viernes, 28 de diciembre de 2012

Sos eterno.


Podría haber sido un día normal, una navidad más. Pero no. Me tocó extrañarte, necesitarte, me tocó no poder disfrutar a pleno, sólo porque vos ya no estás.
Hace unos poquitos días descubrí que las cosas son todavía más difíciles de lo que me gustaba creer. Vuelvo a repetirme una y otra vez que ya no estás, que no vas a volver, que nada ni nadie puede hacerte regresar. Pero por alguna extraña razón, no lo termino de creer. No logro destruir esa ilusión de que es posible que te vuelva a ver, que te vuelva a escuchar. Y que por fin pueda despedirme como se debe.
Le sigo dando vueltas al asunto y el problema es que no encuentro explicación, porque no existe una. No hay manera de que algo o alguien me haga entender que ya no estás. Y después de mucho meditar, llegué a la conclusión de que nuestra relación sigue. No se cortó. El hecho de que ya no pueda verte sonreír no implica que lo nuestro se haya terminado. Esta hermandad inesperada. Porque somos más fuertes que cualquier cosa, mucho más fuertes que la muerte. Nuestro lazo no se corta, puede estirarse tanto pero tanto que ya no pueda verlo, pero siempre voy a poder sentirlo y nunca se va a romper.
Sos parte de todos mis días, nunca paro de hablarte con la mente, tanto que debés estar harto y pidiéndome por favor que me calle. Te convertiste en algo inexplicable, como si siempre hubieras sido así pero representando ahora cosas que parecieran no tener sentido. Cuando en mi mente te hablo de algo, eso se vuelve mejor, crece, se afianza. Sos mi ángel, mi compañía, mi todo. Sigo pensando que no supe valorarte como debías, o por lo menos, hacerte saber lo mucho que te quiero. Lo único que me consuela es que desde algún lado estás viendo lo mucho que lo hago ahora, la forma en la que me las rebusco para tenerte presente en todo momento.
Se hicieron las doce y contuve las lágrimas, para que no me vieras llorar más, para que pudieras disfrutar vos también. Te extraño como nunca, te necesito para que me digas qué hacer. Feliz navidad dondequiera que estés.
Sos eterno.

martes, 4 de diciembre de 2012

Todo un círculo.

El simple hecho de caminar por este mundo nos da la pauta de que existimos, que estamos. Pero la realidad es que, los seres humanos necesitamos un montón de cosas para sentirnos vivos. Hay una clara brecha entre el estar vivo y el sentirse como tal. Felicidad. Eso es lo que creemos que nos hace sentirnos plenos y vivos de verdad. Familia, amor, sexo, amigos. Se supone que tenemos que ser felices, agradecidos a todos aquellos que nos acompañan.
Y todo está un poco conectado, por un lado tenemos que ser felices sólo por estar vivos, nos guste o no. Eso es lo que nos inculcan, lo que nos quieren hacer creer. Y por otro, sólo necesitamos una cosa para estar vivos, necesitamos un corazón que lata. Lógico, ¿no? Pero... ¿y si no fuese así? A lo mejor no se supone que seamos felices. A lo mejor la gratitud no tiene nada que ver con la alegría. ¿Quién dice que la felicidad existe? Y mucho más preocupante, ¿quién dice que podemos alcanzarla? Yo creo que es algo más difícil, todavía más efímero y complicado de entender. Vivimos agradeciendo, aunque no lo digamos, se refleja en cómo actuamos todos los días. A lo mejor ser agradecidos significa reconocer lo que tenemos por lo que es.  Puede que estemos agradecidos por las cosas que son familiares, que ya conocemos. Y es posible también, que estemos agradecidos por las cosas que jamás vamos a conocer.
La felicidad debe tener que ver con el tener un motivo para seguir. Esto de creer que necesitamos algo así como un empuje, una razón que nos recuerde lo que somos. O lo que queremos llegar a ser. Y cuando nuestro corazón se ve amenazado, nuestro cable a tierra, respondemos con una de dos formas. O corremos o atacamos. Dejamos atrás todo lo conocido, lo cómodo y la peleamos, o nos quedamos con la costumbre y escapamos del problema. No existe un término científico para esto. Son cosas que se rigen por quién sabe qué, pero que suceden todos los días. Luchar o huir  Es un instinto que no puede ser controlado. ¿O sí podemos? Yo no creo que los reflejos que aparecen con los instintos sean incontrolables, pero sí creo que es admirable esa sed de luchar por lo que nos pertenece, por lo que es mejor para nosotros.
Y hay veces en las que es necesario pelear por nosotros y por los demás, aunque esta necesidad de libertad pueda generar tristeza en el otro por algún tiempo. Es admirable que la lucha necesite sólo del ser humano. Estamos en constante reconstrucción, reacomodamiento. Y esta capacidad de saber parar en el momento que toque, de saber que merecemos algo mejor es lo que cuenta. Lo que hace la diferencia. Porque es como todo un círculo. Existir significa estar vivo, esto se relaciona con la permanente búsqueda de un motivo para estarlo, y dicha búsqueda se conecta con la necesidad de ser felices y de celebrar los buenos momentos. Los cuales a veces no sabemos aprovechar.
Porque al final del día, el hecho de que tengamos el coraje suficiente para estar parados, es razón suficiente para celebrar.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Por tu sonrisa.

Nunca me voy a olvidar la sensación que tuve cuando te vi entrar aquel primer día de secundaria. Desde ese momento supe que eras distinto, no sólo por tu mancha blanca tan particular, sino por esa actitud tan tuya que tenías al caminar. Todo el mundo se daba vuelta para mirarte, por fachero y por ese "noséqué" que siempre tuviste. Y me enseñaste todo, tu forma de vivir, de actuar, hasta tus contestaciones únicas.
Y acá estoy ahora, con un dolor que de tan agudo que es, por momentos no lo puedo sentir. ¿Y qué hago con esto amigo? Ayudame, tirame una soga.
Todavía busco tu cara entre la multitud, esperando ver tu sonrisa sobresalir. Como la primera vez que nos vimos después de que volviste de Estados Unidos, todo dorado de tomar sol ¡y con una gorra que te quedaba horrible! Te extraño, te veo en todos lados. Giro la cabeza y por una milésima de segundo puedo jurar que te veo, entre la gente, mirándome. Y después trato de convencerme de que es sólo una ilusión creada por mi mente y por la necesidad que tengo de que vuelvas. Todo mi cuerpo necesita un abrazo tuyo, una sonrisa y un grito tuyo para que deje de cantar porque te tengo las bolas por el suelo.
Quisiera tener una ventana enorme para verte entrar todos los días, con tu viento, con tu luz. Quisiera que esa sensación que tengo de que estás bien fuera suficiente. Que me alcanzara para dejar de sufrir.
No hay nada que desee más que ser capaz de dejarte ir, como vos merecés. Te juro que todos los días pienso en lo mucho que me gustaría sólo dedicarte las risas y la leve sonrisa que me sale cada vez que el viento me pega en la cara. Pero no puedo, y te pido perdón. Porque todavía no estoy lista para que me deje de doler así.
Y la culpa por momentos me acompaña. Aunque sé que no podría haber hecho nada para cambiar lo que pasó, para poder evitarlo. Pero en todos los momentos pienso que podría haber pasado un minuto más con vos, que podría haberme reído con vos una vez más. Y lo pienso, lo analizo, y tarde o temprano me doy cuenta de que no me alcanzaría la vida para decir que pasé el suficiente tiempo con vos. Porque no hay nada que pueda llenarlo.
Espero que estés paseando por alguna galaxia no tan lejana y que no me estés odiando por ser tan maricona, por tirarme atrás. Perdoname por tan poco, yo te prometo que voy a dar lo mejor de mi. Por vos, por tu sonrisa. Y por cada recuerdo que queda tatuado para siempre en mi memoria.
Hoy tengo el corazón roto, tengo el alma estrujada, pero te recuerdo como lo mejor que tuve. Como un amigo que daba todo sin esperar nada a cambio. Como mi hermano.
Te extraño, te necesito. Te amo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Un día más.

