lunes, 11 de noviembre de 2013

Demonios.

Son mis demonios los que me persiguen, se ríen y se desvanecen. ¿Quiénes son y qué quieren? Debo admitir que estoy un poco asustada.
Voces dentro de mi lloran, agonizan.
Se escapan y vuelven a entrar, me rodean. ¡Déjenme en paz!
Quiero ser libre, quiero irme tan lejos como me sea posible.
No quiero.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Un año después.

Recuerdo todo como si hubiera pasado en cámara lenta. Una noticia, la desinformación y unida a ella, la desesperación.
"¿Estás?" Y una respuesta que nunca llegó.
Cada minuto acrecentaba la agonía, el dolor, la incertidumbre.
"¿Qué pasa? ¿Por qué no entiendo?"
Apuñalada en el corazón.
Lágrimas que empezaron a brotar.
Y después, todo negro.
Tengo presente que en ese momento sentí como si se me hubiera hecho un agujero en el medio del pecho, como si algo estuviera presionando para salir. Tenía miedo de caer a la realidad, de que lo que sucedía a mi lado no fuera un sueño. Pero fue la angustia la que se apoderó de todo mi ser, que se hizo dueña de mis pensamientos y de todos mis días. Y de verdad, no hay nada más horrible que eso. Porque los días se vuelven más largos y grises, porque a veces, despertarse y enfrentar la realidad, es lo más complicado del mundo.
Lo primero que pensé fue que no iba a poder reponerme de eso nunca más. Que extrañarlo a Fran me iba a consumir por dentro hasta que ya no quedara nada más que la carcasa que cubre mi cuerpo. Dejé a la angustia y al dolor abrirse paso y destruir todo lo que se les cruzara. Me perdí. Y lloré todos los días, me pregunté una y mil veces por qué tenía que vivir algo así de horrible otra vez. Cuestioné al universo el porqué de haberse llevado a una persona tan pura para no dejarme verlo nunca más. Me enojé, pataleé. Y seguí llorando, porque sentía que nada me iba a mejorar, que todo estaba perdido para siempre.
Fueron pasando los días y cada vez lo necesitaba más. Supongo que es lógico ya que siempre que me sucedía algo trascendental, podía recurrir a él para contárselo y compartir mis sensaciones. Y ya no podía hacerlo más. En ese momento entendí que con él se había ido una parte de mi. Después empecé a sentir la culpa, de no haberlo visto una vez más, de no haberlo abrazado o haberlo visto sonreír y ponerse hermoso al hacerlo.
"¿Qué voy a hacer sin sus abrazos, sin el latir de su corazón?"
Pasaron los días y la angustia no se iba, no aflojaba. Y la necesidad de poder volver a mirarlo a los ojos, tampoco. Me empecé a desesperar. Pero ahí comprendí que nada ni nadie me lo iba a devolver. Que por más que esperara la llegada de un mensaje o de una llamada suya, no iba a suceder. En ese instante entendí que todo era real, y que lo iba a extrañar el resto de mi vida. Lo empecé a ver en todos lados, como ráfagas de viento. En un reflejo, en otra persona, en un recuerdo, en las canciones. Y cómo no, con el viento fresco. Podía imaginar qué me diría él de ciertas situaciones casi como si lo tuviera al lado. Y me asusté.
"¿Estaré loca? No puede ser..."
Entonces lo empecé a soñar. Soñé con su sonrisa, con sus ojos a veces celestes y a veces verdes. Lo soñé con frases tan suyas como la naturalidad con la que se movía. Lo soñé guiñándome un ojo, retándome. Lo soñé haciéndome reír, y la última vez, lo soñé pidiéndome que dejara de llorar. Y de alguna manera muy extraña, empecé a hacerle caso. Supongo que intenté empezar a dejarlo ir. A olvidarlo jamás, pero a dejar de retenerlo conmigo. Y me volví a asustar.
"¿Qué hago si algún día no puedo recordar el sonido de su voz?"
Y lo busqué en todos los rincones de mi mente. Ejercité mi memoria para poder tener presente todos los momentos que pasé con él, todas las veces que quise decirle lo mucho que lo quería pero no lo hice para que no me contestara que era insoportable, y todas las otras veces que sí lo hice y lo abracé a la fuerza. Porque siempre terminaba cediendo, siempre sus brazos terminaban rodeándome y haciéndome sentir segura. Puse a prueba mis recuerdos y tarde o temprano, empezaron a reaparecer, tan nítidos como si todo hubiera sucedido sólo unos minutos antes. Me acordé de la primera vez que lo vi, de la primera vez que hablamos, de todas las veces que nos sentamos juntos y de todas las otras que nos retaron. Lo reviví. Lo tuve conmigo neutralizando mis enojos, diciéndome que las cosas no eran tan terribles como parecían, y asegurándome que mi nerviosismo no valía la pena. Me acordé cuando me contó que tenía entradas para Luis Fonsi y que las pensaba vender pero le rogué que me llevara, y lo hizo. Porque él era así.
