros (yo mucho menos que todos los demás), sino también a nivel personal. Formamos nuestras personalidades, nuestras opiniones, llegamos a hablar de política dejando atrás las discusiones sobre programas de televisión, bueno, no tan atrás.
Pero lo más importante que me dejan estos 5 años es el hecho de habernos hecho amigos, algunos más, otros un poco menos, con todo lo que eso implicó, pero que terminó dando como resultado un grupo increíble. El viaje a Bariloche inolvidable para algunos de nosotros, y bueno, absolutamente todos los días de la semana juntos. Y como amigos terminamos hoy, como amigos vamos a recibir nuestros diplomas, a ver nuestros videos, y como amigos, como muchísimo más que compañeros, vamos a cruzar las puertas del colegio y como amigos vamos a continuar la vida juntos. Terminamos nuestro último año, lleno de adversidades, de momentos buenos y algunos malos, pero siempre mirando a la meta, hacia al final. Contando los días para dejar de venir al colegio, pero que tarde o temprano un poco vamos a extrañar. Pero personalmente, lo que nunca voy a extrañar va a ser la desesperación matutina de no encontrar los zapatos o la chomba. Hoy colgamos la corbata, las medias rojas, el sweater azul, hoy por fin, todos estos años de esfuerzo (por no llegar tarde), terminan. Y no nos despedimos, prometemos volvernos a ver, cumplir con el "que no se corte", y entre besos, abrazos y fotos, terminamos una etapa y abrimos mil más. Mil caminos, mil oportunidades. Nos abrimos a la vida, dejamos las cuatro paredes para encontrarnos con todos los laberintos, que si somos sabios, vamos a saber cruzar.
Y quiero agradecerles, a ustedes, por haber hecho de mi secundaria algo inolvidable, por haber hecho que olvidara las muchas cosas que no me gustaban, por haber creído en mi en muchísimos momentos, y por haberme dado un abrazo en el momento justo, y ustedes saben bien a lo que me refiero, y a lo complicado que fue este año para mi. Gracias de verdad a todos por haberme hecho tan feliz y por haberme regalado cada una de sus sonrisas, que me las llevo para siempre. Gracias por tanta luz. Los quiero.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Que las luces te guíen.

Últimamente estuve pensando mucho en vos. Numerosos recuerdos se me vinieron a la cabeza. Me acordé de tu sonrisa, de tus dientes tan blancos como la nieve, siempre perfectos. Pude verte saltando. Pude escucharte tocar el piano como todas las mañanas en el colegio, y mi voz acompañando bajito el ritmo de lo que hacías sonar. Te escuché pelearme por Jacob y Edward, bajé las escaleras de madera y te vi como el último día que entraste al Rawson, de camisa y corbata, esperando tu diploma. Y con todos los recuerdos, con todas las cosas, recordé lo mucho que te extraño. Las ganas que tengo de volver a escuchar tu risa, que siempre fue tan particular, son indescriptibles. Porque hay veces en las que quiero que llegue tu abrazo, que quiero poder contarte lo mierda que está hecho el colegio ahora y la suerte que tuviste de haberte ido antes. Por lo menos ahora puedo entender que no estás, pero que de alguna manera siempre me vas a acompañar en mis recuerdos. Porque mi mente viaja sola, mi imaginación es infinita. Y cuando el viento me despeina, cuando siento la vida dar vueltas como un remolino por mi cara, automáticamente me conecto con vos. Y con todo lo bueno que siempre me diste. Haberme despedido de la ONU pensando en vos, en cada pasillo que recorriste, en cada asiento en el que te sentaste, el micrófono que usaste, el estrado en el que te apoyaste para intentar convencer a un grupo de pibes de que Libia capaz no era tan mala, mucho antes de todo el quilombo de ahora. Dicen que cuando uno vuelve a hacer todas las cosas que solía hacer con ese alguien que extraña, después deja de doler. Y espero que llegue a ser así. Todavía me quedan un par de cosas, quiero encontrar la compañía perfecta para comer Twistos y tomar Fanta, para caminar por esas calles de Recoleta escuchando tu voz en cada esquina. Hacer ese recorrido en el 124, comer mis papas fritas con la salsa de tu ensalada. Y ser felices. Porque lo fuimos en todo momento. Nos disfrutamos siempre amigo, como tenía que ser. Con frío, con calor, en cualquier lugar, no nos importó jamás. Y siempre vamos a ser amigos. Porque estas amistades, que uno lamentablemente las termina de notar cuando ya es un poco tarde, van mucho más allá de lo físico. Siempre vamos a ser amigos, siempre te voy a amar, siempre te voy a ver cada vez que cierre los ojos, y voy a saber sentirte todas las veces que el viento frío me pegue en la nariz. Cada vez que sienta fría la cara, cada vez que la vida vuelva a mi, vas a estar conmigo. Porque nunca voy a dejar de extrañarte, pero sí merecés que te deje ir. Que te deje descansar y volver a vivir en mis pensamientos. Porque mis lágrimas, cada una de ellas, cae como consecuencia de la increíble felicidad que le diste a mi corazón con tu presencia. Gracias por haber pasado por mi vida, gracias por haber tocado mi corazón, por haberle enseñado (sin quererlo) tantas cosas a mi alma. Espero que encuentres tu camino, o que ya lo hayas encontrado, que las luces te guíen siempre, porque nunca dejaste de irradiar tu propia luz. Único en tu especie. Siempre, pero siempre, voy a escuchar tu risa. Pase lo que pase. Siempre Fran.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Cuando se acaben las palabras.

¿Qué pasará cuando ya no queden palabras? Cuando ya nadie sepa cómo expresarse. Cuando ya se haya dicho todo. Cuando hablar ya no tenga ningún sentido. Cuando absolutamente todos empiecen a sentir que no hay propósito por el cual liberarse de ciertas presiones. Porque hablar aligera el peso que llevamos. Hablar hace que podamos compartir todo eso que nos tiene mal, o aquello que nos hace realmente felices. Tendemos a necesitar esto. Escuchar, ser escuchados. Los amigos, los amigos son el pilar más importante para muchos de nosotros. Los amigos, esa familia que elegimos, que deseamos estén con nosotros para siempre, son nuestra fuente de energía. Y las palabras, las hermosas palabras, lo que nos comunica con ellos. Si se acabaran las palabras... ¿Cómo haríamos para entendernos? No se me ocurre cómo seríamos capaces de seguir en esta tierra. Pisando un suelo carente de imaginación, carente de sentido y de comunicación. Y cuando las palabras se acaben, cuando ya no quede aliento, cuando la respiración ya no pueda ser escuchada, nada va a quedar de nosotros. Todo lo que solíamos ser se reducirá a la verdadera nada. Y no sé si lo vamos a extrañar, si tomaremos conciencia de todo lo que nos estaremos perdiendo. No sé si llegaremos a entender algún día que las palabras no son sólo sonidos que salen de nuestras bocas. Si podremos apreciar que a veces una palabra vale más que un millón de imágenes. Si amaremos hasta el cansancio este don que sacamos de algún lado. Si podremos entender que las palabras pueden expresar absolutamente todo si se las elige bien. Porque cuando no queden más palabras, cuando se acabe la voz, cuando dejemos de escuchar, no habrá posibilidad de dar vuelta atrás. No podremos arrepentirnos. Cuando se acaben las palabras, se irá con ellas todo lo que somos. Todo lo que representamos.

sábado, 29 de octubre de 2011

Ninguna expectativa podrá con ello.

Es difícil. Me atrevo a decir que más que difícil, esto es extremadamente confuso. No sé cómo empezar. Lo único de lo que estoy totalmente segura es de que quiero escribir. Hace varios días que intento encontrar un por qué a mi tormenta de sentimientos, a mis (pocos) momentos de felicidad y a mis (muchos) momentos de enojo y tristeza. Es algo que quiero pero no puedo explicar. Y supongo que algo tendrá que ver con esto de estar terminando una etapa. Pero es algo de lo que yo esperaba muchísimo más y que, lamento admitir, me está decepcionando bastante. Estudiás, te preparás, esperás. Meses y años que te llevarán a un día. Eso es lo que yo estaba esperando. El día en que das un paso adelante. El día en que tenés que decidir tu vida en un formulario, o el principio de ella. Y ese día tenés que estar preparado para cualquier cosa. Y eso hacés. Te sacás una foto tamaño carnet, fotocopiás las primeras dos hojas de tu documento, pedís un certificado en el colegio y vas. El día que te designaron por la letra de tu apellido, te presentás ante unos extraños para llenar la ficha con los detalles de lo que querés para tu vida.
Pero hay una cosa para la que nunca estás suficientemente preparado. El día en que das un paso atrás. El día en el que te volvés a replantear todas estas cosas. En el que no podés creer que tu rutina está a dos meses de terminar. Pero bueno, a veces sucede en un instante. El momento en el que nos damos cuenta que somos amos y señores de nuestras vidas y nuestras decisiones. Que todo, absolutamente todo, depende pura y exclusivamente de nosotros mismos. Y damos un paso hacia adelante. Nos convertimos en líderes. Y bueno. Vemos un camino a seguir. Donde no había nada, vemos un camino y lo tomamos. Y seguimos. Incluso cuando no tenemos idea de a dónde vamos. Sé un adulto. La gente lo dice todo el tiempo. Es algo que se repite una y otra vez, que llega a perseguirnos, a reinar cada uno de nuestros pensamientos. ¿Pero qué significa eso? ¿Se trata de fuerza? ¿Se trata de sacrificio? ¿Se trata de ganar? Es una respuesta que nadie nos puede brindar. Es algo que nos enseñan que tenemos que descubrir por nuestra cuenta. Pero, quizá es más simple que eso. Quizá tenga que ver con un equilibrio. Quizá hay que aprender cuándo NO ser un adulto. Porque a veces, a veces hace falta un adulto de verdad para poner de lado su ego, admitir la derrota, y simplemente empezar de nuevo. Para ser un adulto hay que aprender que hay mucho más en la vida aparte de la diversión del momento. Que no todo es ganar o perder. Y que las consecuencias, a las que estamos acostumbrados a olvidar y de las que no dejamos de escapar, pueden perseguirnos toda la vida. Y no sé si me quiero exponer a todo esto. No sé si voy a poder ganarle a todas las cosas que se van a presentar. No sé si voy a ser más fuerte que cualquier obstáculo. Pero no me voy a rendir. Voy a salir adelante como sea. Peleando con uñas y dientes en todo momento. Porque ninguna expectativa puede evitar que lo que hay, no pueda llegar a ser mejor que lo esperado. O eso quiero empezar a creer.

jueves, 27 de octubre de 2011

Caída libre.

A nadie le gusta perder el control. No hay nada peor que eso. Para mi, es un síntoma de debilidad, de no estar capacitado para lidiar con algo o alguien. De no poder. Aún así y por mucho que pese, hay veces en las que simplemente no podes evitarlo. Es como que te encontrás envuelto en un mar de nada. Donde todo lo que te rodea no te convence. El mundo intenta venderte algo que no querés ni podés creer. Y te supera. Los problemas y las ideas empiezan a pesarte en la cabeza hasta el punto de llevarte a la desesperación, al borde de la locura. Y no ves salida. No parece haber salida. Cuando el mundo deja de girar y te das cuenta que tu nada puede salvarte, creás una carcasa. Un mecanismo de autodefensa para mantenerte separado, totalmente alejado de la realidad que no querés ver, que no te interesa compartir. Pero es difícil. Mantener la cordura, no perder el rumbo. Porque llega un punto, un momento en el que es inevitable querer conectar con el mundo exterior. Llega un punto en el que sos obligado a conectar, a despertar, a escuchar. Y no importa lo duro que luches, caerás. Porque no hay otra salida, no hay otra forma. El mundo, poco a poco, nos va llevando a todos por el mismo camino. Algunos intentamos salirnos. Pocos pueden. Otros, se rinden. Y eso da tanto miedo como el infierno. La posibilidad de perder la esencia que nos hace diferentes. Ese toque mínimo pero indispensable que te ayuda a gritar “ACÁ ESTOY, Y NO ME VAN A CAMBIAR”. Y te consume. Toda esta puja entre lo que queremos y lo que esperan que hagamos, nos consume. Nos va sacando la energía, justo como me siento yo en este momento. Se pierden las ganas de levantarse por las mañanas. Porque no encontrás un propósito. A mi me cuesta, muchas veces siento que pierdo el rumbo. Muchas veces, no entiendo a dónde voy, pero sí sé a dónde quiero ir. Es difícil, pero es una lucha que nunca pienso abandonar. Aunque me encuentre en caída libre. De hecho, en este momento, siento que no paro de caer. Pero la ventaja en la caída libre, es la oportunidad que das a tus amigos de agarrarte. Y a ellos estoy aferrada. Es por ellos que no termino de caer a la tierra y de romperme la cara contra el piso.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Resaca.