Nunca me había pasado, el hecho de estar sentada, pensar en algo y que los ojos se me llenasen de lágrimas. Nunca hasta hoy. Eso de llorar se veía como algo bastante desconocido para mi. Hasta llegué a creer que era medio inmune, como si de una enfermedad se tratara.
Pero me llegó el turno, supongo que no debe haber sido normal pasar tantos años exenta, mucho menos teniendo en cuenta todas las situaciones que me tocaron vivir, o mejor dicho, que me tocan vivir, todavía hoy. Parece que fue ayer que tenía ocho años y mi mamá me sacaba de mi cama para decirme que mi abuelo ya no estaba, o que venía la profesora Moschini a contarme que Francis se había ido, o mucho más cerca en el tiempo, que me enteraba que Franco me había dejado para siempre.
Y toda mi vida dije que iba a seguir, que nada en el mundo iba a detener mi camino. Pero me estoy dando cuenta, que aunque hable mucho y se me ocurra decir que seguí adelante, la realidad es que llevo un mes suspendida en el aire. Pero sin perder la razón, esperando la caída inminente. Y me llegó. Hace poco menos de 24 horas, sola en mi cuarto, me empecé a sentir sumamente triste. Una tristeza que no puedo describir con palabras, que no existe ni tiene explicación aparente. Sentí su falta, sentí cómo el agujero negro crecía adentro mio y se abría paso para destruirme por completo. Y me salieron las lágrimas, sin esperarlas, mucho menos queriéndolas, pero ellas tenían que brotar. Imagino que debe haber sido un intento de mi mente y mi cuerpo de aliviarme. Pero el alivio no llega, me duele pensar, me cuesta entender.
Siento que me rendí, que ni siquiera creo ser capaz de volver a reír sin dolor, sin sentirme culpable por no extrañarlo más, como si eso fuera posible. Quiero que el simple hecho de existir deje de sentirse como una agonía, quiero ser libre de mi misma. Y del vacío que tengo adentro, que lleva su nombre.
Él no se fue, no se va a ir. Como dice el gran Jorge Drexler, él se convirtió en polvo de estrellas. Yo creo que como tal, hoy es parte del aire, y como ya dije alguna vez, lo siento cada vez que soy capaz de percibir mis latidos, porque eso era lo que podía escuchar cada vez que lo abrazaba y ponía mi cabeza en su pecho, sus latidos. Por los que daría todo lo que tengo, por ser capaz de escucharlos una vez más y a los que hoy recuerdo como una melodía. Quisiera poder sentir su olor o escucharlo decir "ta bueno, ta" o enseñarme cómo se toma mate en el campo, o verlo arremangarse su camisa con cara de resignado porque sino el asado iba para atrás. ¿Quién me va a decir Pocha? ¿Quién va a poder tirar comentarios como los suyos cada medio minuto? Y ni hablar de las caras que ponía, o de su risa, mucho menos de su mirada tan pura y llena de paz.
Nada ni nadie me lo va a devolver, porque no existe manera de que eso suceda. Pero me agradezco por ser muy observadora, tan detallista, porque eso me deja citar a mi memoria y tenerlo presente como si nunca se hubiera ido. Quisiera poder haberle dicho lo mucho que significa para mi (acabo de escribir "Significaba", pero obviamente tuve que corregirlo, porque significa el mundo entero para mi), quisiera haberle dicho que es único, que el amor que yo siento por él no tiene comparación, y que lo que me enseñó en seis años de amistad se queda en mi para siempre, como su recuerdo. Me gustaba pensar que uno logra dejar de recordar a quien se fue con dolor una vez que vuelve a hacer todas esas cosas significativas que hizo con esa persona, pero esta vez solo. Y yo sé que en este caso nunca voy a poder. Porque no voy a tener la posibilidad de volver al aula en la que nos conocimos, que nos vio crecer. El laboratorio en el que pasamos innumerables horas, siempre sentados adelante, como el vip. No me alcanzaría la vida para volver a todos los lugares en los que estuvimos alguna vez.
Así que tendré que luchar contra mi enemigo, el dolor, de alguna otra forma. Si alguien cree conocer la fórmula, que por favor me avise, porque de verdad estoy desorientada. Nada es lo que era. Siento que nada puede traerme paz. Lo perdí todo.
Lo extraño con todo mi cuerpo, espero alguna vez poder aprender a vivir con esto. Me gustaría volver atrás para tener un día más, un día más con él. Sólo quiero sentir su abrazo, un día más.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Mío para siempre.

Es una de esas cosas que uno no quiere escuchar en la vida. Esa llamada que no querés recibir. Esa realidad que golpea tan fuerte que te deja suspendido en el aire.
Fue como si alguien me hubiera abierto el pecho, hubiera arrancado mi corazón y se hubiera ido corriendo. Me cayó como un baldazo de agua fría. ¿Quién está preparado para que le digan que alguien a quien ama con tanta fuerza ya no está? Porque él me entendía, él era distinto, como yo. Y yo lo amo con locura, como a mi amigo, como a mi hermano. Y el hueco que tengo adentro sigue firme, y va a tardar en empezar a sanar. Mi primer reflejo fueron las lágrimas, el segundo fue salir al balcón y el tercero, caer de rodillas. Vencida. A llorar, a llorar de angustia, pero hasta con desesperación, con tanta fuerza que hasta era de bronca. La bronca de que la vida me hubiera arrebatado a otro ser querido, de tener que volver a pasar por una situación parecida, de saber que nunca más lo iba a volver a ver. Y se me cruzaron mil y un cosas por la cabeza. Y lo que más me resonó de todas ellas, fue ésta: "Por qué no habré ido. Él me mandó un mensaje. ¿POR QUÉ NO FUI?" Y me di cuenta que, si hubiera ido a merendar aquella vez, no me hubiera sentido mejor. De hecho, no sé si el golpe no hubiera sido todavía más duro. Me di cinco minutos, lloré, temblé y de repente me detuve. Me reincorporé, me sequé las lágrimas de un ojo y del otro, saqué valentía de donde no la había y llamé a todo el mundo. A todos aquellos a los que era necesario avisar. Se lo debía.
No quería estar sola, de hecho, ninguno de nosotros quería. Y terminamos todos juntos en un living, recordando anécdotas tan lindas como el sonido de su risa. Acompañando a estas anécdotas con varias carcajadas, como a él le hubiera gustado.
Y cuando volví a mi casa, bajando las revoluciones sólo para poder enfrentar el día que iba a tener por delante, me acosté y lloré. Con una tristeza tan grande, de esas que se meten dentro tuyo y echan unas raíces enormes. Que después son muy pero muy difíciles de remover. Por supuesto no pude dormir, pasé las horas como pude y me di una ducha, quería un baño de realidad, pero no lo conseguí. Volví a hacer llamados y partí a encontrarme con gente. Para que después llegara el momento de verlo a él. En realidad, de ver el legado que él ya había dejado.
Llegué al lugar acordado, a la hora acordada y no podía creer lo que había ante mis ojos. Una cantidad de gente que jamás había visto en una situación parecida, de todas las edades, de todos lados. Todos unidos y conectados por un único motivo en común. Franco. No recuerdo bien todo lo que siguió, y tampoco quiero hablar de lo que sí recuerdo, son unas sensaciones que prefiero guardar para más adelante. Pero lo que quiero rescatar fue el apoyo que recibí, no sólo de mis papás que estaban ahí acompañándome, sino también de los amigos incondicionales, que por supuesto no estaban ahí por mi, pero que se tomaron un minuto de más para asegurarse de que yo estuviera bien. Las profesoras, los padres de mis amigos, todos. Me sentí tan querida, tan contenida y a la vez tan sola. Sola porque no podía decir cómo me sentía, sola porque hasta había quedado seca de lágrimas.
Y a la tarde partimos para el club, el club que lo había visto crecer, que lo había visto festejar y hasta actuar de profesor y cómo no, de planillero. Y nos reunimos todos ahí, sus amigos, su familia, su gente, todos para regalarle un último aplauso, una bandera hermosa hecha por sus compañeros de equipo que más que compañeros, eran los amigos que el deporte le había regalado. En una ceremonia corta pero emotiva todos le dijimos adiós en nuestros adentros, aunque en realidad no era una despedida, porque todos sabíamos que lo vamos a volver a ver, y que siempre va a estar dando vueltas para cuidarnos.
Salí de ahí con otro aire, con otra mirada, ni mejor ni peor, distinta. Y me fui a tomar un café con mi amiga de siempre, mi negrita. Más recuerdos felices que dejaron de lado el vacío por un rato, y después partimos. Llegar a casa fue muy extraño. Entrar a mi cuarto, sentarme por fin. No tuve otro reflejo que el de ponerme a escribir, tal cual lo estoy haciendo ahora. Porque necesitaba sacar las emociones del momento. Mi mamá me obligó a comer algo y a dormir porque de nuevo, no podía parar de llorar. Lo peor de todo era que ya llevaba despierta incontables horas y que por supuesto, tenía fiebre. Me dormí con miedo, ese miedo que había descrito minutos antes cuando escribía, pero me dormí al fin.
Me desperté nerviosa, volví al mismo lugar, estaba dispuesta a no dejarlo solo, a acompañarlo a su último lugar físico. Y así se inició una nueva procesión, de nuevo repleta de gente. Porque Franco era así, no había absolutamente nadie que no lo quisiera, nadie a quien no le hubiera llegado la noticia tan triste. Y de nuevo como en ritual, quienes tuvimos el valor de ir, lo vimos desaparecer para siempre. Dejando en nosotros los mejores recuerdos, las fotos, los videos, todo.
Y yo tengo más que sólo tristeza. Tengo orgullo, de haberlo conocido, de poder decir que él llegó a quererme casi tanto como yo a él. Puedo decir que nos considerábamos especiales el uno al otro. Y puedo estar segura de que, aunque no lo pueda ver, aunque no pueda escuchar su voz sin citar a mi memoria o sin mirar algún video, él siempre me va a acompañar.
Porque como dije antes, Franco además de ser mi amigo, era mi hermano, era alguien que tenía un corazón nunca antes visto, tan pero tan inmenso y puro, que simplemente no podía vivir en este mundo. Porque tenía una misión, porque no era humano. Estoy convencida de que es una de las mejores cosas que me pasó en la vida. Lástima que nunca se lo haya dicho. Sé que llegó a mi vida para cambiarla para siempre, para hacerme ver un mundo de cosas que yo no era capaz de ver. Y sé que dondequiera que esté, me vigila, me acompaña y nunca me va a dejar. Porque es mío, es parte del viento que todos los días me despeina, que me devuelve a la vida. El viento que me empuja, el aire que respiro. Está en todos lados, siempre lo va a estar. Y cuando sane la herida, cuando deje de doler, sé que él va a hacer que yo pueda volver a sentirme bien. Aunque para eso todavía falte.
Porque no hay día que su cara no se cruce por mi mente, porque no habrá momento en el que deje de pensar en él como el ser más grande que conocí. Porque su risa y su forma de mirar son dos cosas que no voy a olvidar jamás. Mío para siempre.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Imposible volver atrás.