Ni siquiera creo que haya una palabra que pueda describirlo. Creo que lo único que vale decir es que él era Franco. Era sincero, y eso es algo que le agradezco hasta el día de hoy. Porque nunca me dijo lo que yo quería, al contrario, siempre era de llevarme la contra para hacerme entender que no se puede ganar todas las veces. Era mi hermano, porque nos habíamos elegido como tales. Y puede sonar un poco loco, pero hoy siento que es mi héroe. Que su recuerdo me ayudó a no morir de la angustia, que pensar en él como una de las mejores cosas que me pasaron en la vida, me tranquiliza.
Nada va a cambiar lo que pasó, y mucho menos va a hacer que esto esté bien. Porque habernos privado a todos de esos ojos y de esa calidez nunca va a estar bien. Pero lo que él supo dejarnos sí lo está. Franco me cambió la vida, nos la cambió a los que lo conocíamos y queríamos. Nos unió, nos hizo pensar. Nos volvió a acomodar y nos puso en el lugar que nos correspondía. De cierta forma, nos salvó la vida.
Ya nada es igual. Y lloré muchas veces por eso, porque nada estaba como antes, porque lo que hacía ya no se sentía correcto. Entonces empecé a hacerle promesas, a pedirle que me ayudara con todas las cosas que se me presentaban. Y hasta ahora, en ningún momento me falló. Y sé que lo voy a tener conmigo para siempre, aunque ya no pueda verlo.
Extraño su voz, su manera exagerada de cantar algunos temas, su inglés tan gracioso, sus gritos, su interés desmedido por los chusmeríos del colegio, su solidaridad, las caras que ponía, su facilidad para hacerse el sexy y hacernos reír a todos. Extraño cómo hacía que todo estuviera bien. Extraño escucharlo hablar de las cosas que sabía... y de las que no sabía también. Extraño esos momentos en los que podía verlo desde el escenario sentado acompañándome en lo que me gusta hacer. Extraño sus puteadas y sus frases distintivas. Extraño su movimiento de hombros, bah, todo su bailar. Extraño esa apariencia torpe que tenía y la delicadeza con la que se acomodaba el pelo. Extraño que siempre se dejara machacar por nosotras, pintar, peinar, abrazar y molestar. Extraño su paciencia y sus arranques de locura. Extraño poder hablar de todo con él. Extraño cómo intentaba pasar desapercibido cuando quería dormir en clase, aunque midiera casi dos metros y eso fuera completamente imposible. Extraño todo lo que era, todo lo que es.
Y lo voy a extrañar para siempre.
Pero ya no me hace mal. Pensar en él sólo me arranca sonrisas, y de alguna forma siento que su risa está en la mia. Y en la de todos los que lo queríamos, los que lo recordamos. Su voz está en la de todos, las cosas que nos enseñó también. Para muchos, como una forma de vida.
Y lo voy a repetir hasta que no pueda decirlo más, Franco nos salvó la vida.
Es mío para siempre, lo tengo en todos mis instantes, lo veo y lo siento cada vez que lo necesito.
Franco es mi cable a tierra, porque me hizo abrir los ojos. Me hace disfrutar todos los días como si ya no quedaran más. Su recuerdo es perfecto. Todo lo que me dijo es perfecto.
Es luz, es guía, es un ser que se volvió eterno, que va a vivir siempre en mi. Porque lo tengo tatuado en la piel y también en el corazón.
Hace un año creí que no iba a poder, que iba a llorar todos los días de mi vida hasta que ya no tuviera más fuerzas. Pero hoy, el panorama es otro. Su recuerdo es risa. El amor que le supe tener y que le sigo teniendo me hace feliz. Haberlo conocido me cambió para siempre, y no tenerlo hoy, también.
Amigo, hermano, héroe, eterno. Para toda la vida.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Tu sonrisa.