Puedo recordar perfectamente aquel comienzo del 2010, bajar las escaleras del colegio para ir a casa y ver al grupito de "facheros" esperando en la puerta para hablarte y para (si lograban que te quedaras parado para escucharlos) intentar venderte el viaje de egresados. Después de idas y vueltas, de reuniones, de discusiones, firmamos el contrato. Empezamos sufriendo, después un poco lo olvidamos porque total faltaba un montón, pero con cada cuota lo teníamos presente. Terminamos 4to, verano, joda, volvimos. La depresión de volver, de tener que calzarse el uniforme, de pensar en todo lo que (todavía) faltaba para el viaje. Llegaron las camperas de egresados y con ellas un respiro, una sensación de que estábamos avanzando, de que cada vez faltaba menos. Y recibimos una llamada "viajan el 14" y con eso llegó el momento glorioso. Recortar, dibujar, pegar, pintar, cartel a la pared. "BARILOCHE" y todos los días restantes. Fuimos tachando de a uno, nos turnamos, los que quisieron, los que no dejaron a otros porque querían tachar todos, y así, despacio, llegamos al glorioso martes 13. En mi caso, el día de armar la valija, el día en el que hice TODO lo que no había hecho antes, el día en el que entendí que al día siguiente salía el micro que me iba a llevar a Bariloche. Me desperté ese miércoles tratando de recordar qué me estaba olvidando, y lo logré.
Llegué al colegio con una valija un tanto más grande que yo, llena de ropa que al final no usé, pero que creía de suma importancia. Tenía hambre, nervios, felicidad, preocupación, tenía todo al mismo tiempo. Y lo vi venir, vi al micro llegar, verde y enorme "VÍA BARILOCHE". Lleno de caras que desde arriba nos miraban y (seguramente) pensaban en lo estúpidos que nos veíamos desde abajo. Gente que saltaba, que cantaba, con gorros, cotillón, otros miraban con la cara casi pegada al vidrio y sólo unos poquitos sonreían. Se abrió la puerta y aparecieron ellos, la rubia y el negro, dos completos desconocidos uniformados con ropa de Snow. Esos desconocidos que se iban a convertir en esas personas que nos llevaron de la mano al mejor viaje de nuestras vidas. Esos dos que iban a terminar siendo del grupo, Maru y Udi. Subimos y mierda que fue difícil pasar por ese pasillo. Soltando un incómodo "Hola" imposible de ser detectado en tremendo bolonqui. Nos sentimos como hormiguitas en medio de una multitud y con nuestra mejor sonrisa, nos sentamos cada uno en la butaca que pudimos y no hablamos más, hasta como dos horas después. Con un arranque de valentía, empezamos a hablar con las dos chicas que teníamos sentadas atrás, que nos contaron que ellas habían venido tres porque querían viajar y bueno, se habían animado. Y como quien no quiere la cosa, nos fuimos abriendo, compartiendo la vida personal, como si fuésemos amigos de toda la vida. Tuvimos el atrevimiento de cargarlas, de gritarle a los novios por teléfono, de reírnos todos juntos, de pasarla bien desde temprano. Jugamos, discutimos, me saqué el corpiño a la velocidad de la luz, sólo para hacer que el equipo ganara. Y se fue pasando el tiempo, me hicieron cantar, me hicieron sentir increíble. Íbamos llegando, teníamos que conseguirnos un nombre, porque, al ser cinco colegios, si todos nos poníamos a cantar una cosa distinta, nos iban a pasar por encima. Se barajaron distintos nombres y nos convertimos en la maravillosa Resaca. Y con el nombre vino la canción, que más tarde íbamos a corear en el lobby del hotel, todos juntos, como amigos. Y llegaron los apodos y otras canciones, todo eso antes de siquiera llegar a la ciudad de San Carlos de Bariloche. Bajamos, hartos ya de estar sentados y adentro del micro en el que más de uno (no es mi caso) tenía que doblar la cabeza para poder caminar por el pasillo. Cada uno con su valija llegamos a la puerta del hotel que tanto habíamos puteado, el Cambria, ese hotel que se iba a convertir en nuestra casa durante los mejores 10 días de nuestras vidas. Y cuando llegamos, nos encontramos con un personaje particular, alguien que se subió a un cantero y dijo "Hola, yo soy Pablo, me dicen Bigote, Pepe Argento, como ustedes quieran. Bienvenidos a mi casa, manga de PUTOS!" Y se ganó nuestro corazón, o el de la mayoría. Ese mismo día se iba otro grupo, entramos y literalmente no se podía caminar, tardamos más de cuarenta minutos en llegar a las habitaciones, para que en seguida empezaran los gritos que nos iban a acompañar toda la semana. "LA GENTE DE UDI A COMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER! BAJEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN!". Pasó el primer día, habiendo tenido que ir a buscar la campera de nieve y habiendo estrenado nuestras noches barilochenses en Cerebro, al que íbamos a ir dos veces más. Y así nos fuimos acomodando, equipados con la ropa de nieve que nos hacía caminar como robots, personalmente, midiendo 1,56 y siendo un corchito, si le sumaba la mochila parecía un equeco. Y salimos el segundo día, listos para ir a Circuito Chico y Punto Panorámico, y me bastó abrir la puerta del hotel para sentirme increíblemente bien. Fue una sensación que no puedo describir, que no puedo transmitir, la de abrir la puerta y sentir el viento frío, ese que te despeina el flequillo en el momento justo, el viento que me hizo sentir de una vez por todas que estaba en el lugar que tanto había soñado y esperado. Me hizo sentir que estaba viviendo MI viaje. Y la pasamos de pelos, esa noche bailoteamos en By Pass, el lugar que me hizo quedar sin voz por el resto de la semana (cosa que muchos habrán agradecido). Y arrancamos a las 7 de la mañana, ninguno lo podía creer, pero teníamos que ir a esquiar. Equipados, con muda de ropa, lentes de sol y mucho, MUCHO sueño, partimos para el Cerro Catedral. Y entre insultos, fotos y abrazos, empezamos a consolidarnos como grupo, tirándonos un "que puto que sos" seguido de una sonrisa cómplice y que de repente se transformaba en 50 personas gritándole "PUTO" a ese que había sido insultado. ¡QUE CALOR QUE HACÍA EN EL CERRO LA PUTA QUE LOS PARIÓ! Caímos, esquiamos, comimos, nos tiramos nieve, tuvimos sueño y hasta nos deleitamos. ¿Con qué? Y... encontramos un grupito de bobos de Travel a los que les cantamos "POLICÍA POLICÍAAAAA, CUANTOS AÑOS ME VA A DAAAAAAR, POR MATAR A UNO DE TRAVEEEEEL EN EL CERRO CATEDRAAAAAAAAL?". La canción acompañada por una lluvia de bolas de nieve, por supuesto. Tomamos la aerosilla y volvimos, bajando, con la calma, con la sensación de libertad que te puede dar "volar" por encima de unas montañas nevadas, de ver gente chiquitita abajo, de cerrar los ojos y que el viento solo te lleve, de mirar a cualquier lugar y encontrar la paz que Buenos Aires no puede darte, o por lo menos a mi. Nos disfrazamos y nos fuimos a Genux, que varios compartirán conmigo, fue una reverenda cagada, pero bueno, ESTÁBAMOS EN BARILOCHE! Y todo en Bariloche parece mejor, porque nada te importa. Pero al día siguiente y bastante temprano, iba a llegar la mejor excursión de todas. Y si, nos íbamos a Piedras Blancas a andar en culipatín. Nos pegamos altos palos y nos reímos, de unos y de otros, hasta de nosotros mismos, fui tackleada (una vez más) y por supuesto, siempre estuvieron los que jugaron carreras y se mataron en el camino. A la noche, algunos, tuvimos la Aventura Nórdica, que nos encontró a todos con los ojos cerrados, alrededor de un fogón diciendo "MI DESEO FELIZ ES..." y tirando una ramita al fuego con la esperanza de que ese deseo de corazón llegase a cumplirse en algún momento. Esa vez terminamos el día en uno de los mejores boliches de todo Bariloche, esa noche la reventamos en Roket. En las gradas, como si fuese en la cancha, todos bailando, juntos. En el quinto día nos esperaba la primera excursión de barro, en la que no había barro. Vimos uno de los peores shows de música pero le pusimos onda, hasta fui a cantar sin voz, jugamos a muchos juegos, por primera vez al Mareadito. Pasamos una tarde divertida en la que también nos filmaron cantando nuestro hitazo que decía más o menos así: "SOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLO LE PIIIIIIIIIIIIDO A DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS, QUE BETO LA PONGA EN BARILOCHEEEEEEEEE, QUE LA PONGA Y VAAAYA AL FRENTEEEEEEEE, DALE BETO NO LE FALLES A TU GENTEEEEEEEE" y que como segunda estrofa decía: "SOOOOOOOOOOLO LE PIIIIIIIIIIIDO A DIOOOOOOOOOOOOOOOS, QUE QUINCI LA PONGA EN BARILOCHEEEEEEEE, QUE LA PONGA Y VAAAAYA AL FRENTEEEEEEEEEE, DALE QUINCI NO LE FALLES A TU GENTEEEEEEE". Algunos se quedaron y se hicieron mierda en la excursión de las 4x4 y otros simplemente volvimos al hotel, para tener más tiempo para alistarnos para esa noche volver a ir a Cerebro. En el medio de todas las excursiones, los boliches, y de aprovechar cada puto minuto para dormir un poco, nos fuimos conociendo. Llegaron las memorables luchas de almohadas multitudinarias, en las que salíamos 6 o 7 al pasillo a cagarnos a palos y a tocar las puertas de las habitaciones sólo para que el boludo que abriera y todos los habitantes de ese cuarto se convirtieran en las nuevas víctimas. Y bueno, teníamos que ir a andar a caballo, pero en realidad, esa excursión era mucho más que sólo eso. Pasamos la mañana jugando, vimos un show absolutamente genial, de un gordito, cordobés, callado, un tal Bomba. Y como quien no quiere la cosa, de repente estábamos todos llorando. Porque un pelado hijo de puta subió al escenario a hablar sobre la vida, sobre todo y sobre nada, sobre esas cosas que damos por sentado pero que son sumamente importantes, esas cosas que te acarician el alma, esas cosas que te llenan de vida y de felicidad. En fin, cosas de la vida. Nos hicieron cerrar los ojos y conectarnos con esa gente que más queremos, nos hicieron quedar en silencio (escuchando los sollozos ajenos) y entender qué estábamos haciendo en ese momento. Y nos abrazamos, nos quisimos, nos dimos amor, besos y abrazos. Y en ese micro que nos llevó de vuelta al hotel, nadie hablaba, porque no se necesitaban palabras, porque no había silencios incómodos, porque cada uno estaba en la suya y no necesitaba más que el silencio. Algunos tuvimos esa misma noche la Cena de Velas y volvimos a encontrarnos todos en Genux, vestidos de blanco. Y sólo nos quedaban dos días, justo cuando empezábamos a reírnos todos de lo mismo, a tener NUESTROS chistes, los chistes de La Resaca. Y bueno, fuimos a los cuatriciclos, a la tarde al paintball y llegamos para ROMPERLA en Grisu, que tanto lo habíamos estado esperando. De vuelta todos juntos, de vuelta todos amigos, mezclados, los conocidos y los no tanto, los amigos de toda la secundaria y los amigos de cinco días atrás, todos siendo uno. Tanto que había algunos que ponían su mejor cara de malos y la fuerza de su cuerpo para evitar que el pogo nos llevara puestas a las chicas de la ronda. Y nos despedimos en esa última excursión con trineos de ruedas y cemento para terminar de desconcharla en Cerebro, nuestra despedida, en la que el grupo que se la bancó, se quedó hasta que el boliche fue nuestro. Para terminar con el viaje de nuestros sueños. Al que no le cambiaría nada, no le quitaría ni le agregaría nada, porque fue perfecto. Con sus altibajos, con sus (pocos) momentos no tan divertidos, con las peleas de la convivencia, con todo.
Y nos subimos al micro, listos para volver, con el sueño que se notaba en la cara y con la tristeza que azotaba nuestros corazones. Sin Maru, porque ella se tenía que quedar allá a la espera de su nuevo grupo, nos habló, nos dijo todo lo que pensaba de nosotros, algunos emocionados, otros riendo, la despedimos, con gritos, aplausos, besos y abrazos, y por supuesto, cantando la canción que habíamos inventado en el viaje de ida, la canción que decía más o menos así: "LA RESACA LA TIENE BIEN PARADAAAA, LA RESACA LA SABE COLOCAAAAR, LA RESACA NO CRÍA MARICONES, NI PUTOS, NI CAGONES, COMO TODOS LOS DEMAAAAAAAAAS!" y se bajó, con los ojos vidriosos, y nos tocó despedirla desde arriba, gritándole lo mucho que habíamos llegado a quererla. No podíamos creer que ya se había terminado. Y nos dormimos, nos fuimos despertando, nadie duró mucho tiempo despierto hasta lo último, hasta el principio del otro día, el día que íbamos a llegar a destino. Y casi sin entenderlo, estábamos llegando a casa, y en las interminables charlas nos poníamos todos a hablar de lo mismo y a recordar momentos de hacía dos días, porque claro, eso es lo que hacen los amigos. "¿QUIÉN PONE CASA?" gritó uno del fondo, "DALE, HOY SALE PREVIA Y VAMOS A BAILAR A ROKET" contestaron, con nostalgia. Y se fueron bajando, primero las chicas de Baradero, después las chicas del Liceo (mis amigas las putas) y después nos tocó a nosotros. Bajamos dejando atrás a la banda quilombera del La Salle, prometiendo volvernos a ver. Nos dimos besos y abrazos, nos gritamos un poco, y nosotros desde abajo y ellos desde arriba, volvimos a cantar el hit, para despedirnos como llegamos, haciendo lío y cantando todos juntos.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Las cinco temidas etapas.