Las cosas suelen tomarte por sorpresa. Y éstas sorpresas no siempre son gratas. Cuando las sorpresas se convierten en malas noticias y como consecuencia una gran tristeza se apodera de tu cuerpo, éste sufre algo así como un trauma. Algo inexplicable, doloroso, insoportable.
Después de un trauma, tu cuerpo está en su punto más vulnerable. Es cuando no sabés qué hacer. Cuando no entendés lo que pasa a tu alrededor. El tiempo de respuesta es fundamental, cuanto más tardás en caer, más abrupta es dicha caída. Te golpeás la cabeza contra el pavimento, perdés el conocimiento, te cuesta levantarte. Y de repente estás rodeado de gente. Todos empujando para llegar a la meta. Te quieren arreglar como si se pudiera. Ponen lo mejor de sí mismos para ayudarte, pero no se puede, no hay forma. Aunque sabés que es imposible, aunque crees que no hay salida, intentás. Recomponiéndote otra vez. De nuevo. Querés distraerte, descargar. Pasás tu tiempo entretenido, para no ver, para no pensar. Hasta que un día lo aceptás. Gritás, pataleás, te enojás con todo el que se te cruce. Y llorás, llorás como nunca antes habías llorado, olvidando ya el por qué de las lágrimas que no paran de brotar de tus ojos.Y una vez que pasa el shock, una vez que se entiende lo que pasó, comienza la verdadera curación. Que es algo así como una recuperación, como si hubieras estado enfermo o algo por el estilo.
Es algo que se hace en solitario. Nadie te puede arreglar, no se puede volver a construir tan rápidamente. Es largo, es exhaustivo. Cansa, destruye. Es tan agotador que se necesitan muchísimos empujones para seguir. Empujones que se sacan de todos lados. De los amigos, de la familia. Que están, que uno sabe que siempre van a estar. Pero en realidad, es tan solitario como el infierno.
La duración de la recuperación depende de qué tan grande sean las heridas. No siempre se sale con éxito de estas situaciones. Eso es lo que me preocupa. Lo grande que son mis heridas, lo lastimada que estoy, lo cansada que esto me deja. Lo asustada que me hace sentir al mismo tiempo. Porque no hay dolor que no se acompañe lamentablemente del miedo. Un miedo feroz, que arrasa con todo lo que se le cruza. Que come, que ataca. Y no importa cuán duro trabajemos en recuperarnos, algunas heridas puede que nunca cicatricen del todo. Son tan profundas, tan extensas. Algunas de ellas tan injustas. Y nos acompañan para siempre, no nos podemos deshacer por mucho que lo intentemos.
Puede que tenga que adaptarme a una nueva vida, hay cosas que puede que me hayan cambiado demasiado. Para nunca volver a ser lo que era. Es imposible volver atrás. Puede que ni siquiera llegue a reconocerme. Poco queda ya de lo que solía ser, y es una pena. Esto de que la vida lo obligue a uno a crecer. Tantos golpes, tanta angustia, tanta necesidad de sentirme bien. Y eso es lo que termina por destruirme, el hecho de necesitar con tanta fuerza estar bien. Es como si no me hubiera recuperado nada en absoluto de todo lo que ya llevo cargado. Soy una nueva persona. Con una nueva vida. Pero no me rindo, nunca lo voy a hacer. Porque aunque no pueda recordar muchas de las cosas que me caracterizaban hasta hace poco más de dos semanas, estoy segura de que nunca voy a bajar la cabeza.
Y no por mi, ya no me importa eso. Estoy más allá. Lo hago por quienes quedan, por los que no se fueron, por los que siguen firmes a mi lado. Sigo por ellos.

martes, 18 de septiembre de 2012

Las €ul!$uelta$

Fue todo casi de casualidad. Un chiste que empezó muy chiquito, de repente se extendió y llegó a cubrirnos a todas. Se empezaron a afianzar las relaciones, poco a poco nos fuimos transformando en esenciales para las otras. Y así llegamos a lo que somos hoy. Un grupo de amigas que va mucho más allá de lo explicable. Tiene más que ver con la hermandad.
Y si pudiera describirlo lo haría, pero no creo que pueda encontrar la combinación exacta de palabras. ¿Cómo explicarles que son mi vida entera? No me imagino lo que sería no tenerlas, no poder acudir a ustedes con cualquier cosa que me pasa. Compartir las alegrías, los grandes momentos. Eso es lo que más me gusta, el hecho de saber que puedo contar con mi grupo cuando las cosas me salen bien. Porque eso, creo yo, es lo más difícil de todo. Y también, y no menos importante, el hecho de que son mi sostén.
Yo sigo por ustedes, evito las caídas, y cuando no puedo evitarlas, siempre tengo una mano que me levanta. Si yo no las tuviera, hoy no sé cómo estaría. Esos abrazos tan en el momento justo, imagino se habrán dado cuenta la necesidad que tenía cuando sucedieron. No tengo manera de exteriorizar la forma en la que me siento, lo mucho que me duele despertarme todos los días y darme cuenta de que perdí una gran parte de mi. Pero lo que me hace levantarme de la cama con una sonrisa es el hecho de estar segura de que nunca me van a faltar. Con ustedes puedo ser yo, sacar lo mejor de mi y potenciarlo por mil.
Me guían, me devuelven al camino. Y lo más importante, creen en mi. En lo que soy, en lo que me gusta hacer. Me frenan, me aconsejan, sigo siendo la abuela, la más grande, pero nunca paro de aprender, me enseñan todos los días. Soy lo que quiero ser, sólo porque tengo su aprobación.
Una amistad fuera de los límites, una alegría constante, una facilidad para entendernos, para emparcharnos cuando estamos mal. Para hacer de todas una sola.
Mi herida anterior, de la que hablamos mil y una veces, cerró recién cuando pude estar con ustedes y contarles cada segundo, cada sensación. Cuando pude abrirme y contarlo todo como nunca lo había contado, cuando con ese silencio atento y esas lágrimas que caían de sus ojos me dijeron todo. Fue ahí cuando supe que esto es para siempre.
Somos mucho más que amigas, somos hermanas. No sé decir lo mucho que las amo, la forma en la que hacen que el dolor pase a un segundo plano cuando hablamos.
¡Y ni hablar de nuestra capacidad para conversar de cuatro cosas distintas al mismo tiempo y aún así entendernos!
Son de lo mejor que tengo. Una de las cosas más importantes en toda mi vida.
Son mías, somos una.
Las amo para siempre Culisueltas.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Te extraño con todo mi cuerpo.

Otra página en blanco, otro ritual, otra vuelta.
El pecho oprime, desde adentro el grito ahogado puja por salir.
Quiero volver, quiero dar media vuelta y viajar al pasado.
Quiero que estés ahí, ahí para mi.
Necesito que me deje de doler.
El frío se tiene que ir.
La soledad, la maldita soledad que siento a cada minuto.
Una desazón que me persigue.
Una lágrima que no puede ni sabe brotar.
Y un dolor que no tiene nombre.
Agudo.
Frío.
Desesperante.
Incansable.
Quisiera poder dormir.
Encontrarte en mis sueños.
Que me cuentes cómo estás.
Sé que tengo que dejarte ir, lo sé.
Pero todavía no puedo.
No me sale.
No puedo dejarte ir.
Sos mío para siempre.
Me siento monotemática.
Pero cruzás mi mente todo el tiempo.
Venís a mi con tu sonrisa.
Me estoy volviendo loca.
No quiero estar sola.
Necesito un abrazo.
O mil.
Hiperventilo.
Me nublo.
Te extraño con todo mi cuerpo.

Me duele tanto que ni siquiera puedo escribir un texto completo, me quedé sin palabras, sin ganas, sin fuerzas. Necesito volver. Ser yo, la de siempre. Con la chispa que acompaña. Necesito sentirme bien, quiero llorar. Cantar hasta que ya no me quede nada de voz. Quiero liberarme de esto. Por favor. Necesito que el calvario se termine, para poder dejarte ir a volar por una galaxia lejana. A que las luces brillantes te guíen y después me puedan mostrar el camino a mi para cuando vaya a reencontrarme con vos. Nunca me vas a dejar y jamás voy a poder olvidarte. Jamás.

jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Cómo se hace?

Es como si todo estuviera en silencio. Como si la luz se hubiera apagado. Como si ya no quedara nada.
Siento que estoy viviendo en piloto automático, porque ya no me queda nada por esperar. Nada que me pueda sorprender, nada que me pueda devolver la esencia. Y es muy triste. Ponerme a pensar en todo lo que perdí y creer que hay más perdido que ganado. Pero es una realidad que, en mi corta vida, los golpes han sido más que numerosos.
Y no sé cómo seguir. Acostumbro a dejar que nada me lleve por delante, a entender todo, a solucionar los problemas rápidamente. Pero esta vez no puedo. Siento que la fuerza se me terminó, que no queda nada. Ya no hay nada.
¿De qué me sirve la vida si no puedo verte? Si todo lo que quiero se rompe, desaparece. Me da miedo acercarme a la gente, hacer nuevas amistades. ¿Para qué? Si todo se termina... Peor aún, no quiero estar así. Quiero volver a ser yo.
Y yo sé que no te gustaría verme así, tanto como a mi me gustaría poder volver a verte reír. Hacer tus locuras, tratarme con desprecio para intentar que yo crea que no me querés. Y todo a lo que me habías acostumbrado. Pero siento que mi alma salió corriendo y ya no quiere volver. Como si una parte de mi se hubiera ido con vos, y esta parte (casi tan enorme como tu corazón), es demasiado grande como para dejar vivo algo de mi.
Es como si ya no tuviera esperanzas, como si todo lo bueno que tengo y conozco fuera tan frágil que ya no valiera la pena creer en algo mejor. No tiene sentido. Lo que pasó no tiene sentido, sentirme así no tiene sentido. Y lo que más me afecta, lo que más nerviosa me pone, es el hecho de no entenderlo. De no procesarlo. No puedo terminar de procesar el hecho de que ya no estás, no lo creo, o no lo quiero creer.
Y me doy cuenta lo mucho que esto me afecta. Me está comiendo por dentro. Quiero poder llorarte para empezar a sanar un poco la herida.
Por momentos me atrevo a pensar que de hecho no me duele tanto y la sola idea me revuelve el estómago. ¿Cómo no me va a doler? Me siento culpable, como si hubiera hecho algo malo. Pero la realidad es que pensarte me da risa, hasta el hecho de que hayas desaparecido en forma física para siempre me da risa. Y eso es prueba fiel de que todavía no entendí nada.
Siento un puñal que se clava en lo más profundo de mi cuerpo. No puedo seguir así, no puedo. Estoy partida al medio.
Quiero poder llorar, gritar, revolear cosas, patalear, que me tengan que agarrar y llorar por mucho tiempo más.
Me lo merezco, merezco empezar a sacar la angustia de adentro.
¿Cómo se hace?

domingo, 2 de septiembre de 2012

Esperame.