Siempre me interesaron, me gustan, me disgustan, me ponen nerviosa o muy contenta. Sí, hablo de las sonrisas. Pero con el tiempo, me di cuenta que son mucho más que un conjunto de dientes mejor o peor alineados. Me di cuenta que no sólo pueden deslumbrar, sino que también, son capaces de sacarle el aire a alguien, de dejarlo sin aliento. Una sonrisa es mucho más que una demostración de felicidad, de aprobación, una sonrisa puede ser una gran manera de compartir el amor hacia otra persona. Pero no es fácil darse cuenta. Entender el significado de una sonrisa pura, verdadera. Y cuando la sonrisa se acompaña de una risa que la sigue bien de cerca, puede producirse un momento mágico, indescriptible. De esos momentos en los que no entendés qué pasa a tu alrededor, qué es esa fuerza que te envuelve. Y eso me pasa a mi. Cuando te veo sonreír, cuando escucho tu risa. Cuando resuena en mi mente una y otra vez. Y el acto seguido de mirar hacia el costado, de bajar la mirada, es un ritual espectacular. Cuando te reís mirando hacia el piso, cuando me mirás y me regalás una sonrisa. Nada más parece importar. Porque el lugar entero se llena de tus poderes mágicos, de esos que ni siquiera vos sabés que tenés, que no lográs reconocer de ninguna forma. Y cuando lo veo, siento que una parte de mi desaparece. Que se va con cada risa, con cada sonrisa. Que se guardan, juntas. Que congelan cada recuerdo como algo que no puedo explicar. Que lo pienso y se pasa en cámara lenta. Y siento cómo se me acelera el corazón a una velocidad inexplicable, como si quisiera salir corriendo.
Y yo también siento que quiero salir corriendo. Porque sé que esa sonrisa no es mía. Y esa risa que la acompaña tampoco. Aunque la tenga grabada para siempre, aunque la lleve tatuada en el corazón. No es mía, sólo el recuerdo que la conserva. Y tu risa, creeme, es como la luz que ilumina todo cuando parece no haber nada. Y cuando tu risa, cuando tu risa se junta con la mía, Cuando parece que fueron creadas para sonar juntas, una como consecuencia de la otra. Ni siquiera puedo explicarlo, tampoco puedo entenderlo. Pero simplemente, me deja sin aire.

jueves, 2 de mayo de 2013

Ocho meses.

Y ayer se fue un mes más, en mi cuenta ya son ocho desde la ultima vez que te vi. En mi cabeza sigo buscando palabras que puedan describir cómo me siento o la falta que me haces. Pero no puedo. No existen.
A la tarde mientras caminaba por la calle me enojé, por lo injusto, por lo increíble. Y en el aleatorio de mi celular sonaron Los del Fuego, porque sé que querías que supiera que estás conmigo para siempre. Y te vi. Te vi en mi mente, sonriendo, diciéndome que no afloje, que no mariconee más. Te vi y fuiste mio por un segundo más.
Podría haber sido casual, pero cuando terminó ese tema empezó otro y tuve que creer. Me empecé a reír mientras se me caían las lágrimas y mientras repetía la frase "Como te extraño".
Porque necesito tu calor, el latir de tu corazón contra mi oído porque yo no te llegaba ni a la pera. Porque por más que busque, nunca voy a encontrar a nadie que me haga sentir como vos, que me moleste hasta enojarme para después recordarme que no es para tanto.
Porque tu luz divina va a brillar siempre.
Porque fuiste único, sos inolvidable.
Necesito con toda desesperación escuchar tu voz, tenerte, olerte. Porque necesito ponerme tu campera todas las mañanas y que me cubra hasta las rodillas. Porque quiero que puedas ver todo lo que logré y que no me dejé caer. Porque tengo historias para contarte que te harían poner muy contento y que como un chusma pasarías horas escuchando.
Porque te amo, nunca te voy a dejar de sentir todo el tiempo. Ni de pensarte todos los días.
Te extraño, para siempre.