Hay veces en la vida, momentos, situaciones, sentimientos a los que se nos hace imposible nombrar, ponerles palabras. Podemos sentirnos abrumados, podemos sentir que la vida nos pasa por encima, o algo así. Y los seres humanos tendemos a querer explicar todo, a nombrar todo, pero hay veces en las que eso es simplemente imposible. Según Elisabeth Kübler-Ross, cuando nos estamos muriendo, o sufrimos una pérdida catastrófica, todos pasamos por cinco etapas de duelo.
La primera de ellas, la negación, porque la pérdida es inconcebible, no imaginamos que es cierta. Nos enojamos con todos, enojados con los sobrevivientes, enojados con nosotros mismos. No queremos saber nada con nadie. Repetimos que estamos bien, queremos sacarnos al mundo de encima, que nos dejen de presionar. ¿Por qué todos se meten tanto? Entonces negociamos. Rogamos, suplicamos, ofrecemos todo lo que tenemos. Damos nuestras almas, a cambio de un día más. Una hora más, un minuto más, tan sólo un segundo más. Pero no. Cuando la negociación falla y cuesta mantener la ira, caemos en una depresión, desesperación, hasta que finalmente tenemos que aceptar que hicimos todo lo que pudimos. Por estar con ellos, por sentirnos mejor. Por hacerlos sentir mejor. Y entonces, lo dejamos ir. Lo dejamos ir y pasamos a la aceptación. Por mucho que nos cueste aceptarlo, aprendemos cómo combatir la muerte, pero nunca aprendemos cómo continuarla. Así que simplemente intentamos hacer lo mejor poniendo todo de nosotros. Es difícil encontrarle una explicación a todo esto. Miramos a nuestro alrededor sintiendo cada habitación vacía, cada esquina solitaria, y pasan las horas, pasan los días, y por momentos nos vamos reponiendo. El diccionario define dolor como: "Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Sentimiento de pena y congoja." En el colegio nos enseñan a aprender a confiar en libros, en definiciones, en absolutos. Pero en la vida real, las definiciones raramente se aplican. En la vida real, el dolor puede parecerse a un montón de cosas que se asemejan a una pena aguda. El dolor puede ser algo que todos tenemos en común, pero se ve diferente en cada uno. Lo tomamos distinto, lo aceptamos distinto, incluso lo tratamos distinto. Porque no es fácil lidiar con estas situaciones, cuando la vida te arranca un pedazo del cuerpo para no devolvértelo jamás. Un pedazo imposible de llenar, imposible hacer que deje de doler. Sólo podemos acostumbrarnos al dolor. La muerte, la muerte viene sin pedir permiso, la muerte se lleva lo mejor de nosotros, la muerte se lleva la luz. No es sólo muerte lo que tenemos que enterrar. Es la vida, es la pérdida, es el cambio. Es eso que viene y da vuelta todo lo que tenemos, revuelve todo, nos hace hacer cosas inesperadas, impensadas. No entendemos, no queremos entender, no queremos vivir, ¿para qué si todo lo bueno se termina? Un ataque de nervios. Un ataque de llanto. NECESITO QUE VENGAS Y ME DESPEINES, NECESITO QUE ME AYUDES A ENCONTRAR LA FORMA, QUE ME HAGAS SABER QUE ESTOY ACÁ POR ALGO. AYUDAME A RESPIRAR. Y cuando nos preguntamos por qué tiene que ser tan malo a veces, por qué tiene que doler tanto, lo que tenemos que recordar es que se puede dar vuelta. Así es cómo seguís vivo. Cuando duele tanto que no podés respirar, así es cómo sobrevivís. Recordando que un día, de alguna manera, increíblemente, no se sentirá de esta manera. No dolerá de esta forma. Porque vas a ser capaz de recordar a esa gente con todo lo bueno que te dieron y por ende, todo lo bueno que te dejaron. Porque fueron únicos e irrepetibles, increíbles. El dolor viene en su propio momento para cada uno, a su propia manera. Así que lo mejor que podemos hacer, lo mejor que cualquiera puede hacer, es intentar ser sincero. Con todos, con uno mismo. Lo realmente malo, la peor parte del dolor, es que no podés controlarlo. Lo mejor que podés hacer es intentar sentirlo cuando llega. Darse cuenta, aceptarlo, levantar la cabeza e intentar seguir. Con los ojos rojos, llenos de lágrimas, llenos de dolor. Pero con la frente en alto, como todos quisieran vernos. Hay que dejarse querer y apoyar, dejarse abrazar en el ataque de rabia, dejarse acompañar y escuchar. Y dejarlo pasar cuando podemos. La peor parte es que cuando creés que lo superaste, empieza otra vez. Te toma por sorpresa. Y siempre, cada vez, te quita el aliento. Hay cinco etapas del dolor. Se ven diferentes en cada uno de nosotros, pero siempre son cinco. Negación, ira, negociación, depresión, aceptación.

domingo, 14 de agosto de 2011

Nuestra historia siempre sale a flote.

La gente tiene cicatrices en todo tipo de lugares inesperados. Son como itinerarios secretos de su historia personal, diagramas de todas sus heridas viejas. Algunas de nuestras heridas viejas se curan y dejan sólo una cicatriz, otras no la dejan. Llevamos algunas heridas a todos lados y aunque haya pasado mucho desde que nos cortamos, el dolor aún permanece. El problema es que nosotros creemos que esas cicatrices algún día se van a borrar. Pero nuestra historia nos sigue a dondequiera que vayamos. Podemos ignorarla todo lo que queramos. Pero nuestra historia, con el tiempo siempre regresa y nos persigue. A fin de cuentas, es lo que decide quiénes somos en realidad y nos muestra tal cual. Algunos creen que sin historia nuestra vida no es nada. Y la verdad es que es muy difícil determinar cuánto de verdad hay en esa afirmación. Porque cuando perdemos la memoria, cuando no nos acordamos de nuestro pasado, no dejamos de ser quiénes somos ¿o si? La historia te marca, te fortalece o te debilita, pero tu esencia, tu esencia está más allá de la historia que puedas llevar en tu mochila. Pero entonces, ¿qué es peor? ¿Las heridas nuevas que son muy dolorosas o las heridas viejas que debieron sanar hace años y nunca lo hicieron? Quizá nuestras heridas viejas nos enseñan algo, nos recuerdan dónde estuvimos y lo que superamos. Nos dan lecciones sobre qué evitar en el futuro. Son marcas en la piel, en el alma, en el corazón, que quedan grabadas en nuestra memoria. Y que cada tanto, reaparecen. Con una canción, algún olor, un lugar, un sonido, una sonrisa, o una simple fotografía. Y rememoramos todos esos momentos que nos hicieron lo que somos hoy. No importa lo bueno, tampoco lo malo. Todo aporta y todo nos define, nos hace grandes. Y no de edad, no de altura, hablo de la grandeza que se lleva adentro del alma. Esos recuerdos nos llevan a nuestras decisiones, porque, en algún momento, todos tenemos que elegir. ¿Confiamos en lo que sabemos? ¿O seguimos adelante con algo nuevo? Es difícil evitar que el pasado nos persiga. Nuestra historia es lo que nos da forma, lo que nos guía. Como dije antes, nuestra historia es lo que somos. Nuestra historia sale a flote. Una y otra vez. Y a veces, es muy fácil dejarse llevar por todo ese pasado, tan bueno y tan malo. Pero tampoco hay que quedarse en eso que vivimos. Si bien nuestra historia es lo que somos, también es lo que queremos ser. Entonces, debemos recordar que a veces la historia más importante es la que hacemos hoy. Tendemos a creer que no vamos a volver a repetir los errores del pasado. Eso es lo que nos gusta pensar. Pero así no es, ¿no? Debemos aprender algunas cosas una y otra vez.

lunes, 8 de agosto de 2011

Heridas.

Somos tan paranoicos, tan asustadizos que estamos acostumbrados a buscar enfermedades por doquier. A veces, el problema se detecta fácilmente. Casi todo el tiempo, tenemos que ir paso a paso. Muchas veces, no sabemos qué le pasa a alguien con sólo mirarlo. Después de todo, puede verse muy bien por fuera mientras su interior dice otra cosa totalmente diferente. Es fácil sugerir una solución rápida cuando no sabés mucho del problema, cuando no conocés el motivo escencial, o sólo cómo de profunda es la herida, realmente. El primer paso a la cura de verdad es saber exactamente qué enfermedad hizo la herida en primer lugar, pero eso no es lo que la gente quiere escuchar. Enfermedades, amores no correspondidos, traiciones, abandonos. Todas heridas distintas en motivo pero iguales en dolor. No todas las heridas son superficiales. Casi todas las heridas son más profundas de lo que imaginamos. No podés verlas a simple vista. Te duelen pero podés vivir con ello. Te acostumbrás, te resignás a que el dolor sea una parte activa de tu vida, cuando obviamente no tendría que ser así. Y después están también las heridas que nos toman por sorpresa. Esas que no vemos venir, pero que de un momento a otro nos damos cuenta que son parte de nuestra vida. El truco con cualquier herida o enfermedad consiste en cavar y buscar la causa de la herida. Usualmente es difícil, nos encontramos con muchas cosas que creen ser las causantes, pero no son más que problemas superficiales. Pero después de mucho buscar, cuando la encuentres, lo importante es que intentes curarla por todos los medios. Para curar una herida, pero que sea una cura verdadera y no sea solamente un parche mal cosido, tenemos que olvidar el pasado que tenemos presente, ignorar las complicaciones del futuro que pudieran surgir, e ir a por la cura rápida, pero duradera. Como amigos, como seres humanos, intentamos hacer todo lo mejor que podemos. Nos esforzamos no sólo por nuestras heridas, sino también por las de quienes nos rodean. Pero el mundo está lleno de giros y vueltas no esperados. Las cosas se salen de las manos. Y justo cuando crees que tenés un hueco en la tierra, el terreno por donde pisas se desplaza y te tira por el aire. Y no entendés si está bien preocuparte por un tiempo sólo por vos mismo y dejar atrás todo eso que te pusiste en la espalda y que llena la mochila pesada que llevás. Con tu vida, la de tu familia, la de tus amigos. Y todos los problemas que vienen con ellas. Y con las heridas que acompañan a los problemas. Si tenés suerte, terminás con un poco menos que una herida. Algo que una curita podrá cubrir. Algo que no va a dejar una marca, que es sólo temporal. Pero algunas heridas son más profundas de lo que parecen al principio, como ya dije, requieren más que una cura rápida. Tenemos que encontrar la solución que va a hacer que dejemos todo eso que nos atormenta, que nos hace mal, en un pasado totalmente pisado. A veces se puede, y otras simplemente... no. Con algunas heridas tenés que arrancar la curita. Dejarles un respiro y darles tiempo para curarse.