No tengo palabras para describir el estado en el que me encuentro. No sé si hay algo que pueda decir. No termino de caer, es como si tratara de entender dónde estuve hoy todo el día pero igual no llegara a hacerlo. Estoy perdida. Es difícil saber si tengo la fuerza necesaria para sobrellevarlo, pero confío en que vos me la vas a dar. Estoy destruida, de verdad no sé qué hacer. Las horas no me pasan, no puedo dormir, apenas puedo comer.
Tengo el alma vacía, estoy seca y no encuentro respuestas. Te extraño con todo el cuerpo, con cada sensación. Y eso que todavía no lo asimilé. Llevo despierta una innumerable cantidad de horas porque simplemente me da miedo soñar. Me da miedo despertarme mañana y darme cuenta que no te voy a poder volver a ver. Me da miedo aceptar que te fuiste porque cumpliste tu misión en la tierra.
Nunca había tenido tantos sentimientos encontrados, mucho menos la angustia de no entender, de no poder creer lo que pasó. De cómo te esfumaste de un segundo a otro.
Cuando me enteré de lo que estaba pasando el jueves, no pude parar de temblar durante más de dos horas. Tuve que comunicar lo que había pasado y sacar toda la buena onda posible. Y tengo que admitir, amigo, que cuando te fui a ver el viernes me asusté muchísimo. Me dio mucha impresión verte así, tan vulnerable, y yo parada a tu lado sin poder ayudarte, inútil. No me salió más que decirte un par de palabras y ponerte una canción de Los Totora que tanto te gustaban.
Pero ayer, ayer cuando entré sola, pude estar mucho más calmada. Hablarte más, te canté, te pedí que no te rindieras y creo que eso es lo que hiciste. Porque nada te iba a sacar tu esencia, tu personalidad, tu chispa, y esa luz tan propia y particular. Una luz de la que nunca me atreví a hablar. Eras puro, de alma y cuerpo.
Y no sé cómo se sigue ahora, mucho menos yo que vengo siendo golpeada una y otra vez, ya parece un chiste. Y lamentablemente tengo que decirte, que aunque sé que me cagarías a pedos y me dirías "DEJÁ DE LLORAR!", todavía me falta mucho. Me quedan muchas lágrimas que tengo que desagotar. Aunque tenga muchos momentos en los que me ponga a pensar en lo genial que era convivir con vos en ese aula. Tus ocurrencias, tu forma particular de hacer reír a todos.
Me duele, me duele como hace mucho no me dolía. Tengo un vacío tan grande, una necesidad tan fuerte de abrazarte y no soltarte nunca, ni aunque me dijeras que ya te tenía podrido.
Te amo y no sé qué hacer con esto. Sos parte del viento, y ese viento hoy me hizo saber que vas a estar para siempre al lado mío. Cierro los ojos y te veo reír en mi mente, te veo ponerte a cantar Arjona con todos los pelos despeinados y mucha pasión.
Acompañame siempre desde dondequiera que estés, por favor te lo pido. Dame la fuerza amigo, damela vos porque yo no sé de dónde sacarla.
Acabo de caer, mientras escribía. No puedo seguir.
Te amo para siempre. En cualquier parte. Esperame, esperame porque nos vamos a volver a ver.

sábado, 28 de julio de 2012

Escapar.

Si pudiera dejarlo todo atrás. Si fuera fácil, si tuviera la oportunidad de cerrar los ojos y olvidarlo todo para siempre. Como si nunca hubiera pasado. ¿Tendría la posibilidad de vivir distinto? ¿De pensar distinto? ¿De ser distinta?
Si pudiera elegir, ¿tendría el valor de borrar todo lo que me molesta? Lo que me hace pensar que siempre estuve haciéndolo todo mal. Que todas mis decisiones fueron tomadas en vano. Que NO sé quién soy. Que me da miedo descubrirlo, me da miedo adentrarme en lo más profundo de mi ser. Creo que porque lo que me da aún más miedo, es lo que puedo llegar a encontrar. No tengo fuerzas, me quedé sin ideas. Ya no sé cómo escapar. De mi.
Es como si mi mente se hubiera cerrado para siempre y no pareciera haber una salida posible. Siento que no soy quien quiero ser. Hay dos partes de mi. Y es una sola la que dejo ver. Pero lamentablemente, es la otra la que creo me identifica más. Y no sé cómo cambiarlo. ¿Cómo elegir? No puedo simplemente cambiar el chip y seguir. No se puede. No puedo ni siquiera imaginar qué es peor. Vivir usando una careta que no me corresponde, que no me identifica. O sacarlo todo y que se destruya todo lo demás.
Siento como si estuviera en el ojo del huracán. En el peor momento. Y lo peor, lo más triste, es que no me pasó nada. No tengo nada de qué quejarme. Sólo de mi. No estoy segura de lo que va a ser, de lo que voy a hacer, de lo que llegaré a ser algún día. Sólo puedo soñarlo. Pero sí hay algo de lo que puedo estar segura. Sé lo que no quiero ser.
Quiero sacarme la tormenta. Quiero escapar. Quiero salir. Necesito salir.
¿Se puede?
¿Alguien sabe cómo?
Me come la oscuridad, me carcomen los demonios, cierro los ojos y no puedo ver más allá. Siempre pude.
Se me apaga la luz y no veo bien. No quiero ser presa de esto, no quiero estar atada a esta realidad. Necesito un rescate, alguien con un paraguas que saque de encima mio esta lluvia, porque estoy empapada y tengo frío. Alguien con una linterna que me deje ver lo que hay adelante, para evitar que me siga golpeando contra todo. ¿Dónde está mi salvación? ¿Por qué tardará tanto?
Necesito los brazos que contengan la angustia, que me lleven a un lugar mucho más seguro y real.
Un escape, seguro es un escape.

jueves, 19 de julio de 2012

La sed. Mi ritual.

Escapar no es una opción. No puedo abrir la puerta y simplemente correr en la dirección contraria. No puedo. (¿No quiero?)
El sudor cae por el costado de mi cara, mis manos no podrían estar más mojadas. Pero intento sostener el lápiz para que no se deslice y sigo. Quiero escribir tan rápido y soltarlo todo que no puedo evitar equivocarme un poco mientras avanzo. La letra aparece corrida, por un momento los ojos pierden el foco. Pero no necesito ver, sólo tengo que sentir. No se apaga la sed, pero aminora la desesperación. Siento al sufrimiento apartarse de mi. Se aleja. Y con un movimiento ligero de cabeza lo despido, con deseos de que sea para siempre. Esperando que no quiera volver. Volver con el único fin de arrancar de mi lo mejor que tengo. Mi cable a tierra, lo único que me mantiene en pie.
Mi escape. Porque es la función que cumple éste ritual. Que es único, que es mío, que nunca nadie vio. Ese momento en el que mi mente pasa a un estado superior de conciencia. Donde lo que me rodea desaparece por unos instantes. Esos segundos en lo que mis ojos no necesitan al parpadeo constante, no necesita mi cuerpo de la respiración. Donde se produce agitación. La excitación. Ese calor y con él la transpiración. Que le da el toque justo, que me trae la satisfacción de siempre. Ese sabor conocido. Una sensación que no me produce ninguna otra cosa.
Y podría escribir sobre cualquier cosa, pero no lo necesito. Es ésta santa ceremonia la que quiero resaltar. La que viene y muy pocas veces se va. A la que soy adicta. ¡Y no tengo problema en admitirlo! Soy adicta al estado más puro de mi. A ese, llamémoslo orgasmo, que se sucede dentro mio cada vez que soy jodidamente libre.
Y vuela mi mente. Ahora que la sed está un poco más apagada. Una vez que me dejé comer por los demonios que tengo dentro. Después de haber sido consumida por mis llamas interiores. Puedo levantar la cabeza y sonreír. Puedo asegurar que llegué al punto justo. Que siento cómo el alivio se lleva por fin al resto de la desesperación que quedaba. Y bailo por el papel. Con John Mayer que me acompaña sonando de fondo. Y poniendo todo de nuevo en su lugar natural.
Me siento plena. Aunque nada de lo que me estuvo pasando en estos días de desazón constante pueda apoyar al sentimiento momentáneo. Porque sólo me estuve sintiendo asquerosamente mal. Y no creo que sea culpa de nadie, sólo mía. Por querer mentirme, engañar al ser pensante que hay adentro mio.
Porque me gusta creer que soy capaz de lidiar con todo. De perdonar, de olvidar, de ver cómo la historia se repite delante de mis ojos y cómo bajo la cabeza y lo acepto. Como si lo mereciera. ¿Lo merezco acaso? Pero no quiero pensarlo más. Quiero quedarme con lo mejor de mi ritual y dejar lo amargo para después.
Los ojos vuelven a su estado normal. El sudor deja de brotar en mis manos. Se normaliza el latir de mi corazón. Y mi respiración quiere volver al curso habitual. Se apaga la sed. Vuelvo a mi cuerpo. Y así, concluye nuevamente mi ritual. Dejándome tirada en la cama. Rendida. Sin energía, con mucho sueño, pero sumamente feliz. Con la plenitud a flor de piel. Como si no importara nada más. A la espera de la próxima necesidad. Del siguiente ataque de sed. Esa sed que aunque ardiente y rasposa, logra sacar lo mejor de mi.

miércoles, 27 de junio de 2012

Por siempre parte de mi.