martes, 26 de febrero de 2013

Creo en vos.

¿Qué se hace cuando extrañar convierte a cada segundo en una interminable agonía? Yo quisiera sentirme bien, quisiera poder recordar sólo con sonrisas, pensar y reír. Pero cada vez es más difícil. Encuentro cosas que me hacen pensar en su respiración, en sus consejos, en la forma que me hacia sentir. Es inexplicable el vacío que llevo dentro, que me acompaña a dondequiera que voy.
Y me siento egoísta, porque sé que le debo un recuerdo que no arroje lágrimas. Estos últimos días me estuve sintiendo extraña, como apagada. No creía encontrar la explicación hasta que me puse a analizar mis sentimientos con más detenimiento. Y es horrible lo que duele extrañar. Es cansador sentir un agujero en el pecho que tiende a dejarme sin aire, es terrible porque no se quiere ir.
Hace tan sólo unos días empece terapia, un poco porque se que merezco sentirme bien y otro poco porque quiero que los demás puedan verme así también. Y mencioné lo mucho que me duele que ya no estés, no poder abrazarte ni sentirte tan cerca como antes. La falta que me haces. Siento que no tengo canciones que pueda cantar, ni palabras que pueda escribir, quisiera gritar y llorar hasta no tener más fuerzas. ¿Será esa la forma que me ayudará a descargar toda la angustia contenida? Ya ni siquiera lloro, es como que quedé congelada en el tiempo. Siempre el viento fresco me hace sentir un poco mejor, pero realmente no es suficiente. Y ya no sé cuánto necesitaré para mejorar.
Necesito verte, tocarte, saber con certeza que estas acá, que no me dejaste sola para siempre. Necesito mirarte a los ojos, "faros de la isla de la esperanza" y que me transmitas la calidez a la que me acostumbraste, que me hagas sentir en casa. Hay muchas cosas que desconozco, pero lo único que en este momento sé es que nada me va a devolver tu presencia, por mucho que la necesite. Yo creí tener todas las recetas, dudé de que la vida me pudiera encontrar desprevenida y darme un saque, pero la verdad es que lo consiguió. Sé que no puedo seguir así, que me voy a enfermar y no es lo que te gustaría tampoco, pero me siento perdida. No hay nada que me digan que pueda hacer que me sienta mejor, por lo menos por ahora. Estoy aprendiendo a pensarte sin que los ojos se me llenen de lágrimas, a verte en todas partes y a agradecerte en voz alta cada cosa buena que me pasa. Espero no estar volviéndome loca, porque creo en una fuerza mucho más poderosa que cualquier cosa, cualquier Dios. Creo en vos y es muchísimo decir. Sos lo último que se me pasa por la mente antes de dormir y lo primero cuando despierto, muchas veces sintiendo que estuviste dando vueltas por la noche. Se acercan los seis meses desde que no pude verte más, desde que tuve que conformarme con sentirte cada vez que el aire entra por la ventana, en cada atardecer y en cada latir de un corazón.
No podría extrañarte más, y te juro que aunque lo intento, tampoco me sale extrañarte menos. Creo en tu risa y en que me vas a ayudar a salir de esta. Creo en lo que fuiste, en lo que sos y en lo que vas a significar para mi hasta que ya no esté y nos hayamos encontrado de nuevo. Creo en vos.