El vaso no tiene fondo.

Cuando nos piden que avisemos el momento en el que estamos listos, no lo decimos. No decimos "cuando" porque siempre existe la posibilidad de algo más. Más tequila. Más amor. Más de lo que sea. Más es mejor. Lo bueno, no siempre es lo que parece. Mucho de cualquier cosa, hasta del amor, no siempre es algo bueno. Nos soltamos porque creemos que cuanto más podamos recibir de algo o de alguien, vamos a estar mejor. Y es difícil saber cuándo parar, tirar la toalla a tiempo para que la vida no nos pase por encima. ¿Cómo sabés cuándo es bastante? Demasiado muy pronto. Mucha información. Mucha diversión. Mucho amor. Mucho que preguntar. Entonces, entregarse a la vida es genial, sentirse despreocupado, pero... ¿qué pasa con los excesos? Siempre se dice que es mejor ver las cosas con el vaso medio lleno. Pero el problema está cuando creemos que teniendo mucho de todo, podemos llenar la parte del vaso que todavía está vacía. Hay algo que decir sobre el vaso medio lleno... Sobre saber cuándo decir "cuando". De creer estar listos, de creer saber cuándo podemos parar. De pensar, de tomar, de comer, de correr, de gritar. Pero hay veces que simplemente no podemos, porque es más fuerte que nosotros. Porque es tarde para arrepentirse cuando ya nos dejamos estar. El amor. El tequila. Es todo lo mismo, digamos, creo que es una línea demasiado borrosa, la que existe en un barómetro de necesidad y deseo. Depende completamente de la persona y depende de lo que estén sirviendo. Y se complica. Esto de admitir que no podemos más, que no queremos más. Porque a veces, aunque queramos creer que en realidad tenemos control de la situación, es muy factible que en realidad no sólo nos esté ganando, sino también, es posible que nos esté dando una paliza. A veces.. lo único que queremos es probarlo. Entender qué es lo que tanto nos atrae, sin importar qué. Otras veces, no hay suficiente. Queremos, probamos, intentamos. Pero nada alcanza. Y nos damos cuenta que en realidad el vaso no tiene fondo. Y queda en nosotros decir basta. Al final de cuentas, todo lo que queremos... es más. Es posible que en algún momento lleguemos a tomar conciencia y podamos decidir cuándo estamos listos para detenernos, para alejar la botella de tequila, para terminar con ese amor que nos hace mal, para escupir la verdad.

miércoles, 27 de julio de 2011

Daño.

Experimentamos la vida como toros entre porcelana. Una astilla acá, una grieta allá. Nos hacemos daño. Les hacemos daño a los demás. No pensamos, no miramos. Y podemos vivir con lo que causamos, generalmente. Nos hacemos a la idea de que estuvimos mal pero seguimos adelante, a veces intentando dejar atrás eso que nos genera cierta culpa. Y vamos bien, el daño hecho, hecho está. El problema es tratar de controlar el daño que hicimos. O el que nos hicieron. Porque no es fácil arreglar, y menos fácil es arreglarse a uno mismo. La cagamos, nos cagaron. Es así. Estamos hechos para pensar siempre la forma de cagarla y automáticamente cómo resolver eso malo que hicimos. Y somos máquinas de producir errores y como consecuencia de esos errores, de producir daño. Y acá estamos, luchándola todos los días intentando sobrevivir ¿no? Porque si nos quedamos en eso que nos hicieron no vivimos, digo, si nos guardamos todo el daño que nos causaron y no podemos sobrepasarlo, nos come, y nos deja sin salida. Encerrados en un callejón, de esos bien oscuros. Entonces, después de haber sido lastimados una o dos veces, creemos que estamos preparados para que no vuelva a pasar. Creemos que cada vez que nos embarquemos en una nueva relación, sea amorosa o de pura amistad, vamos a estar listos, con todas nuestras armas y defensas para salir ilesos si las cosas se complican. Pero estamos equivocados, porque a veces el daño nos toma por sorpresa. A veces creemos que podemos arreglar el daño. Y, a veces, el daño es algo que ni siquiera podemos ver. Lo sentimos. Aparece y se va, engañándonos. Haciéndonos creer que estamos sanos y salvos, listos para la acción. Pero la verdad es que estamos todos dañados, o eso parece. Algunos más que otros. Unos pueden llevarlo con la frente en alto, con una sonrisa que deja ver todos los dientes. Y otros se vuelven solitarios, introvertidos, no dejan que nadie se les acerque. Y por ende, no se dejan querer. Pero quedarse solo es horrible y si encima quedarse solo es elección propia, es todavía peor. Porque, si bien nos hicieron mal y creemos que no podemos confiar en nadie, ¿encima vamos a darle el gusto al que nos lastimó de no poder salir adelante? Cuando estamos mal, cuando el cuerpo nos duele, cuando queremos tirar la toalla o simplemente gritarle al árbitro que necesitamos un cambio, es cuando tenemos que salir. Resurgir de las cenizas, como el ave Fénix. Cagarnos en aquellos que nos dejaron sin importar nuestro estado, nuestro dolor. Y demostrarles, una y mil veces, que somos mucho, pero mucho mejores. Así como fuimos creados para lastimar, también fuimos creados para vivir con el dolor. Cargamos con el daño desde la niñez. Después, los adultos, dan tan bien como reciben. En realidad, todos hacemos daño. Y después, anteponemos el asunto de arreglarlo. Y lo intentamos, con frecuencia lo arreglamos. Siempre que podemos.

martes, 26 de julio de 2011

Venganza.

Ok, bueno, a veces, incluso los mejores toman decisiones precipitadas, malas decisiones, decisiones de las que sabemos bien que nos vamos a arrepentir al momento, al minuto, especialmente a la mañana siguiente. O sea, capaz no arrepentirse arrepentirse. Nos molestamos en pensarlo. Pero aún así, algo dentro de nosotros decide hacer una locura, algo que sabemos que probablemente se dará vuelta y nos pateará por atrás. Muchas veces intentamos vengarnos de nosotros mismos, queremos perder el control, dejar todo atrás. Somos impulsivos, somos estúpidos. Y es raro intentar descubrir por qué empezamos ésta cruzada en contra nuestra. Digamos, es difícil aceptar cuando nos equivocamos, cuando por creer que sabemos, que podemos con todo, hagamos lo que hagamos va a estar bien. Y, diría, el 80% de las veces, estamos equivocados. ¿Por qué? Muy fácil, porque no pensamos con claridad. Porque nos creemos los reyes de la tierra. Entonces viene lo malo, cuando la resignación se mezcla con el enojo, cuando queremos venganza. Queremos agarrarnos con el primero que se nos cruce con tal de olvidarnos un poco lo mal que hicimos. El daño que pudimos generar, lo mucho que la cagamos. Pero estamos diseñados así, hechos para equivocarnos, para hablar de más, para nunca encontrar el momento en el que nuestra boca estaría mejor cerrada. Y entonces, al final del día, lo único que nos queda es arrepentirnos. Intentar disculparnos. Pero claro, aparte de nosotros, los equivocados, están aquellos que sufrieron por culpa nuestra. Esos que quieren saltarnos directamente al cuello y arrancarnos un pedazo. Devolvernos algo de lo que les hicimos. Quieren que suframos, aunque los que verdaderamente sufren son ellos, lamentablemente. Entonces llega el momento en el que se dan cuenta que no tiene solución y dejan de intentar, se dan por vencidos. Y nosotros prometemos, miramos al cielo y juramos no volver a equivocarnos. Porque a nadie le gusta ver a otro mal por culpa suya. Pero al final, de todos modos, lo hacemos. Y nos terminamos sintiendo mal de nuevo, la culpa, la desesperación por haber repetido el error. Lo que digo es que se cosecha lo que se siembra. Lo que va, vuelve. Es el karma, y aunque lo cortes, el karma apesta. Como decía, la venganza es una puta.

martes, 19 de julio de 2011

Te soñé.

Dicen que lo único que nos acordamos al despertar, son 12 segundos de aquello que soñamos. Con frecuencia somos capaces de olvidarlo y cuando nos preguntan sobre nuestros sueños contestamos "Yo no sueño". Pero es que simplemente no nos acordamos. Y yo usualmente no me acuerdo, pero mi memoria selectiva se acuerda de vos. Porque te soñé.
Estaba oscuro. Bueno, capaz no tanto. No puedo entender bien lo que estaba pasando, en realidad no me acuerdo. Había ruido, mucho ruido. No podía ver nada porque el humo o la niebla no me dejaban. Sólo sé que yo no quería estar ahí, que no podía dejar de sentirme mal. Quería salir, quería correr, como me pasa en algunas ocasiones. Hasta que te vi. Con la misma luz de siempre, la misma sonrisa, los mismos ojos. Una figura tan real. Esa mirada que siempre me hace derretir, pero no pude en ese momento. Por un segundo todo se detuvo, éramos sólo vos y yo, mirándonos, compartiendo uno de esos momentos tan propios, tan únicos, tan nuestros. Y un golpe lo terminó. Me hizo distraerme, hizo que te distrajeras, hizo que perdiéramos esa magia que siempre deja mis pies pegados al piso. Fue un trueno. Y al ruido, al humo, a la niebla, sumemosle la lluvia. Y estábamos ahí, vos, la lluvia y yo. Haciendo un trío perfecto, el mejor de los triángulos, compartiendo un momento maravilloso. Pero no me podía acercar, no te podías acercar, y al contrario, cada vez te veía más lejos. Y no entiendo qué pasó, no sé por qué, pero te dejé de ver. Y me empezó a faltar el aire, todo al mismo tiempo. No verte, no sentirte hizo que dejara de tener la misma capacidad de respirar por unos segundos. Me empecé a tropezar mientras intentaba avanzar y después, simplemente me caí. Pero nunca dejé de caer. Caí muchos, muchos metros, gritando, siendo despeinada por el viento. Desesperándome por no poder parar, hasta que una mano me agarró. Evitó que siguiera cayendo. La vi, la miré, la examiné, era tu mano, fuerte, decidida a sacarme de ahí. Y no sé más, ahí fue cuando me desperté. No me queda claro de qué fue el sueño. Lo que significa, lo que quiero, lo que va a pasar. Sólo sé que detuviste al dolor y a la desesperación con el simple roce de tu piel contra la mia. Eras como un soplo de aire fresco.. Como si yo me estuviera ahogando y me salvaras. Es todo lo que sé.

sábado, 2 de julio de 2011

Secretos.

Los secretos pueden ser clasificados en grandes grupos. Los secretos de otro, los propios, los que son importantes, los que son medio boludos, los que de verdad se guardan, los que se convierten en un "no le digas a nadie" y después lo saben veinte y así. Tener secretos puede ser complicado, aunque en realidad, lo verdaderamente difícil es guardarlos. Muchas veces creemos que si se lo contamos a alguien cercano, alguien en quien realmente confiamos va a evitar que se siga expandiendo, pero no. Porque no es fácil, porque la tentación que te produce estar informado muchas veces va más allá de la fidelidad que puedas tener con quien te lo contó. A veces, cuando nos pasa algo, tenemos la necesidad de contárselo a alguien, pero los secretos tienden a avergonzarnos, a darnos miedo la posibilidad de contarlos y de que todo el mundo sepa lo que somos o lo que sentimos en realidad. El problema con los secretos es que, al igual que a la miseria, les encanta la compañía. Se siguen apilando y apilando hasta que controlan todo. Hasta que no te queda lugar para nada más. Hasta que estás tan lleno de secretos, que sentís que vas a explotar. Porque un secreto lleva a otro, y después, como ya te habías guardado algo, no podías contar lo otro. Porque es difícil salir de esas situaciones, se apilan como las mentiras, como el dolor, como la angustia. Y se transforman. Porque claro, guardarlos tampoco es gratis. Produce una sensación de dolor increíble, una pelota atravesada en la garganta que nos impide respirar, que nos hace sentir mal. Lo que la gente olvida, es cuán bien te podés sentir al liberar tus secretos. Sean buenos o malos, al menos están expuestos... te guste o no. Los dejamos, los soltamos, entonces dejan de ser un problema. Una vez que tus secretos están expuestos, ya no necesitás seguir ocultándolos. Tenemos una tendencia a creer que controlamos todo, que podemos moldear, recortar, pintar, cambiar a nuestro gusto. Creemos que podemos con todo, que somos invencibles. Estamos seguros de nuestra capacidad de autocontrol, creemos que nos llevamos el mundo por delante cuando tenemos un secreto que creemos controlado. El problema con los secretos es que aunque pienses que están bajo tu control, no lo están.

martes, 28 de junio de 2011

Por este amor.

Y nos tocó, tenía que ser, tenía que llegar el día en el que la magia se tenía que esfumar por un rato. Terminamos un torneo finalizando la tabla, llegamos al siguiente con un promedio bastante malo, y no pudimos. Lo único que necesitábamos era estar en la mitad de la tabla, pero no pudimos. Empezamos el torneo soñando con un final de los mejores, primeros en la tabla de posiciones, creyendo que en medio de esa ilusión, hasta podíamos llevarnos el torneo para convertirlo en el número 34. Copamos las tribunas, agotamos las entradas, fuimos a todas las canchas. Hicimos una canción que bien reflejaba todo lo que estábamos haciendo, una canción que transmitía esto que hoy es una realidad, que la cancha de River estuvo llena hasta el final. Siempre se agotaron las entradas antes de llegado el primer minuto, siempre los Borrachos del Tablón y toda la gente estuvieron presentes para alentar, para dejar la voz en cada partido. Pero no se pudo. Perdimos. Fue más fuerte que nosotros y que todas nuestras ganas de permanecer en primera. Un equipo que parecía había dejado el alma en el vestuario, un DT que lo único que hacía era continuar saboteándose e impidiendo los triunfos, un presidente que en lo único que podía pensar era en el orgullo que le tapaba la visión. Se nos fue de las manos. La hinchada no dejó de ir aunque los resultados no eran los deseados, nos estábamos yendo al descenso. Pasaban los partidos, de 10 había que ganar 3 para quedarnos, después quedaban 9, después 8, pero no ganábamos. "Estamos confiados" decían en las conferencias de prensa, pero los resultados dejaban a River con su marcador en 0 y un arco que cada tanto quedaba golpeado por el gol visitante. Porque no había quién defendiera, porque Carrizo no podía hacer todo, porque aún teniendo al mejor arquero del mundo, estando carentes de defensa, era imposible seguir. Sacamos 8 puntos de 24, no pudimos ganar, no pudimos. Fallaba la defensa, los delanteros no metían los goles, de hecho, ni siquiera llegaban al área. Los pésimos, diría deplorables arbitrajes totalmente desfavorables para River sólo complicaban las cosas. Pero fuimos nosotros. Nosotros fuimos atándonos a la bola de demolición y nosotros solos nos tiramos al río. Porque la camiseta les quedó grande. Porque no supieron defender esos colores que todos los demás nos habíamos encargado de defender en nuestras casas, colegios, lugares de trabajo. La banda roja que atravesaba el pecho, la gloriosa banda roja los ahogó. Fue demasiado para ustedes. Fue demasiada la presión de más de 50.000 hinchas en todos los partidos cantando, alentando, exigiendo respeto con esos cantos que por su fuerza y su manera de aturdir te dejaban anonadado mirando a la hinchada, perdiendo el partido importancia por unos segundos. Esa misma gente que ayer lloraba, que no entendía cómo los sueños de tanta gente podían haber sido destrozados en menos de una hora. Esa gente que ayer, mezclada, con sentimientos encontrados entre, bronca, tristeza, desazón, desesperación, tuvo tantas reacciones como número de personas. Estábamos quienes teníamos la mirada perdida y las lágrimas en los ojos, que no podíamos creer lo que estaba pasando en la mitad del campo de juego. Estaban los que no paraban de llorar, gritando, desconsolados. Los que puteaban. Los que les recordaban a los jugadores que les faltaba el alma, la sangre corriendo por las venas. Y estuvieron los que transformaron toda esa ira en destrozos. Lamentablemente una gran parte de los que estaban ahí no tuvo mejor idea que romper todo lo que se encontró a su paso. Bancos, caños, parrillas, baños, vallas, absolutamente todo. Nos peleamos en vez de unirnos, nos gritamos en vez de llorar todos juntos, nos pegamos en vez de abrazarnos y consolarnos entre nosotros. Destruyeron un club que llevaba 110 años siendo una de las mejores instituciones de la Argentina, destruyeron un colegio, un museo, más de una vida de trabajo, destruyeron la fuente de trabajo de muchas personas. Destruyeron todo. Destruyeron 110 años de amor y de pasión. ¿Y todo esto por qué? Porque no se pudo. Porque no supimos salir. Y ahora viene lo más difícil. Esto es mucho más que un descenso, es una prueba para ver qué tan fuertes podemos ser. Porque ahora no hay que dejar que el club se hunda, se quiebre, se pierda. Porque el amor a esa camiseta rojiblanca hermosa no se va a perder, porque la banda la llevo en el pecho, porque los colores corren por mi sangre, porque es algo con lo que nací y que no puedo ni quiero cambiar. Prometimos alentar a River en las malas MUCHO MÁS que en las buenas, lo prometimos y yo, por lo menos, lo pienso cumplir. Porque para mi nada cambió, sólo los equipos con los que hay que jugar. Porque la pasión no entiende de divisiones, porque el amor que siento por River Plate va más allá de la caterogría en la que juguemos. Porque vamos a volver, y fortalecidos, porque eso hacen los grandes. Por este amor, se me pone la piel de gallina cada vez que veo mi camiseta, cada vez que escucho el nombre de mi club en la tele o en la radio. Porque no hay cargada, no hay burla, no hay foto trucada que me pueda hacer cambiar de opinión ni que pueda borrarme esto que siento. Nada me importa, porque soy de sangre millonaria, de la cuna hasta el cajón. Por este amor, te lo pido River Plate.

lunes, 20 de junio de 2011

Sólo hacen falta palabras.

No me atrevía a volver. No podía escribir de nuevo, no podía entrar y ver la foto, ver la carta de despedida que tanto me había costado escribir. Pero acá estoy de nuevo, porque el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen ¿no? Es difícil salir adelante, tratar de que todo aquello que te hace mal no te tire para atrás, que no te evite ser vos ni seguir con tu vida diaria. Pero yo no puedo, porque cuando empiezo a estar bien me encuentro otra cosa por la cual estar mal. Es como si no pudiera disfrutar de la calma que sigue a los huracanes, como si no pudiera entender que tal vez me merezco un poco estar bien. Pero, ¿cómo entender cuando la gente no deja de defraudarme? Cuando, cada vez que empiezo a creer, cada vez que me empiezo a soltar, me caigo, o me hacen caer. El problema es que sólo hacen falta palabras, sólo se necesita este maravilloso medio de comunicación inventado por el hombre para que podamos entendernos. No importa el idioma, no importa si escribimos, si cantamos, si gritamos, o si tenemos la fuerza que se necesita para hablar. No importa el momento, no importa el lugar, sólo hacen falta palabras. Aunque a veces quizá ya no queden palabras, ya no haya nada que pueda explicar las cosas. Y tal vez sea por eso que no nos entendemos. Tal vez ese sea el motivo por el cual la gente tiene problemas para entenderse y para llegar a un acuerdo, quizá sea por eso que vos y yo no nos entendemos. Tal vez sea por eso que no somos capaces de hablar como dos personas normales. Quizá sea por eso que no me dejás entenderte y no me ayudas a entenderte. Tal vez sea por eso que me desespero sólo de intentarlo. Quizá sea por eso que me cansé y ya no tengo ganas. Tal vez sólo hacen falta palabras. Quizá, y sólo quizá, se te hayan terminado.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Para siempre.


DO YOU WANNA FIGHT? *risas* RIGHT HERE? RIGHT NOW? *más risas* WITH THE CHAIR? WITH THE DOG? HERE IN THE STREET? *no paraban de reírse* COME ON BITCH!
Así empieza uno de los mejores recuerdos que tengo, uno de esos que nunca jamás voy a olvidar, que siempre voy a llevar conmigo. Esa voz de negra estadounidense que parecía ser atrevida y tener poca ropa era absolutamente increíble. Y no importaba el momento, no importaba el lugar, sólo se necesitaba pronunciar el "Do" para estallar de la risa. Justo el viernes estuve hablando de vos en la psicóloga, y se me hacía un nudo en la garganta de sólo pensar en que había dejado que nuestra relación estuviera un poco colgada hasta que todo el desastre comenzó. Le contaba de lo mucho que te quiero y de todo lo que significas para mi. Que me pongo a pensar y me acuerdo de los mil y un momentos buenos, de cuando nos preparábamos para ir juntos como delegados de Eritrea al Modelo de Naciones Unidas, el día que llegamos, agarrados del brazo, con los ojos bien abiertos y cara de susto, lo mucho que nos reímos durante esos tres días, la cantidad de mails de los otros delegados que conseguimos, y por supuesto, el apoyo que nos dimos el uno al otro a cada momento en el que tuvimos que hablar, preguntar, o contestar una pregunta. ¿Cuántas veces nos retaron por hablar? ¿Y por reírnos? "QUE NO SE ENTERE GIALLONGO" pensábamos, y.. claro, creíamos que nos íbamos a comer el 1 más grande de nuestras vidas. Dejamos Eritrea atrás, vino mi cumpleaños de 15, en el que junto a Eli y Zeta me regalaste la hermosa cadenita que hoy llevo colgada y que no creo que me saque durante mucho tiempo, esa misma fiesta en la que dediqué una de mis velas a mis hermosos compañeros de delegación, entre los que por supuesto estabas contado. Y se acercaba Libia, como todos los años fuimos a parar a la biblioteca de las Naciones Unidas, pero no fue un viaje normal. Salimos panchisimos del colegio, riéndonos de todos los que nos miraban como si nos hubiéramos rateado, cuatro adolescentes con uniforme de colegio a las 9 de la mañana en la calle no era precisamente normal, aunque nosotros tampoco lo éramos. Como no teníamos que volver al colegio, hicimos todo a nuestro ritmo, el más lento de todos. Pasamos por la esquina de Senillosa y no me olvido más de esa panadería que había en la esquina porque TUVIMOS QUE pararnos para que miraras unas tartitas que tanto te gustaban, aunque al final no compraste ninguna. Tomamos el 132, el doble por supuesto porque yo parecía un bebé y necesitaba subirme a ese. Compramos Twistos (de jamón, obviamente) y una Fanta y seguimos camino, obvio que la Fanta me la compraste vos, con cara de que yo estaba hecha un bebé literalmente. Nos quedamos atrás comiendo nuestros maravillosos Twistos (que también comprábamos en las capacitaciones) y como siempre empecé a meterlos de a cinco en mi boca, hasta que me atraganté. Empezaste a golpearme en la espalda mientras yo me reía y atragantaba cada vez más, gritándoles a Fede y a Iris "SE ATRAGANTA, JAJAJAJAJ, SE ESTÁ ATRAGANTANDO!!!" Volví a respirar y nos reímos las cuatro cuadras que nos faltaban, sin detenernos, haciendo de ése otro de NUESTROS momentos, de esos maravillosos que nunca me van a abandonar. Me acuerdo que en ese modelo te luciste, más allá de tu traje (que te quedaba perfecto), tus zapatos de gamuza (por los que tanto te cargamos) y tus maravillosas gafas (con las cuales rompiste varios corazones), te luciste porque te esforzaste y porque eras absolutamente fantástico. Me encanta poder tratar de recordar lo que viví con vos y no tener ningún recuerdo malo, poder pensar en vos tocando ese piano desafinado, pero que cuando vos lo tocabas no sonaba tan mal, aunque fuera Evanescence o Bella's lullaby, no importaba. Y puedo recordar mil cosas, mil momentos, pero nunca voy a poder recordar uno en el que no estuviéramos riendo, gritando, cantando, saltando, siendo felices. Eras increíble, SOS increíble, como persona, como amigo, como todo. No había nadie que pudiera tener mejores pensamientos que vos, mejores proyectos para el futuro, mejor idea de la verdadera razón de la vida. Sabías vivir. Y me enseñaste cómo hacerlo. Y ahora hay que seguir, para que nada de lo que construiste en todos nosotros se derrumbe, para que la sonrisa de la foto siga brillando todos los días en los recuerdos, en las fotos, en los momentos, en la mente y en los corazones, sobre todo en el mío. Mi amigo, mi compañero, mi Francis. No te digo adiós, porque sé que nos vamos a volver a ver en algún momento, para poner caras de puta y hacer ese gestito con la mano que te salía tan bien. Cuidame desde donde estés, ¿podés prometerlo? Yo te dejo ir, porque sé que vos sabías que tenía que ser así, sé que vos elegiste dejarte ir, y lo respeto y entiendo, hasta te felicito por tu valentía. Siempre te voy a llevar en mi corazón, en ese pedacito que hoy siento que me falta. Te quiero, porque sos puro, porque sos especial, porque sos la mejor persona que conocí. Porque nada te importaba, nada te podía derribar. Francis Abel Ahumada, te quiero, te extraño, te necesito, te tengo, te dejo ir, no te olvido.

lunes, 2 de mayo de 2011

Más fuerte que yo.