Vengo con una seguidilla de sentimientos encontrados bastante importante. En tres días, terminé con el sufrimiento que me producía la categoría inmerecida en la que estaba mi equipo y me despedí de una parte de mi.
Con respecto a lo primero, me atrevería a decir que no hay mucho más que agregar. Pasé momentos de muchos nervios, de mucha tensión y que pude descargar al grito de los goles. Después simplemente me vino la felicidad que tanto deseaba y no pude hacer más que saltar y cantar, con los ojos llorosos de la emoción que me produjo que mi equipo recuperara lo suyo.
El segundo de los sentimientos, esto de haber despedido a una parte de mi, tiene que ver pura y exclusivamente con la separación de la banda de Casi Ángeles. Muchos pensarán que es una estupidez, que ya estoy grande, o que son muy malos. Yo, y no tengo ningún tipo de vergüenza en decirlo, considero que son una de las mejores cosas que me pasó durante la adolescencia. Me acompañaron durante la mayor parte de la secundaria, con problemas comunes, con dudas comunes, y con ellos me pude identificar por casi 6 años. Y bueno, fiel a mi esencia, fui a encontrarme con ellos el domingo por última vez. Un poco con la excusa de llevar a mi hermanita, pero con las verdaderas intenciones a flor de piel. Y me senté y con muchos nervios los esperé, como si hubiera sido la primera vez. Me sentí una nena cuando se apagaron las luces y se encendieron todas las del escenario que decían TEENANGELS, El Adiós. Y en ese momento, justo cuando empezaron los griteríos, entendí que esa ceremonia se iba a llevar una parte de mi para siempre. Y que ahí, en ese momento, en ese lugar, iba a dejar mi corazón. Me emocioné como todas las veces, me reí, canté, grité, hice todo con la felicidad de siempre y con la tristeza de saber que no lo iba a poder hacer nunca más. Me dejé llevar, me transportaron por los cuatro años de programa y los dos años que siguieron ellos como banda. Como si fuera en un túnel del tiempo, me dejaron volver a verlos chiquitos, y todo el desarrollo que hicieron, el mismo que hice yo. Y poco a poco se fue cerrando el capítulo, se fueron apagando las imágenes, se fueron despidiendo para siempre. Obviamente no saben quién soy, obviamente no los voy a perseguir por ningún lado cual fan desesperada, por eso sé y supe que ésa fue la última vez. Y siempre van a ocupar un lugar enorme no sólo en mis recuerdos sino también en lo que soy hoy. Porque, fuera de joda, me sacaron muchos miedos. Porque cuando ellos estaban en la tele, se paraba el mundo durante un hora, y cuando no lo podía ver, lo grababa, o lo miraba después por internet. Y es super fuerte pensar que todo eso queda atrás, pero yo dejo una parte de mi, aunque siempre se queden conmigo. Me la re banco y digo que me puse sentimental por CASI ÁNGELES. Pero son lo que soy. Mis sueños, mis esperanzas, mi adolescencia. Y nadie me va a poder decir que mi sentimiento no tiene valor, porque nadie lo vivió como yo ni se identificó de la misma manera. Son míos para siempre. Gracias por tanto, por tantas risas y las lágrimas también. Gracias por haber crecido conmigo. Es imposible evitar sentir esto. La nostalgia que me acompaña y ustedes que me dejan. Y prefiero recordarlo así, es más fácil despedirse. Son parte de mi vida, de mi corazón, bajó el telón pero yo los llevo para siempre.
Aunque decida tirar las revistas, me quedo con su música, con sus videos. Me quedo con cada tarde que pasé, con los 500 capítulos que me hicieron emocionar. Con todo. Por siempre parte de mi.

miércoles, 20 de junio de 2012

Dejame soñar.

Hace bastante tiempo que tengo este sentimiento en mi. No me atrevería a decir que lo conservo oculto, porque no sería del todo verdad. Pero sí me atrevo a decir que siempre está bastante acallado dentro mio.

Esta semana empezó reflexiva, mucho más que todas las demás. Bueno, digamos que después de haber pasado una semana en cama, lo mínimo que puedo hacer al recobrar la conciencia es reflexionar. Pero a lo que voy es a que, empecé con toda, saqué todo lo que tenía atravesado y que por algún miedo no sacaba. Me paré y alcé la voz. Por fin. Llevo tres años escribiendo sobre cómo hay que hacerse notar, he descrito los pasos a seguir, las sensaciones que pasan por nuestros cuerpos, pero recién hoy, me escuché. Recién hoy pude no sólo hacerle caso a todo aquello que venía manifestando en este mismo blog, sino también, pude escuchar mi voz cuando suena alto.

Y podría decir que me siento mucho más liviana. Tal vez suene como una publicidad de Activia, pero es la realidad. Siento que me está volviendo la chispa que me caracteriza, que realmente muestra quién soy. Y que obviamente estaba tapada por un montón de oscuridad. Una oscuridad que no me pertenecía, que era causada por cosas externas y que por fin hoy, como si hubiera sido un poco de niebla, se disipó.

No me preocupo más por lo mucho que me aqueja el hecho de estar sola. No estoy menos sola que ayer ni más sola que mañana, pero me doy cuenta que, sentirme mal no va a hacer que esta situación cambie. Es exactamente lo opuesto. Y tengo tantas ganas de cerrar los ojos y poder sentirme plena. Muero por poder decir las dos atrapantes palabras, pero decirlas con el corazón, sentirlas realmente. Y después de eso poder escuchar a alguien repitiéndomelas al oído y haciendo que me den cosquillas. Quiero poder perderme en un par de ojos interesantes que, sin importar el color que tengan, lo van a ser. Y van a ser fuera de lo común, a su manera. Y quiero poder enamorarme de una sonrisa que sea única y que la risa que la acompañe sea todavía mejor. Básicamente, quiero que me pase todo lo que el común de la gente quiere.

Aunque yo sé que no soy común. Y con esto no quiero decir que me creo anormal ni nada por el estilo. Sólo considero, (aparte de estar segura de que los límites que definen lo normal y lo anormal son un poco básicos) que soy una de esas personas especiales que hay sueltas por la tierra. Así como también creo que estas personas tienden a agruparse. Pero es un tema muy largo para empezar a hablar de él ahora, así que lo voy a reservar para más adelante.

Pero es cierto lo del amor. Es cierto que quiero que de una vez me llegue. Creo que ya es mi hora, que ya es justo. No sé si puedo sentir que viene. Pero puedo sentir que estoy lista. ¿Optimismo? Llamalo como quieras. ¿Idealismo barato? Tal vez. Pero dejame. Dejame soñar y ser feliz. Dejame hablar desde lo profundo de mi alma. No me callan más. Nunca más.

miércoles, 6 de junio de 2012

La única salida.

¿Y si nuestra única salida fuese rendirnos? Si yo te mirara a los ojos y te lo pidiera. ¿Lo harías? No hablo de una rendición física, no, es algo mucho más grande que eso. Más grande que nosotros dos. Más grande que el amor que podamos tenernos. Cuando hablo de rendirse, de dejar que todo siga su rumbo, me refiero a dejar que el tren pase. Digo que a veces el amor no es lo que alcanza, aunque por momentos sobre. Si no hubiera otra opción, si no quedaran más páginas para dar vuelta... ¿Te rendirías? ¿Tendrías el valor de hacerlo?
Solemos creer que lo más difícil es enfrentarnos a aquellas cosas que requieren mucho esfuerzo de nuestra parte. Digamos, conseguir la fuerza necesaria para llevar adelante todas estas situaciones. Pero yo creo que rendirse es más difícil. Darse cuenta que no hay más vuelta que darle, que ya no queda más nada, que tal o cual cosa nos ganó. Esa es la parte difícil. Un héroe sabe cuándo tirar la toalla. La rendición no es una muestra de cobardía, todo lo contrario. Insistir con algo que no puede ser, que ya está, eso es cobardía. No poder enfrentar eso que es más grande que nosotros. El orgullo. Y a mi se me hace muy difícil.
Porque cuando te miro, cada vez que tus ojos se encuentran por casualidad con los míos, me dan ganas de vagar por cualquier parte del espacio, de luchar con todas mis fuerzas para tenerte un minuto más conmigo. Y no tarda en llegar la realidad. Que me golpea, tan fuerte como puede, y así me hace entender que esto es imposible. Que por más que yo le de vueltas, sigue estando fuera de mi alcance.
Y no es que no estemos hechos el uno para el otro, es totalmente lo contrario. Yo creo, fuertemente, que fuimos hechos así a propósito. Pero yo lo sé, yo lo supe desde el primer momento en que te vi, cuando la chispa de la curiosidad se despertó adentro mío. Y me dieron ganas de quererte, como no creo haber querido antes. No por la intensidad, sino por la madurez. Y no puedo evitar pensar lo hermoso que sería que lo mismo viniera de tu parte. Pero no sucede. Simplemente no llega ni llegará.
Lamentablemente, me acostumbré a controlarlo todo. Siempre me gustó creer que nada iba a poder conmigo, básicamente que yo podía decidir sobre todo lo que me rodeaba. Y me fui dando cuenta que no pude haber estado más equivocada, sobre todo en este último tiempo. Porque yo me puedo enojar, puedo decepcionarme, puedo querer matar a la mitad de la gente que vive en la tierra, pero la peor decepción es conmigo misma. Es por eso que a veces me lleva un tiempo entender y darme cuenta que la verdad estuvo siempre adelante mio. Y con esto quiero decir: ¿cuándo pensé yo que esto iba a ser diferente? ¿Cuándo tuve el atrevimiento de creer que iba a cambiarte?
Me gusta creer que el problema no soy yo, que sos un enamorado de la vida. Que lo que nos separa no es más que una carcasa que te recubre. Pero no creo llegar a entenderlo alguna vez. Ni siquiera aunque me lo digas. Pero tengo que hacerme a la idea. Yo creí que era un comienzo de cero, un borrón y cuenta nueva. Que dejaba atrás todo mi lado gris para llenarlo finalmente de color. Creí que lo que veía adelante mío no era más que un mundo de posibilidades. Y no importó, la aventura en la que me estaba embarcando fue lo de menos, seguí siendo yo. No me abandoné. Me concentré en el nuevo comienzo. Era mi hora.
Pero.. ¿cuán diferente podía ser? Al fin y al cabo, es lo que todo el mundo quiere, ¿no? Borrón y cuenta nueva. Un volver a empezar. ¡Como si fuera tan fácil! Y ahora lo que necesito es todavía más difícil. Creí que el empuje me lo dabas vos. El amor por vos. Pero, ¿de qué sirve? Es triste pero cierto, ¿de qué sirve amarte así? Y si no quemara, si no viniera desde adentro, si no empujara con todas sus fuerzas intentando salir, no lo diría, no sería capaz de escribirlo. Y tal vez son las ganas, esas irrefrenables ganas de que me mires con los mismos ojos con los que te miro. Que me sonrías con el mismo amor. Y será que me tengo que rendir, será que ya perdí y lo que me queda es lo más complicado de todo. Aceptarlo.
Ojalá tuviera las ganas. Pero tengo que dejar de autodestruirme, me paso la vida escribiendo sobre lo que la mejor salida es y no lo aplico a mi vida. Tengo que hacerme caso. Tengo que convencerme. Tengo que.. pero nada es fácil cuando se trata de empezar de nuevo. Nada en absoluto. Pero esto no es algo de a dos, nunca logré que así fuera.
Será que la única salida es...

jueves, 31 de mayo de 2012

Will you surrender with me?