domingo, 27 de enero de 2013

Reescribir

A la hora de hablar del fin y el comienzo de las relaciones entre las personas, se acostumbra a abrir un debate entre quienes creen que lo mas difícil es terminar y entre los que creemos que lo más difícil es volver a empezar. Reescribir. Volver a contar una historia, hasta podríamos decir, dar vuelta la página. Lo más complicado de esto, no es el hecho de encontrar alguien a quien querer. Es el hecho de querer encontrar a alguien. Hay quienes nunca logran volver a escribir, y hay muchos otros que simplemente no lo creen posible. Olvidar, ni siquiera eso se necesita, pero dejar atrás, saber dejar atrás es lo único que funciona. Pero el problema es que llevarlo a la práctica se torna casi imposible. Ganas, fuerza, confianza. Todo eso hace falta, como si fuera una fórmula mágica. Y algo de eso hay.
Y eso vengo haciendo, o creo estar haciendo, pero es tan conflictivo como desgarrador. Porque hay un componente que no entra en la ecuación, que salta desde atrás y golpea. La culpa. Esa que aparece y te deja sin palabras, te quita el aliento. O por lo menos eso es lo que me pasa a mi, llevo meses peleando contra la culpa que me quiere carcomer, que quiere hacerme polvo desde adentro. Porque llorar me da culpa, olvidar me da culpa, la idea de dejarlo ir por supuesto me da culpa. Y no se supone que sea así, o eso creería yo. Porque yo sé que él quiere dejar de verme mal, sé que merezco estar bien, pero una fuerza mucho más poderosa que cualquier empuje, cada tanto me tira hacia atrás. Y lloro, me quedo sin aire, me angustio porque me cuesta recordar su voz. Porque ya no puedo verlo reír, porque nunca más lo voy a poder abrazar, porque jamás voy a sentir el latido de su corazón. Y la idea me mata, me destruye, me deja vulnerable y de rodillas. Porque no sé cómo reaccionar, ya las palabras se me acabaron, se me escurrieron las ganas de seguir.
No puedo más, no me quedan fuerzas. Me rindo, y es el primer paso, la primera medida que tomo para reescribir. No lo puedo soltar, todavía no me puedo hacer a la idea, pero hoy empiezo. Quedo rendida, para quien me quiera agarrar y ayudarme a levantar. Estoy vencida pero acá estoy, dispuesta a reescribir.

domingo, 6 de enero de 2013

Sos mi Dios.

"Tengo una canción para mostrarte tal vez cuando vayas. Tengo tu sonrisa en un rincón de mi salvapantallas." Eso dice la canción que suena mientras te pienso, mientras no paras de estar en mi mente.
Es raro, esto que me pasa es sumamente difícil de escribir, es algo que no se explica. No tiene ni nombre ni apellido, solo es. Es flexible, existe, nos define pero es lo que es, y no tiene manera de ser explicado.
Me duele el pecho, grita, suena, hasta cree hablar con estrellas cuando puede, simplemente porque no hay manera de explicar lo que hay adentro. Te extraño como si fuera el primer día y pasaron más de tres meses. Te necesito. Sos único y no estás, ¿cómo se sigue? Vení, volvé.
Me siento novata en esto, pero en realidad es todo lo contrario. Tengo kilómetros recorridos, todos ellos mirando atrás, aunque parezca mentira. Sos mi inspiración, sos mío y te veo en todos lados. ¿Cuán perjudicial puede ser esto? Digo, la situación de amarte y que no estés, que las lágrimas sigan cayendo como el primer día.
El otro día le tuve que preguntar a mi vieja, lo necesité, quise saber si estás bien, qué futuro es el que te depara. Y en las cartas salió tan claro, tan transparente como tu persona misma. Estuviste acá de paso nada más. Te fuiste cuando lo necesitaste, cuando creíste que los que quedábamos íbamos a poder soportarlo. Y es así, acá estamos. Esperando señales pero nada más que eso.
Te amo para siempre.
Sos mi dios.