De más está decir que no me lo esperaba. Uno no va por la vida precisamente esperando que le arranquen el corazón sin pedir permiso. De más está decir que hace unas semanas estaba segura que enamorarse era lo más lindo que te podía pasar. De más está decir que me arrepiento de haber dicho eso.
Esto que me pasa es absolutamente más fuerte que yo, algo que creía tener controlado se me fue totalmente de las manos, me ganó. Pero mi principal problema es que cuando el amor llama a mi puerta, o mejor dicho, me la abre con cara de orto como si estuviera harto de que le toque el timbre, el desastre aparece. Esta vez tengo que ganarle la batalla al desastre, a la crisis, porque vengo con varias derrotas a cuestas. Estábamos lo suficientemente cerca como para empezar una guerra, es como si todo lo que solía tener estuviera en el piso ahora, nadie sabe por qué estamos peleando, pero de todo lo que yo digo, siempre tenés algo más para decir. Es como si no te cansaras de doblar la apuesta, como si no pudieras aceptar que no siempre tenés razón. No puedo soportar que cambies así, no puedo bancarme que se te ocurra desaparecer, que se te ocurra dudar, que te parezca bien dejarme de lado. No puedo dejar que me manejes como a un muñeco, no puedo dejar que me ganes. Y me siento horrible. Porque no puedo lograr ninguna de esas cosas. Porque me quema cada vez que pienso en vos, porque no puedo soportar tenerte lejos. Porque siento que me achico (todavía más) cuando pienso que puedo perderte, porque no sé qué hacer para captar tu atención, para que me quieras. Porque te dedico mentalmente cada canción que ensayo, porque te tengo hasta en los sueños y también cuando sueño despierta. Porque me robaste el corazón y te rehusás a devolverlo. Y con todo esto tengo que aguantarme las ganas de gritar, las de llorar, las de explotar por no entender lo que me pasa. Y me siento tan triste, tan sola, tan enamorada, que es más fuerte que yo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Asombrada.

La filosofía se plantea que uno siempre descubre lo cotidiano, todos los días son una excusa para sorprenderse de algo. Y ésto es muy cierto.
Estábamos en clase y cuando Héctor comentó algo sobre este tema, levanté la mano casi sin pensar y cuando me miró con cara de que podía hablar, dije: "A mi me pasa todo el tiempo". Me callé y me quedé pensativa, lo vi levantar la vista para mirarme y me dijo que le parecía genial, y sólo pude sonreír. Desde ese momento hasta ahora, muchos pensamientos se cruzaron por mi cabeza. No logro interpretar esto como algo bueno o algo malo, simplemente no sé. Supongo que sorprenderse de las cosas de todos los días es como vivir en una nube de pedo porque... simplemente descubrís cosas que antes no habías visto, o algo parecido. Pero, mirándolo desde otro lado, la sensación de sorpresa es absolutamente maravillosa, me llena el corazón notar algo que antes había pasado desapercibido ante mis ojos. Es increíble ser capaz de maravillarse sobre lo que nos rodea todos los días, sin falta. Si tuviera que describirme, primero que nada, diría que soy muy curiosa, que amo hacer preguntas, que necesito saber algunas cosas que para nada son comunes, y que, de hecho, mucha gente nunca llega a saber sobre otros. Pero me pregunto, ¿cómo puedo decir que conozco a alguien si no sé su nombre completo, su color favorito o el gusto de helado que prefiere? Cosas básicas son las que complementan todas las relaciones en la vida, de amor, de amistad, de parentesco obligado o la que quieras, pero enriquece saberte conocedor de las cosas más simples sobre la gente que de verdad te importa. Y eso es precisamente lo que me asombra. Porque, yo vivo prestando atención a lo chiquito, a lo que usualmente nadie da bola, aunque poca gente lo haga. Es absolutamente fantástico pasar tu vida asombrado, sintiéndote feliz y con ganas de mucho más cada vez que encontrás algo que nunca habías visto, o simplemente, que nunca le habías prestado la debida atención.

martes, 15 de marzo de 2011

Burbujita.


No puedo recordar cómo fue que entraste a mi vida. Tengo unos vagos recuerdos de unas clases de gimnasia, bastante borrosos por cierto, y creo que así fue como empezó todo. Nos hicimos amigas sin darnos cuenta, empezamos a ver que compartíamos un montón de gustos y de cosas. Fuimos a la Copa Sagrado, qué torneo de mierda, todas de mal humor, golpeadas, cansadas, frustradas. De ahí saqué lo mejor que pude y te dije "dejá de pensar en los demás y mandate", y eso hiciste. Metida como siempre, caí en una conversación sobre un cumpleaños y me autoinvité, pero creo que valió la pena, ¿no? Yo no sabía llegar a tu casa y me tuviste que ir a buscar, lo primero que dije cuando fuimos al estacionamiento fue: "¡¿PUEDO IR ADELANTE?!". Podemos dejar el porrazo en el pasado, pero que linda tarde (aunque haya llovido por todos lados). Nunca tuvimos la necesidad de hablarnos mucho para entendernos, de casualidad nos convertimos en "Jopito y Burbujita" y ahora cada vez que nos vemos, nos abrazamos, saltamos y hablamos como si tuviéramos algún tipo de problema mental, como dos tontas, pero nos hace felices. Es muy loco que tengamos el mismo celular en distinto color, y gracias a eso, ahora son los primos. No te hagas la sota man y blanqueá que no podés vivir sin mi, creo que me lo merezco. Tenemos algo que simplemente no puede describirse con muchas palabras, una confianza que está más que MUY instalada, ¿me das un beso? Tenés que ayudarme para que deje de cagarla sistemáticamente cada vez que las cosas van más o menos bien y tenemos que ponernos en campaña para conseguir dos novios, que salgan marchando. ¿Podríamos salir algún día, no man? Las pibas se sienten abandonadas por acá, encima ahora que te hablás con ESE. "LEVANTAME EL CARTEL, VICKY, TERMINA DE HABLAR Y LEVANTALO ALTO Y CON DETERMINACIÓN". Te amo, gracias por bancarme y por no dejar que te ponga nerviosa nunca, cuando soy lo más hincha pelotas que puede haber en la tierra mi querida. Te amo burbujitaaaaaaaaaaaaa, ¿entendés lo que es eso? PORQUE ME PONGO NERVIOSA VISTE, MAAAN, QUIERO QUE ME DIGAS SI ME ENTENDISTE, NO TE HAGAS LA SOTAAAAAAA. TE AMOOOOOO!

lunes, 7 de febrero de 2011

Vacaciones 2011: Día 15

A las 7 nos levantamos, puteando al mundo por habernos hecho estar ahí, en ese momento. Llovía. Así que todos los planes que compartía con Maru sobre pasar la mañana en la playa antes de ir a la casa de Lucio (nuestro nuevo refugio hasta poder irnos a Gesell al día siguiente con mi madre), se vieron de nuevo frustrados por culpa de la maldita lluvia. "Si nos vamos al Norte, llueve, acordate lo que te digo" le dije a Maru mientras salíamos de La Caracola con Sandra y Agus, quienes nos dejaron en el Delicity para desayunar antes de ir a lo de Lucio. Igual que el día que llegamos. Café, facturas, wi-fi que no andaba y salimos. Lucio se había quedado dormido, no atendía el celular ni abría la puerta así que dejamos el bolso grande en la recepción y nos fuimos a dar una vuelta. Bah, a colgarnos del wi-fi de las cabañas que habíamos dejado el día anterior. Abajo de un árbol nos paramos y rápidamente revisamos las notificaciones y vimos fotos. Lucio nos llamó y fuimos a su casa, leímos y dormimos un rato. A la hora del almuerzo nos subimos todos al auto: Octi, Miranda, la amiga de Miranda, Uli, Vivi, Lucio, Maru y yo, y nos fuimos a almorzar. La tormenta de nuestras vidas, almorzamos y después volvimos. Merendamos y jugamos un juego de mesa super largo todas las chicas, y por supuesto, Maru y yo perdimos. A la noche asado, y después, fuimos al centro con ganas de comprar algunas cosas pero no pudimos, ya todo estaba cerrando, así que terminamos en el Freddo tomando un heladito. Volvimos, tele, compu y a dormir.

Vacaciones 4011: Día 14

A las 10 nos despertaron, había que terminar de guardar todo para salir de la cabaña, era el verdadero último día para todos los de la casa, menos para Maru y para mi. Juntamos, guardamos, nos vestimos, todo a cara de perro por el obvio malhumor causado por el sueño. Pancho empezó con que no encontraba las ojotas, fue a preguntar a recepción, se fue a fijar a la pileta, y por supuesto, no las encontró. Así que, a modo de favor nos fuimos, Vale, Pancho, Maru y yo a comprar unas ojotas para el chico enemigo de las zapatillas. Nos fuimos a La Caracola a encontrarnos con todos los que ya habían abandonado la cabaña en la que habíamos vivido 14 días, esperamos que los habitantes de La Caracola volvieran y almorzamos. Vale se tenía que tomar un micro así que nos dirigimos Vale, Agus, Maru y yo a tomar el 504. Llegamos a Gesell y fuimos a jugar a los jueguitos, pero se nos hizo tarde... Literalmente corrimos hasta que encontramos la parada del taxi, tomamos uno y en tiempo record llegamos a la terminal. Vale se subió y el micro se fue, la estaba esperando a ella. Me encontré con un viejo amigo, Juan Cruz, que estaba esperando un micro y me quedé charlando un rato con él en la terminal. Gasty nos pasó a buscar y nos fuimos caminando hasta la 110 a comer unos churros de El Topo. 30 cuadras nos separaban, pero llegamos. ¡Y la caminata valió la pena! Churros, Cindor y volvimos. 504 hasta la terminal y 504 hasta Mar de las Pampas. Destruidas caímos cuando llegamos a La Caracola y sólo nos despertamos para comer. Una acalorada discusión con Nando ocurrió cuando terminó la cena, pero de eso, mejor olvidarme. Leímos y a dormir. El único día en todas las vacaciones que a las 11 estábamos listas para dormir.

Vacaciones 2011: Día 13

Se acercaba el final de la estadía en Mar de las Pampas. De a poco, se empezaban a ir uno por uno de vuelta cada uno a sus casas. Y hoy era el turno de Miri. La segunda en volverse, considerando que el primero había sido Tomi. Fuimos a la playa durante un rato y un poquito después de las 5 de la tarde partimos, Maru, Miri, Vale, Agus, Nando, Matute y yo hacia la terminal, para despedir a la que debía retornar a su casa. Y así llegamos, ahogados por el desodorante para autos que tiraba Nando cada 45 segundos. El micro ya estaba esperando, entregaron las valijas, abrazos, besos y despedida. Miri en el PRIMER asiento del micro, bien pegadita al vidrio con una acompañante que desde abajo se notaba lo agreta que era. Risas por ver su cara cuando descubrió que su asiento era el primero, y así la despedimos y partió. Cenamos como todas las noches, un asado multitudinario y después nos pusimos, cuales esclavas, a preparar los daikiris para todos los adultos que había en la cabaña. Terminado esto fuimos al centro a comprar unos lápices, colitas, como recuerdos de las vacaciones. A modo de ritual de despedida de Mar de las Pampas, fuimos a tomar el sagrado café a la sagrada cafetería de todos los años: La Pinocha. Harta de tomar café me pedí un licuado. Reímos, charlamos y nos fuimos a despedir del lugar de siempre, del consultorio psicológico, de la oficina, de los juegos para niños. Pateando volvimos, subí las fotos y a dormir, para al día siguiente vaciar la cabaña.

martes, 1 de febrero de 2011

Vacaciones 2011: Día 12

Nos levantamos medianamente temprano, para lo que estábamos acostumbradas. Este día decidimos ir a la playa, ya era hora. Tomamos sol, escuchamos música, leímos, y algunas hasta se pusieron a hacer "TERRIBLES bolas de fraile" de arena. No me dejaron jugar las muy forras así que me enojé y cuando se fueron al mar tuve la muy madura idea de pisar todas las bolitas, lo que hizo que después todas estalláramos de risa. Como todos los días, cuando se empezó a hacer de noche nos fuimos a la cabaña y jugamos a los dados un rato. Nos separamos casi a la misma hora de siempre y volvimos a encontrarnos a la noche, como todos los días. No había ánimos para salir, en absoluto, así que organizamos un maravilloso plan. Y terminamos en la playa de noche, con mate, galletitas, iPod y parlantes. Muertas de frío, acompañadas de Manu que estaba igual de congelado que nosotras. Nos quedamos ahí unas tres horas, charlando, tiritando, mirando las estrellas. Me acosté y no podía despegar mis ojos del cielo y de las estrellas más brillantes, despejé mi mente, me dejé ir con las estrellas, y hasta vi una fugaz. Volvimos y comimos Twistos. Me puse a subir las fotos y a las 6 de la mañana estaba durmiendo.

lunes, 31 de enero de 2011

Vacaciones 2011: Día 11

Otro despertar, desayuno/almuerzo y una tarde particular. Agus, Miri, Juli, Berni, Pancho, Tomi, Vale, Maru y yo en la pileta. La pasamos espectacular, muertos de risa, sacando fotos y tomando sol. Pusimos música y eso sólo hizo que nos retaran y tuvimos que apagarla. Agus y yo nos fuimos a hacer presencia a la playa y una hora después volvimos y nos pusimos a jugar a los dados con las chicas. Por supuesto, no gané, como siempre. Llegó el papá de Tomi y al rato se fueron ambos para Mar del Plata, de nuevo a su casa. 7 y media Agus, Miri, Juli y Berni se fueron para volver más tarde a la cena, bañados y cambiados. Asadito y mucha charla, aunque ésta fue una noche especial, porque fue la única que nos juntamos TODOS los que estábamos en Mar de las Pampas, así que en medio de una cena multitudinaria estábamos: Catita, Vito, Octi, Ulises, Pancho, Juli, Berni, Agus, Miri, Vale, Maru, Susi, Diego, Caty, Fran, Ana, Gastón, Miranda, Vivi, Lucio, Nando, Sandra, Simón, Matute (los últimos dos los perros de las familias) y yo. Vale y Maru se empezaron a cambiar y pintar para salir esa misma noche, Agus, Miri y yo no salimos. Bah, en realidad, fuimos a tomar un café a La Pinocha, el lugar predilecto en Mar de las Pampas. Estuvimos un rato paseando y chusmeando, hablando de muchas cosas y casi a la misma hora de siempre, volvimos a nuestras casas. Llegué y Tomi y Pancho estaban mirando la tele abajo así que me quedé con ellos. Boludeamos y terminamos viendo un partido de tenis hasta que yo no daba más del sueño. Así que partí hacia mi habitación a eso de las 6 y veinte de la mañana, leí un rato y después me adentré en el maravilloso mundo de mis sueños.

Vacaciones 2011: Día 10

A las 14 me desperté, aunque no fui la primera, en esa habitación la única que todavía dormía era Florci, y, de hecho, Vale ya se estaba cambiando. "Florciiiii, arribaaa". La mamá de Florci apareció con chocolatadas para todas (muy dulces por cierto) que tomamos rápido y nos fuimos a almorzar a "Carlitos". Panqueque 585, el placer hecho comida. Perfumería, por supuesto no habpia lo que yo quería, para variar. Mates en lo de las amigas de las chicas y más tarde, ya a las 6 pasadas, emprendimos el regreso a Mar de las Pampas, exactamente un día después del comienzo del viaje a Pinamar. Llegamos y estaban todos merendando, saludamos y comentamos un poco lo que habíamos hecho, pero debido al sueño no pudimos sumarnos a la charla. Terminamos durmiendo la siesta en un horario poco común y aparecimos para comer, con los ojos super chicos y el cansancio evidenciado en todo el cuerpo. "Guille parece un zombie". Y así me sentía por dentro. "Hoy no se sale". Comimos unos ricos tacos mexicanos y como si la siesta no hubiera existido, caímos rendidas en las camas hasta el día siguiente.

Vacaciones 2011: Día 9

Ni bien abrí los ojos, supe que mi cuerpo me iba a pasar factura por lo disfrutado la noche anterior. Pasado el mediodía ya me estaba levantando para empezar la operación "Cumple de Gi" que consistía básicamente en viajar a Pinamar. Una vez vestidas y comidas nos dirigimos hacia la casa de Agus, para encontrarnos con ella y Miri y organizar el viaje que nos esperaba. Decidimos que lo mejor sería cambiarnos, bañarnos, y partir hacia Gesell a eso de las 5 de la tarde. Hicimos lo acordado y partimos, a la eterna parada del 504 que tardó lo que siempre en llegar. 10 minutos después estábamos en la terminal comprando los pasajes hacia Pinamar, $8 cada una, 6 y media nos fuimos. Música y olvido, pasaditas las 8 bajamos del micro y emprendimos la pequeña caminata hacia el Disco, punto de encuentro con las chicas (Sol, Chu y Cami) y lugar en el que debíamos comprar todas las cosas faltantes. Sin ninguna idea sobre cómo calcular, fugazmente (gracias a que estábamos apuradas por culpa de la hora), terminamos de comprar todo lo de la lista y nos fuimos al departamento, mejor conocido como "Mono" (por monoambiente) o "El Barco" (por su decoración). Empezó la etapa de la cocina, unos ricos fideos con salsa, siempre más ricos cuando hay habre, y después empezaría la etapa de la limpieza del departamento. Se iba acercando la hora en la que Gi volvería y todo tenía que estar listo para ese momento. "Chicas, ¿la torta?". Caras de desesperación, ya eran casi las 10 y con Orne corrimos a ver cómo podíamos solucionar el inesperado problema. En la panadería no había tortas y tampoco había tiempo para preparar una, así que de la nada apareció la maravillosa idea de comprar un postre helado, pero el problema era que no había freezer, y ninguna pensó en eso. Nos pintamos y cambiamos, colgamos cartelitos y también el disfraz de "Mujer Maravilla" que Gi tenía que usar. Sacamos el postre de la heladera e inmediatamente empezamos a sufrir por lo derretido que estaba. En la sopa de helado pusimos las 18 velas y las prendimos, rogando que Gi cruzara la puerta en los próximos minutos. Subió, gritos, cantos, besos y felicitaciones. Se disfrazó y arrancó la música (con todos los problemas que la acompañaron, por ejemplo, el hecho de que no se descargaban las canciones). Llegó la gente, y con ellos, la fiesta. A las 2 salimos y de ahí, con llovizna y con un destino incierto. Se frustró la salida y pasadas las 4 estábamos de vuelta en el departamento, comiendo papas fritas, limpiando y charlando. El celular de Gi voló por el balcón. Volvimos a la ropa cómoda y a eso de las 5 y media de la mañana, Maru y yo partimos en dirección a la casa de Agus Zeri para pasar a saludarla. Ya sin lluvia nos fuimos las tres a ver el amanecer. A las 7 estábamos las dos solas de nuevo, caminando por la playa en dirección al McDonald's, en donde compramos un McQueso y una McNífica, para dirigirnos después a la parada del micro que nos iba a devolver a Gesell. Esperamos media hora en la parada, donde nos encontramos con unos chicos que habían participado del cumpleaños. 45 minutos de micro y a las 9 y media llegamos a la casa de Florci, quien nos prestó unas camas y donde en seguida nos quedamos dormidas.

jueves, 27 de enero de 2011

Vacaciones 2011: Día 8

Lunes. Comenzaba la segunda semana, y, para variar, el día empezó como TODOS los anteriores, bastante tarde. Almorzamos, nos cambiamos y playa. Se empezaba a gestar la salida de esa misma noche. Playita tranquilas, yo decidí quedarme hasta más tarde porque necesitaba un rato a solas, para pensar, para mirar el mar. Despejé mi mente y al rato volví, para bañarme, comer y más tarde partir hacia Gesell. Desembocamos en Pueblo Límite, entramos y quedamos boquiabiertas. En seguida me di cuenta que es el MEJOR boliche de todos los que pueden existir en la tierra. No sólo es enorme, sino que tiene de todo adentro, desde un kiosco hasta un local de panchos. En una pantalla gigante se leía "GRUPO PLAY 2 A.M. THE ROXY" y me puse MUY contenta y por supuesto, arrastré a las chicas a verlos. Canté y grité como hacía mucho que no lo hacía, de hecho, TUVE QUE filmar un pedazo. Dimos vueltas por las diferentes pistas, bailamos mucho, cantamos, cruzamos y saludamos gente conocida, charlamos, boludeamos básicamente y a eso de las 5 nos sorprendimos... Sabíamos que era la fiesta de la espuma, pero no sabíamos a cuál punto. Resultó que había DOS cañones ENORMES de espuma, a cada lado de la pista al aire libre y de repente, empezó a salir una terrible cantidad de espuma, que nos cubrió por completo a todos los que estábamos ahí, de hecho, casi me ahogo adentro. Pasadas las 6 nos retiramos y tomamos el bello 504 para bajarnos en la 139 y 3 y Maru tuvo la terrible idea de querer acompañar a Florci hasta su casa, y eso hicimos. Por supuesto ya no dábamos más y nos tomamos un taxi salvador que nos dejó de vuelta acá en Mar de las Pampas, entramos, subimos y Simoncito ladró, nos metimos en nuestras camas y soñamos hasta el día siguiente.

Vacaciones 2011: Día 7

Nuestro día empezó temprano, esperábamos a Vale en cualquier momento. Suena el celular de Maru:
-¿Hola?
-Hola, ¿Guille? ¿Cuál es la cabaña?
-Vale, ¿dónde estás?
-Afuera, pero ¿cómo se cuál es la cabaña?
-A ver, bancá que salgo a buscarte.
Y así salí, en remera y boxer a buscar a Vale, aunque, obviamente estaba frente a la casa y mucho no me moví, básicamente para que no me vieran todos los vecinos. Recibimiento, saludos, almuerzo. ¡Cuántas ganas de ir a la playa! Armamos bolsos y mochilas y partimos, la playa estaba obviamente excelente. Agus recién llegada apareció por la playa para compartir unos momentos con nosotras, acompañada de Miri. Terminamos en la cabaña jugando a los dados para separarnos más tarde y luego juntarnos en su casa a comer unas hamburguesas y asado. Esa noche no tuve ganas de salir, y por ese mismo motivo decidí quedarme e ir a tomar un café con Agus y Miri, aunque Maru y Vale partieron para Gesell. Agus, Miri y yo dimos algunas vueltas por el centro, mientras todos los negocios iban cerrando, para terminar después en La Pinocha, el lugar predilecto para tomar café, al que unos minutos después llegaron los adultos que siempre están a cargo (Susi, Diego, Sandra y Nando) acompañados por Simoncito y Matute, los perritos. Tomamos café y comimos una BOMBA, digo, una torta. Terminamos como todas las noches del verano anterior en el "Consultorio Psicológico", o la "Oficina" (mejor conocido como, los jueguitos para nenes que hay al lado de La Pinocha), y un rato después, luego de contar varios chismes, retornamos a nuestras cabañas para irnos a dormir.

Vacaciones 2011: Día 6

Otro día de levantarse muy tarde, igual que los anteriores. Al despertar nos encontramos con que Marcelo, el papá de Tomi había venido a visitarnos y con él, habían venido unos churros espectaculares. Fuimos a la playa todos juntos, charlamos, compramos unos licuados y matamos el tiempo riéndonos de anécdotas y de muchos otros momentos lindos que habíamos pasado antes y que por supuesto, todavía nos quedan por vivir. De la playa volvimos temprano, se activó la alarma cuando entramos y tuvimos que correr a apagarla y casi morimos de la risa en el piso, después de eso nos mandamos una mini siestita porque no podíamos más, del día anterior obviamente. Cenamos un pescado a la parrilla y nos reímos muchísimo sobre lo seco que quedó. Se empezaron a generar las expectativas sobre el día siguiente, porque se iba a producir la llegada de todas las mujeres esperadas, Agus, Vale y Miri. Así que disfrutamos de nuestro último día durmiendo solas en el piso de abajo y nos quedamos charlando hasta dormirnos.

viernes, 21 de enero de 2011

Vacaciones 2011: Día 5

Increíblemente nos despertamos super tarde, aunque el día anterior había terminado temprano. Hicimos un arreglo que no fue para nada rápido y terminamos, (después de haber almorzado), caminando por la playa hacia Gesell para encontrarnos con Lau y Florci. ¡Cuánto viento! Piruetas, risas, música, fotos, la escultura, bueno... "escultura", digamos que fue un intento de sirena que terminó siendo más sirenO que otra cosa, un poco travesti pero SUPER divertido. Nos reímos sin parar todo el tiempo que estuvimos, hasta que después de un largo rato, nos despedimos hasta dentro de unas horitas. 45 minutos de caminata de vuelta a Mar de las Pampas que nos dejaron muertas, Maru se tiró un rato una siesta y yo me quedé mirando la televisión. Cenamos fideos, con una rica salsa, cocinados por Maru y después nos bañamos y cambiamos. 504 hasta Villa Gesell, de nuevo. A la casa de Florci a encontrarnos con las chicas y luego partimos. Nos encontramos con los chicos en su departamento, con la idea de ir a bailar a Pueblo Límite, idea que más tarde se frustró. El departamento tenía fideos hasta por lugares inesperados, 10 chicos viviendo juntos que no saben las proporciones de la comida... 3 paquetes de fideos, sobraron más de 5 porciones. Maru no se pudo resistir y se puso a lavar los platos, yo ayudé un poco, pero sólo a alcanzárselos. Dimos muchas vueltas, nos quedamos por ahí hasta que uno tomó la iniciativa y salimos todos. Terminamos dando vueltas por el centro pero el frío nos hizo volver. Taxi hasta Mar de las Pampas, entramos a la casa y en menos de 20 segundos habíamos armado las camas y estábamos durmiendo. "Guille, no encuentro mi remera de pijama", "Tomá esta". Y nos dormimos.

Vacaciones 2011: Día 4

Nos dormimos ese día a las 7 de la mañana, producto de la salida del día anterior. Con una llovizna y unos truenos a lo lejos cerramos los ojos, para despertarnos cinco horas después con un día espantoso. Dimos vueltas, almorzamos, matamos el tiempo mirando la tele. A la tardecita, Catalina sólo quería salir, así que nos prestamos para ir a dar una vuelta por el centro. Jueguitos, un intento de berrinche frustrado, collar y jueguitos otra vez. Todas con campera o buzo, recibimos una llamada de Susi que preguntaba si queríamos ir a tomar mates a la playa. Se decidió que si, y poco antes de las 16.30 estábamos ahí, desconfiando del clima y creyendo que íbamos a morir de frío. Resultó ser que el clima estaba genial, hacía calor, estaba soleado y poco ventoso y por ende, nos quedamos un buen rato disfrutando de la playa como no habíamos podido hacer horas antes. Volvimos y despachamos a todos los chicos de entre 4 y 14 años para el anfiteatro a ver algunos espectáculos. Los otros, fuimos a lo de Sandra a comer un asadito y varias ensaladas. Charla, partido de basquet en la tele, revistas, decidimos ir a comer algo de postre, helado o café según la preferencia. Limón y chocolate, un clásico para mi, y a la 1 estaba volviendo a casa, para pasar un largo rato haciendo nada y para más tarde, volver a dormir.

miércoles, 19 de enero de 2011

Vacaciones 2011: Día 3

El día empezó a la misma hora que el anterior, pero esta vez con más ganas. "CATALINA, SHHH, QUE ESTÁN DURMIENDO TUS.. PARIENTES!" Le decía entre susurros mi tía a mi primita de cuatro años, que no puede quedarse callada. Estábamos durmiendo Maru (su hermana) y yo (su prima) y mi tía no encontró palabra mejor que "parientes" para describir a esas dos morsas que había en las camas. Habiendo comprado el día anterior todos los elementos necesarios, Maru y yo empezamos la operación "Guille cambia el color de su pelo", la cual duró más de lo que esperábamos. Con Glee de fondo, mi pelo empezó a decolorarse, producto del agua oxigenada mezclada con el polvo decolorante. "Sos como el Polaco" me cargaban mientras iba perdiendo la pigmentación, aunque, obviamente, no llegó a ser blanco sino a un naranja medio extraño. Bastantes minutos después, empezó la segunda etapa, la tintura fucsia. Veinte minutos después me estaba enjuagando, y treinta segundos después de que el agua sacara todos los restos de tintura, empezaban los gritos sobre lo bien que había quedado. Mi tía no se espantó, de hecho dijo que pensó que iba a ser peor, lo cual, nos hizo sentir bien a ambas. Pileta horas y horas, ninguna tenía ganas de ir a la playa. Nos bañamos, nos cambiamos y partimos hacia la casa de Sandra, todos íbamos a cenar pizza y después, nosotras retornaríamos a la cabaña a cambiarnos, pintarnos, peinarnos para ir hacia Gesell. 504 hasta la casa de Florci, 504 hasta el centro, ahora éramos Florci, Lau, Maru y yo. Casa de unas amigas de las chicas, lo demás, es historia.

Vacaciones 2011: Día 2

Me desperté 11.30 a.m., con una bienvenida poco deseada. Catalina, mi prima de cuatro años, hablaba en un volumen un poco elevado, evitando obviamente, que yo durmiera. Desayuno, malla, pileta, en ese orden. Un día que realmente pintaba para espectacular, protector solar y mis primeros intentos de broncear mi claramente blanco cuerpo. Decir que estaba cansada era poco, pero en verdad no podía entender por qué, de hecho, no había hecho nada. El rato en la pileta pasó rápido, diez minutos de un lado, diez minutos del otro, pero el bronceado no quiso llegar. Almuerzo y playa, pero estaba un poco fresco como para pasar mucho tiempo sin remera, al mar no me metí, bueno, sólo los pies, y después de un rato, volvimos para la pileta. Seguí intentando broncearme, pero era como si mi piel tuviera el protector solar incorporado, así que no fue posible, de nuevo. Se iba haciendo de noche, siete personas en una cabaña, había cola para ir a ducharse pero por suerte, a la primera que se distrajeron, salí de la pileta y me metí directamente en la ducha, para evitar el tema del frío. Asadito, después un café, algún que otro chocolate y una noche tranquila. Porque todavía no estábamos recuperadas del viaje, sobre todo porque el medano que nos separa de la playa, es lo más difícil de cruzar que tuve que intentar en el último tiempo. Centro para pasear a Simoncito, el perrito. De paso, pasamos por la única farmacia de Mar de las Pampas para comprar todos los elementos para el cambio rotundo de mi pelo. Pero bueno, un día poco interesante, deseando que el siguiente, se pusiera mucho más activo.

lunes, 17 de enero de 2011

Vacaciones 2011: Día 1

Retiro estaba que no daba más, había gente por todos lados, los micros estaban confundidos, retrasados, mezclados, en resumen, todo era un caos. Nos costó encontrar el micro, pero una vez que pudimos localizarlo, nadie pudo anteponerse a nosotras. 00.01 partía el micro de Retiro hacia Villa Gesell, con media hora de retraso, pero eso no nos iba a ganar, al contrario, nos convenía salir tarde considerando que no teníamos ningún lugar donde quedarnos. Auriculares pulenta, mate, y, bueno, 5 horitas de viaje, nada grave. 5 am llegábamos a Gesell, trajimos la tormenta, y de nuevo, mucha, mucha gente. Veinte minutos para encontrar mi valija, bajo la lluvia, pobre Maru, porque como yo tenía colgados mis auriculares, me tuve que refugiar con la otra valija bajo el techo de la terminal. Baño, mensajes avisando que ya estábamos en la Costa Atlántica, nos quedamos en la terminal llena de gente hasta las 6 y media, ocupamos el tiempo comiendo, obviamente, en un bar que también estaba lleno de gente, como cada centímetro de la terminal, mientras afuera llovía torrencialmente. Super copadas las chicas del bar, bueno, sin lo de super, y sin lo de copadas. Ya no había nada más que hacer en Gesell así que con mucha valentía y con una llovizna, nos tomamos el 504 hasta Mar de las Pampas. Como era de esperar, bajamos y se largó torrencialmente otra vez, así que tuvimos la maravillosa idea de refugiarnos en el Delicity, el único lugar abierto, bueno, en realidad abrió con nosotras, a todo esto ya eran las 7 pasadas. Licuadito de durazno, Maru un café, en la otra mesa unos chicos que evidentemente venían de bailar, hablaban sin parar, y se les escaparon algunos comentarios sobre nosotras. A las 8 dejamos el Delicity con la idea de llevar las valijas a la recepción, con la buena suerte que tenemos, por supuesto se largó la lluvia con todo otra vez, esta vez nos refugiamos abajo de un techito, con un perro como compañía, con la esperanza de que la lluvia aminorara rápidamente. Volvió a la llovizna y decidimos que no podíamos esperar menos que eso, así que levantamos el campamento y caminamos las dos cuadras que nos faltaban, con las valijas que se trababan en la arena, y caminando en el costado en desnivel, porque la calle, también de arena, estaba hecha un desastre. Dejamos las valijas y silbando bajito y con una sombrilla como paraguas terminamos en la playa, inspeccionando, encontramos un cuchillo y después, nos metimos en una de las casitas que hay para los guardavidas, donde escuchamos un poco de música y vimos un pájaro de colores super interesantes. Empezó a hacer frío, estábamos mojadas a más no poder, así que a las 10 de vuelta a la recepción. Como náufragos, mojadas, con arena, con hambre y despeinadas, pero bueno, la casa todavía estaba ocupada y encima después todavía tenían que limpiarla. Nos quedamos en la recepción mirando la tele, vino Agus a hacernos compañía, que había llegado hacía unas horas y estaba igual de aburrida. Al rato me quedé dormida y a las 12 pasadas intentaron despertarme para llevarme hasta lo de Agus a almorzar, pero no lo lograron. A la casa entré más o menos a las 13, sola, en silencio, almorcé y disfruté de mis últimos momentos de tranquilidad. Tiempo después llegaron todos, Maru que venía de los de Agus, y el resto que estaba en Mar del Plata. Siesta de 14 a 19, caímos rendidas. A las 20 partimos de nuevo para lo de Agus, aunque ella ya estaba en Pinamar, a cenar hamburguesas y de postre unos chocolates. De vuelta a la casa a las 00:20, nos cambiamos, el pijama se convirtió en lo más cómodo de todo el día, nos lavamos los dientes, ponele que a la 1 ya estábamos acostadas y después de unos minutos, ya soñando. Flojo primer día.

jueves, 13 de enero de 2011

Quiero.

Quiero decirte tantas cosas, necesito que sepas lo que me pasa, todo lo que siento por vos. No puedo seguir así, enojos injustificados, días malos, cosas que "no entendés, no podés entender". ¿Por qué no decirte todo y listo? Miedo, eso es, miedo a tirarme a la pileta y que no haya agua. Creo que hay, pero no la suficiente como para tirarme de cabeza y no rompérmela contra el piso. Es TAN complicado, me cuesta tanto... Cosas que no me "deben" pasar, pero me pasan, sólo a mi, cuanto más imposible más me gusta, pero está la excepción que confirma la regla, tiene que estar. ¿Serás vos? La única persona que me hace estremecer, que cuando estamos en el mismo lugar, no importa nada, ni la hora, ni el momento, me entendés, me calmás, me llenás, sos mi "media mitad". De una especie única, sin nadie que pueda siquiera parecerse, ni aunque me pase la vida buscando. No me olvido de las cosas que hablamos, ni de las que decimos sin hablar. Me paso todo el día pensando en vos, increíblemente quejándome de eso y acusando que no me entiendo y que nunca me voy a entender. ¿Qué me pasa? ¿Dónde tengo el problema? ¿Por qué no se termina? No me aguanto. No me entiendo. Perdí la fe en mi y mi capacidad de comprender las cosas que pasan por mi cabeza. Me siento mal, no quiero más. Otra vez estoy perdida, pero esta vez es por mi culpa, es algo que no puedo manejar. Aunque, al final del día, la fe es algo gracioso. Aparece cuando menos la esperás (menos a mi por ahora). Creo que es como, un día darte cuenta que tu cuento de hadas puede ser un poco distinto a cómo lo soñaste durante toda tu vida. El castillo... bueno, quizás no sea precisamente un castillo. Y capaz no es tan importante eso de "vivieron felices para siempre", sólo que vivieron felices en ese momento. Me parece que tengo que dejar de darme bola, porque cuantas más vueltas le de al asunto, menos me voy a entender. Tengo que dejar que las cosas vengan a mi, dejar fluir todo lo que sucede a mi alrededor. De vez en cuando, con una luna azul, la gente puede sorprenderte. Y de vez en cuando... la gente puede incluso dejarte sin aliento.