Calculo que nunca vas a dejar de cargarme por la forma en la que empezamos a hablar. Y aunque no me respetes ni un poco, podría decir que, ¡menos mal que lo hice! Digamos que entraste a mi vida casi por casualidad, habiendo pasado un año juntas sin hablar, las probabilidades de que una amistad surgiera eran casi nulas, por lo menos desde mi punto de vista. Pero bueno, pese a todas las inexistentes expectativas, acá estamos.
Primero te quiero pedir perdón, por no haberte entendido de entrada aunque pretendí hacerlo. Por haber creído que era algo pasajero, que te ibas a dar cuenta de que te querías quedar. Perdoname por haber sido tan egocéntrica, perdoname por no haberme dado cuenta. Perdoname por no haber podido acompañarte en esto que te pasa, por lo menos hasta hoy. Pero la verdad es que no caía, no me había dado cuenta de lo permanente que esto iba a ser. Y por ende, no le había dado la importancia necesaria.
Como te dije hace un ratito, no creo que haya motivos que te aten a este lugar, más que nosotros. Sería totalmente impensado detenerte, querer encontrar una forma de que no te vayas. Fácil sería decir que me mata que te vayas, tener que encontrarte de casualidad conectada para poder saber de vos. Me mata la sola idea de pensar que no voy a poder verte cuando se me cante, y lo difícil que va a ser.
Pero creo en nosotras, sé lo que somos, lo que significamos la una en la vida de la otra, y por mucho que duela, por difícil que sea, sé que vamos a poder con ello. Ningún océano nos va a separar, ninguna distancia, porque no hay barreras que no podamos romper. Yo te entiendo. Yo sé lo que estás sufriendo, sé lo mucho que te está costando dejarnos. Sé que quisieras partirte al medio y que quisieras que fuera más simple, pero no se puede. Si yo te preguntara cómo te ves en diez, veinte años, estoy segura de que tu lugar sería allá. Porque así son las cosas. Tuvimos la suerte de habernos conocido y por culpa de eso, tenernos ahora y querernos como lo hacemos. Si no nos hubiéramos conocido, no podríamos estar tristes ahora. Así que, agradezcamos habernos cruzado, y, sobre todo, agradezcamos haber conectado. No quiero acostumbrarme a la idea, no quiero imaginarme sin vos. Pero te prometo, que por las dos, lo voy a intentar. Aunque no haya nada que pueda separarnos.
I should tell you that I'm sorry. I got angry, in fact, I've been angry for a week. But today. Today I realized. Now I know how easy it would be to say 'Baby, stay with me' (as Parachute does in 'Kiss Me Slowly'). But you can't. You read me? You CAN'T stay because of us. You have to do what you need to. We're friends, in fact, you're my best friend, and I'm not gonna give up on you, never. But, maybe, as Finn said, we need to surrender. Your life is there, in England, with your family, the people you love. And my life is here, for the same reason. This doesn't mean that we're not going to be friends anymore. I would literally fly in order to kill you if you even tried to do that. So, let's surrender. Let's do it for both of us. We need to let this thing go to enjoy our time together till you leave. Do you love me as much as I love you? If your answer is 'yes', then do this with me. But if the answer is 'no', then to this for me. Will you surrender with me?

miércoles, 30 de mayo de 2012

La esencia.

Ayer fue un día atípico. Estoy empezando a sentir que todos mis días son atípicos. Me empiezo a cansar y me pesa la rutina, la rutina de no tener mucho que hacer. Y cuando tengo mucho tiempo libre como para mirar al horizonte y entretenerme con algún pajarito que vuela a lo lejos, algún balcón con una señora que cuelga la ropa, o mismo un transeúnte que pasea por la calle, me pasa justamente eso, divago.

Después de una hermosa velada con un grupo de inadaptados que me hace inmensamente feliz, incluso cuando intentan hacerme sacar canas verdes, volvía a casa con mi querida amiga Ani y nuestra conversación me dejó algunas ideas que quisiera compartir a continuación:

Si a uno le toca la desgracia de padecer una enfermedad que lo priva de estar conectado con el presente a cada momento, si por algún motivo, los recuerdos parecen desaparecer... ¿Es realmente así? Creer que los recuerdos se esfuman es algo muy pobre, muy triste. Yo creo que hay algo mucho más profundo detrás. Yo creo que lo que hace la mente es atarse a un momento en particular, teniendo en cuenta el factor de la enfermedad, que facilita y empuja este proceso. Pero a lo que me refiero es a que, no se trata sólo de olvidar, se trata también de recordar selectivamente. Es desgarrador pensar en lo que debe sentir la familia de la persona que empieza ese proceso. Un proceso en el que el cerebro se va apagando poco a poco. En el que la persona, decide bajar los interruptores, desenchufar las lámparas, hasta quedar totalmente sumida en su propio mundo. Y así, seguir el tiempo que pueda hasta terminar de apagarse para siempre. Y esta desconexión progresiva yo la veo como una válvula de escape, como una forma de abstraerse de todo aquello que no se quiere recordar, que no se quiere ver. Y acompañando esto, la gran pregunta sobre la esencia de dicha persona. ¿Se perderá la esencia junto con los recuerdos? Yo creo que no. Pienso que, aunque la memoria sea arrebatada, aunque los recuerdos no puedan ser consultados, incluso si los allegados son imposibles de recordar, la esencia está siempre escondida. Porque la esencia no tiene que ver con lo que se pueda recordar, la esencia es como el alma, algo que existe pero que no se puede tocar y tampoco se puede ver. Uno no deja de ser uno aunque sea incapaz de atesorar los momentos más felices. Porque lo que llevamos adentro, eso que define quiénes somos, nos acompaña para siempre, no importa qué pase, qué intente detenerlo. Y con detenerlo me refiero a dejarlo atrás.
Y espero estar en lo correcto, porque perderse a uno, es lo peor que puede pasar. Hay veces en las que olvidamos eso que somos, cuando estamos ocupados, cuando nos dejamos llevar por todo aquello que nos rodea. Pero lo que somos, lo que de verdad nos define, siempre vuelve. Vuelve sin importar lo demás, vuelve y se hace notar. Vuelve abriéndose paso ante todo. Y de nuevo, aunque sea en algunos pocos momentos de lucidez, vuelve.

martes, 8 de mayo de 2012

Quedate conmigo.

Siempre creí que nunca me iba a sentir vieja hasta no ver a mi hermana terminar la secundaria. Pero el momento me llegó mucho antes. Y bueno, hoy es mi día. Mi bebita cumple quince. La que siempre quiso que yo le recordara cuánto la quiero, la que de cada tres palabras, dos son para contarme lo pelotuda que soy. Alguien con quien aprendí a compartir de todo. Desde la música, las series, hasta los problemas más grandes y más escondidos dentro de mi. Porque cuando hablo con vos, no importa de qué, siento como si estuviera tirada boca arriba en un lugar increíblemente cómodo, como si no necesitara nada más para poder hablar. Y además de la puteada, siempre tenés palabras muy justas, a pesar de tu corta edad. Y es raro mirar atrás. Intentar recordar el día en el que me regalaste tu primera sonrisa. De hecho, no puedo acordarme cómo fue que empezamos a hablar. Pero lo que sí sé, es que me pasaron muchísimas cosas desde que nos conocimos. Desde el minuto cero, empezaron mis momentos poco gratos. Todas mis crisis, mis locuras. Y nunca me dejaste caer. Cuando yo ya no quería hablar, vos me obligaste a hacerlo (de una forma muy poco amorosa si tengo que describirla) pero que me hizo atajarme a tiempo. Hiciste que sacara lo mejor de mi. Todo lo que tenía escondido. Me hiciste cantar las cosas desde lo más profundo de mi alma. Me ayudaste a escribirlo, me pediste que lo gritara. Y lo más importante, con tus formas raras de demostrar amor, siempre me hiciste sentir lo mucho que me querés. Y lo mucho que creés en mi. Me viste equivocarme una y mil veces, pero me dejaste pegarme todos los palos sola, para poder estar ahí cuando volviera con la frente golpeada. Me gritaste: ABRÍ LOS OJOS GUILLERMINA, NO SEAS PELOTUDA. ¡Y sí que lo hice! Tenés una fuerza, chiquita, que no te das una idea lo que es. Y mirá, yo te voy a contar algo muy raro pero acertado que yo pienso. Yo creo, fuertemente, que hay personas que son distintas. No de una forma mala, al contrario. Yo creo que hay gente que puede ver más allá. Como si tuvieran ojos para lo que no se puede ver. Una capacidad de percibir las cosas innata. Me creo alguien así y sé que vos lo sos también. Y sabés llegar y así como lo hacés, sabés irte también. Y sería medio cursi decirte todo lo que sé que podés hacer, porque me gusta la posibilidad de que puedas irlo descubriendo sola. Ahora empieza la mejor parte de la vida mi querida, hoy empezás a vivir de verdad. Subís la escalera que sólo te lleva para arriba, y que nunca, jamás, se termina. Pero tené cuidado, de a un escalón por vez, no vaya a ser que te tropieces y te tenga que agarrar. Aunque siempre, absolutamente siempre que lo necesites, voy a estar lista para saltar a tu rescate. Sos única, nunca te vayas a olvidar de eso ni por un segundo. Cuando te digan que no podés, demostráles que sos capaz de eso y de muchísimo más. Gritá que sos diferente. Contale a todo el mundo lo que sos y lo que podés llegar a ser. Que se escuche, que se enteren. Y por sobre todo, que no te pasen por arriba. Sos alguien a quien vale la pena escuchar. Y sobre todo, alguien a quien vale la pena tener cerca. Quedate conmigo. Gracias por esta amistad fuera de serie, para la que tengo algunas palabras porque esto es lo que hago, pero que, de verdad, no puede describir ni una décima parte de lo que me hace sentir. Gracias por creer en mi, por acompañarme. Y por obligarme a entender que me querés no importa qué. Feliz cumpleaños Lu. Te amo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Equilibrio.

Siento que a través del tiempo aprendí a captar información y transformarla en un texto. Y últimamente estuve saboreando la sensación de que esta capacidad se me había escapado. Pero ayer me di cuenta, que éste es un juego que acaba de comenzar. Digamos que, decidí que voy a luchar por esto, por más que a alguno le pese. Es lo que soy. No es fácil ser. Hay que tener mucho valor, mucha confianza, muchísimas ganas de salir adelante. Y en este tiempo que pasó, me estuve debatiendo entre lo que soy, lo que me gustaría ser y lo que los demás quieren que sea. Qué si mis instintos no me llevan por buena camino? Cómo saber cuándo parar? Me corre el tiempo. Me corren los estereotipos. El problema es que yo no entro en ninguna categoría. Puede hasta sonar arrogante, pero soy mucho más que una calificación. Soy alguien que aprendió a ver la vida desde otro punto de vista, alguien que tuvo al mundo claro desde el minuto cero. Y cómo hacer que estas ideas lleguen a alguien? Esa es la parte difícil del asunto. Imagino que si fuese fácil sería aburrido, pero estoy cansada de que ese sea mi consuelo. Cómo demostrar que se puede ser diferente y feliz? Cómo hacer que la juventud se de cuenta de todo lo que tiene para dar? Y, sobre todo, cómo renacer las ganas de quedarme acá? Quiero una motivación, quiero la posibilidad de mostrar todo el potencial que tengo. Compartir mis teorías con quien las quiera leer y escuchar. Sueños sobran, la voluntad está. Por qué sobran preguntas y faltan respuestas? Cómo se encuentra el equilibrio entre lo que sueño y lo que creo posible? Y lo peor, qué hago si para encontrar ese equilibrio tengo que resignar algún pedazo de lo que soy? Siento que el tiempo se me va.

jueves, 3 de mayo de 2012

Un año después.

Es difícil de creer lo rápido que pasaron los días. Si me pongo a pensar, siento que fue ayer que me enteré que nos habías dejado para siempre. Cuando sentada en ese aula me llegaba una de las peores noticias de mi vida y con ella, la tormenta de lágrimas, la angustia y la bronca. Y todos los pensamientos que acompañaron a mis sensaciones. No podía hacer nada, pero lo más fuerte, lo que más me molestaba, era el hecho de no haberme podido despedir. Todo producto de un teléfono descompuesto, de informaciones mal dadas y de una esperanza válida mezclada con ilusiones. Y eso es algo que realmente, no creo llegar a poder perdonarme nunca. Creí que mi mundo se destrozaba. Que todo lo que era se dinamitaba para siempre. Y lloré, grité, pateé, hasta que no me quedaron fuerzas. Hasta que no me pude mover más. Traté de seguir con mi día hasta que se hiciera la hora para ir a verte. Junté todas mis fuerzas y de la mano de mi amiga, nuestra amiga y el poder de todos los recuerdos que me transportaban a momentos maravillosos compartidos con vos, fui. Llegué y necesité compañía para tener el valor de subir. Cuando lo conseguí, entré y te ví. Tan distinto. Tan injustamente cambiado. Pero siempre con esa luz tan tuya. Y en ese momento me di cuenta que todo era verdad. Que no había vuelta atrás. Que cuando me fuera de ahí, no iba a poder ver tu cara nunca más sin citar a mis memorias o sin buscarte en alguna foto. Y fue justo ahí que entendí lo mucho que me iba a costar desprenderme. Cuando llegué a mi casa lloré, volví a destruirme, a necesitarte. Y, no me olvido más, me puse un buzo, abrí las dos puertas del balcón y salí. Tuve uno de los berrinches más fuertes de mi vida. Me tiré al piso porque ya no tenía fuerzas. Y cuando lo hice, de repente una ráfaga de viento terminó con mis sollozos. Lo que automáticamente hizo que yo supiera que siempre iba a poder encontrarte en el viento. Y que cada vez que éste revolviera mi flequillo, paseara por mi cara, iba a poder sentirte conmigo. Y así fue. Eso me dió la fuerza necesaria para levantarme y seguir. Para estar plantada un año después. Ya un poco más crecida, de hecho, teniendo hoy la misma edad que tenías la última vez que te ví, cierro mi capítulo. Nunca, pero ni aunque se me borre la memoria, me voy a olvidar de vos, aunque a veces me desespere no saber si recuerdo tu voz. Cuando no puedo escucharte reír me pongo muy nerviosa, hasta que me concentro y puedo encontrarla guardada en un rincón de mi mente. Siempre te voy a llevar conmigo. Pero hoy dejo de sufrir. Oficialmente te prometo que te voy a guardar siempre en mis risas, pero te juro que no voy a volver a derramar lágrimas desesperadas, que te voy a dejar ir de gira y volver cuando tengas ganas. A tocarme alguna melodía en el piano para que pueda cantar con vos. Siempre vamos a estar unidos. Sos parte de lo que soy. Y de lo que voy a ser siempre. Hoy termino de decir adiós. No te olvido, pero te dejo ir. Volvé de vez en cuando, sólo si ves que necesito que me encaminen de nuevo. Gracias por haber dejado que me tomara más del debido tiempo. Perdoname por haberte hecho esperar tanto, simplemente no podía. Volá y cuando quieras, volvé, total ya sabés el camino.

miércoles, 11 de abril de 2012

Llevate mis tormentas.

¿Por qué tiene que doler tanto? Quisiera poder entender los motivos, quisiera muchas veces poder controlar mis sentimientos. Quisiera poder parar esto que siento, que no me lleva hacia ningun lado. Quisiera poder cambiar mi forma de sentir y de reaccionar, quisiera poder ser todo eso que quiero ser.
Pero es dificil.
No puedo.
Intento.
Pero no sale.
No llega.
No sucede.
No paro de saltar, no paro de gritar, no paro de reír, no paro de hacer de todo para que me veas. Pero por algún motivo, cuando me mirás, ves a través de lo que hay adelante tuyo. A través de lo que soy, y te perdés en la mirada de otra. Quiero que me veas pero no puedo conseguirlo. Y odio necesitarte así. Odio pensar en cualquier cosa y que se relacione directamente con vos. Y con el ruido que hacés al reír. Quiero que te dejes querer. Que me dejes quererte y demostrarte lo mucho que puedo llegar a ser. Necesito que lo hagas. Necesito que me saques esta angustia. Que me enseñes a domar mis tormentas. Que cumplas tus promesas conmigo.
Llevame a tu mundo. Dame la llave que te prometo lo voy a cuidar. Porque, aunque no lo quise, aunque no lo deseaste, mi corazón está en tus manos. Y muchas veces quisiera poder darte la certeza de que esto es así. Porque sé que lo sabés. Pero me bloqueo. Te veo y no me salen las palabras. Es un sentimiento muy fuerte el que me genera estar cerca tuyo. Ese amor que no se puede explicar con absolutamente ninguna palabra. Esto que siento, esto que me come por dentro, esto que quiero que sientas por mi.
Llevate mi tristeza, llevate mis lágrimas. Necesito poder contarte lo bien que me hacés, lo grandiosa que puede llegar a ser nuestra vida si la empezamos a pasar juntos. Sé cómo ahuyentar tus fantasmas. Sé cómo sos. Qué clase de hombre. Lo que querés y lo que necesitás.
Quiero que me hagas creer que todo esto no es en vano. Que todo este amor no se puede ir a cualquier lado, ser desperdiciado. 
Hay cientos de cosas de las cuales no tengo certezas, pero puedo hablar genuinamente sobre las cosas que me generas. Y sé bien qué es lo que quiero para mi. Quiero que esto que viene y se va cuando quiere se vaya para siempre, que no quiera volver jamás a sacarme la tranquilidad y la felicidad que siempre recorre las líneas de mi cara.
Dame la mano, salvame de mi. Sacame todas estas incógnitas que recorren mi mente todos los días. Sacame la incertidumbre de no saber lo que te pasa. Hacé que mi mente se despeje. Tenés el poder y la fuerza para ayudarme. Hacelo.
Tenés que saber todo.
Me hacés bien.
Te vi y lo supe. Supe que te quería en mi vida. Pude captar esa energía que sale de todas las partes de tu cuerpo, y supe que eras lo que necesito. Quiero que sepas lo que grita mi corazón. Quiero poder quererte para siempre. Aunque nunca llegues a quererme de la misma forma.
No servís.
Pero gracias.
Gracias por haberme hecho sentir viva otra vez. Gracias por haberme dado un motivo para creer en el amor. Después de tantas patadas y tanto tiempo de soledad, otra patada más me devuelve al ruedo.
Entrá a mi vida o salí de mi cabeza.
No pido nada más.
Quiero poder dormir tranquila y así soñar.
Quereme o dejame en paz.

miércoles, 4 de abril de 2012

Gritá.

Todos los días me levanto y me esfuerzo por hacer las cosas bien. No es fácil tener que reprimir algunos deseos, algunos instintos. Pero muchas veces, el dejarnos llevar por ellos, nos termina arruinando de alguna manera. Yo intento, pero no aguanto más, no puedo resistir más. Es una tortura vivir así, reprimiendo lo que de verdad quisiera hacer, con voces superpuestas en la cabeza que me dicen que tengo que ir para direcciones distintas.
"Gritá, imponete, hacete oír. Mostrale a esa parte oscura quien manda, a veces hay que hacer un poco de lío. Gritá, gritá." No paran de decirme eso. No paran de explicarme que me estoy equivocando por no decir todo lo que tengo adentro.
Nadie puede callar a nuestro yo verdadero. Eso es una realidad. Por más que intenten silenciarlo, por más tímido que sea, siempre está ahí. Presente, empujando para salir, para hacerse escuchar. La mejor parte de uno también es la más débil, la más calladita, entonces hay que ayudarla, hay que resistir. Hay que hacer la fuerza necesaria para ayudarla a resistir. Lo mejor de nosotros es nuestra parte sensible, y de tan sensible, a veces se queda muda ante el dolor, por eso hay que gritar. Porque si no gritamos, si no lo expulsamos, ese dolor nos puede terminar matando.
"Gritá, hoy, ahora, ya. Mañana puede que sea demasiado tarde. ¡GRITÁ QUIÉN SOS, GRITÁ CARAJO, GRITÁ!"

miércoles, 21 de marzo de 2012

Hechos que se vuelven recuerdos.

"She loves you yeah, yeah, YEAH!". Ese fragmento de una de las mejores canciones de todos los tiempos resuena en mi cabeza en este momento. Puedo mirar a mi alrededor e imaginar lo que estarán pensando los que están sentados acá. Primero y totalmente obvio: números. Se supone que estamos en la última evaluación de la Mari (matemática) así que, como mucho estarán pensando si el gráfico va para arriba o para abajo. Algunos como yo, están en otra. Mayra lee historia, Cami boludea con el blackberry, Sergio y Chapa imagino estarán hablando de alguna serie, a lo sumo de algún juego, porque parecen estar intercambiando opiniones. Más adelante, Piru está semidormido y ahí aparece el personaje fatal: Horacio. Desde la puerta mira, vigila, creyéndose un agente de la CIA. Lo veo a Juancho con su celular, quiero hablarle pero el deber me llama y debo preguntarle a Iris cómo se resuelve uno de los ejercicios de Julia. Franco se para, (un poco con cara de resignado) y entrega la prueba. Se sienta, es el primero en mirarme y me pregunta qué estoy escribiendo, pero no le quiero contar. Porque en realidad no estoy escribiendo nada, sólo divago y doy vueltas por mi mente. Nati mira la fotocopia de historia con un vestigio de desesperación recorriendo su cara, parece no entender lo que lee o a lo sumo, parece no creerse capaz de poder aprenderlo para la última hora. Walter y Victor conversan, no me quiero ni imaginar sobre qué. Luz, con la mirada perdida, apunta hacia la ventana. Fede terminó. Mica mira su prueba y duda, mueve la cabeza mientras analiza su próximo paso. Descubro a Franco mirando lo que escibo, levanto el cuaderno y le clavo una mirada matadora. Se da vuelta. Andux, como en todas las pruebas, saca el libro o la carpeta para ver, confirmar, algo que le quedó colgado, y como es de esperar, la cagan a pedos. Entrega Iris. Atrás de ella va Nahuel. Y cambio mi hoja. "¿Puedo leer?" Suelta Franco. "No", le contesto sin pensarlo. Gonza tiene dudas, consulta a la Mari y ella contesta superficialmente. Sofi está muy metida en su hoja. Borrando, escribiendo. Maca se levanta. Terminó. Mica con su cara todavía pensativa, entrega la suya. ¿No queda otra, no? Soledad y la otra Sofía hablan sobre comida, lo puedo escuchar desde acá. ¡Qué hambre que tengo! Javier intenta conseguir información pero la Mari lo manda a freír churros. Vuelve a su asiento. Escucho palabras, escucho suspiros, hasta puedo sentir la desesperación de algunos de ellos. Quienes tienen su prueba y quienes ya la entregaron. Todos. La Mari recuerda que quedan sólo diez minutos. El murmullo invade el aula. Silvana llama para intentar despejar dudas, Melina parece estar decorando su prueba más que resolviéndola. Camila me llama, quiere darme asco chupando su botella de agua, no lo entiendo, me doy vuelta sin decir nada. Escucho la risa de Chapa de fondo, tan particular, tan como un ganso. La Mari pide silencio. Busco una palabra en internet porque no estoy segura de haberla escrito bien. Efectivamente, estaba mal. Todos hablan, ya no puedo asegurar lo que pueden estar pensando, tampoco lo que hablan.
El problema es que no me interesa. El aire y el ruido de afuera entran por la ventana recién abierta. Es como si no pudiera escuchar mis pensamientos. Los ruidos invaden, las palabas penetran por mis oídos y se meten en mi cabeza. Voy perdiendo la concentración. Voy dejando ltrs n l camno. Voy prndo e p...

Que raro encontrar esto tanto tiempo después y saber que nunca lo voy a poder volver a ver. Que nunca volveremos a eso. Que se terminó para siempre. ¡Qué grande que estoy! Que bien que la pasé. Hechos que se vuelven recuerdos. Gracias.

domingo, 18 de marzo de 2012

Cuando llegue la hora.

Qué pasaría si me muriera en este instante? Si mi corazón de repente dejara de latir, mi cerebro no pudiera cumplir con sus funciones, si mis ojos se apagaran hasta quedarse completamente sin vida? Cómo se sentirá dejar de estar? Es una buena pregunta para un sábado a las 5 de la mañana, pero lamentablemente no tiene ninguna respuesta. A veces sólo puedo pensar en eso, es como si de a ratos necesitara conectarme con mi final. Que no sé ni cuándo ni cómo va a llegar, pero que inevitablemente sucederá. Hay tantas preguntas que quisiera poder responderme, pero sólo puedo hacerlo en mi imaginación. Pueden existir muchas teorías, incluso puedo hablar horas y horas sobre lo que yo imagino, pero es una realidad que, es una de las incógnitas más grandes que existen. Pero lo que más me intriga de todo, incluso mucho más que la idea de un paraiso o incluso un infierno, es el hecho de si es verdad que uno lo presiente. Será cierto que uno de alguna manera siente que se acerca el final? Cómo será esa sensación de que todo está por acabar? Yo lo imagino como algo relacionado a la necesidad de despedirse de los seres queridos. Siempre escucho a la gente decir (después de la muerte de alguien), que tal persona antes de morir hizo o dijo algo que ahora lo relacionan con esta sensación de saber que tu tiempo se termina. Y no sé si es la naturaleza del ser humano de ser un buscador de coincidencias o si de verdad tenemos ese sexto sentido que nos permite irnos en paz.
A mi no me interesa saber cuánto tiempo más voy a vivir, tampoco quiero saber cómo ni por qué voy a dejar de hacerlo, pero lo que si quiero es poder saber que mi momento se aproxima. Cuando llegue la hora, quiero poder haber disfrutado tanto de la familia y amigos, lo suficiente como para dejarlos tranquilos. Porque vivir a pleno cada segundo es lo que de verdad nos hace felices y nos llena el alma. Aprovechar cada instante, cada sonrisa, cada milésima por cortita que sea, porque aunque seamos capaces de sentir que nos vamos apagando, sólo nosotros lo podemos saber. Disfrutemos de los otros, porque cuando se hayan ido, ya no habrá vuelta atrás. Cuando llegue la hora, espero que lo sepamos, porque en ese segundo, todo terminará para siempre.

martes, 13 de marzo de 2012

Bajar la cabeza y aceptar.

Hay veces en las que explicar lo que nos pasa se nos hace prácticamente imposible. Lo que nos pasa por dentro es muy extraño, como si, la angustia misma no nos dejara deshacernos de ella. Como si nos tuviera agarrados tan pero tan fuerte que la sola idea de querer exteriorizarlo nos ahogara. Porque cuando estamos tristes, aunque digamos que queremos ponernos bien, es una realidad que sólo queremos estar peor. Porque para poder volver a reconstruirnos desde los escombros, primero tenemos que destruirnos hasta que no quede más que un montón de polvo. Pero es difícil darse cuenta, y más difícil aún es aceptarlo. En la vida, vemos muchas adicciones. A veces se torna sorprendente cuántos tipos de adicciones existen. Ojalá fuera tan simple como drogas, alcohol y cigarrillos. Pero no, entre muchas otras, la tristeza también forma parte de las adicciones. Hay gente que se pasa su vida triste, porque le gusta la sensación que le produce, le gusta llorar, aunque yo personalmente no lo comparto ni lo entiendo. Pero no es fácil salir de ellas. Creo que lo más dificultoso al dejar una adicción es querer dejarla. Es decir, por algo nos hacemos adictos, ¿no? Mucas veces, cosas que empezaron como parte normal de tu vida en algún punto cruzan la línea hacia lo obsesivo, hacia lo compulsivo. El decir que mañana estaremos bien por ejemplo, el dejarnos a nosotros para el día después. Porque así, perdés el control. El punto en el que estás bien más allá de todo. El momento en el que no necesitás nada que no sea a vos, a lo sumo a un gran amigo. El momento en que nos elevamos. Porque elevarnos hace que todo lo demás desaparezca. El tema es que, algo común a todas las adicciones tiene que ver con que nunca terminan bien. Porque la ayuda tarda en llegar. Lo que te droga deja de hacerte sentir tan bien, de darte ese placer momentáneo, y empieza a hacerte mucho mal. Aún así, dicen que no dejamos el hábito hasta que no nos golpeamos contra las rocas del fondo. Cuando tocamos el fondo del mar, porque somos tan pero tan egocéntricos que no sabemos pedir ayuda a tiempo.
Quizá sea el orgullo, o quizá sea solamente hacerse el duro, pero alguien como yo por ejemplo, nunca admite que necesita ayuda a menos que sea absolutamente necesario. