lunes, 20 de junio de 2011

Sólo hacen falta palabras.

No me atrevía a volver. No podía escribir de nuevo, no podía entrar y ver la foto, ver la carta de despedida que tanto me había costado escribir. Pero acá estoy de nuevo, porque el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen ¿no? Es difícil salir adelante, tratar de que todo aquello que te hace mal no te tire para atrás, que no te evite ser vos ni seguir con tu vida diaria. Pero yo no puedo, porque cuando empiezo a estar bien me encuentro otra cosa por la cual estar mal. Es como si no pudiera disfrutar de la calma que sigue a los huracanes, como si no pudiera entender que tal vez me merezco un poco estar bien. Pero, ¿cómo entender cuando la gente no deja de defraudarme? Cuando, cada vez que empiezo a creer, cada vez que me empiezo a soltar, me caigo, o me hacen caer. El problema es que sólo hacen falta palabras, sólo se necesita este maravilloso medio de comunicación inventado por el hombre para que podamos entendernos. No importa el idioma, no importa si escribimos, si cantamos, si gritamos, o si tenemos la fuerza que se necesita para hablar. No importa el momento, no importa el lugar, sólo hacen falta palabras. Aunque a veces quizá ya no queden palabras, ya no haya nada que pueda explicar las cosas. Y tal vez sea por eso que no nos entendemos. Tal vez ese sea el motivo por el cual la gente tiene problemas para entenderse y para llegar a un acuerdo, quizá sea por eso que vos y yo no nos entendemos. Tal vez sea por eso que no somos capaces de hablar como dos personas normales. Quizá sea por eso que no me dejás entenderte y no me ayudas a entenderte. Tal vez sea por eso que me desespero sólo de intentarlo. Quizá sea por eso que me cansé y ya no tengo ganas. Tal vez sólo hacen falta palabras. Quizá, y sólo quizá, se te hayan terminado.

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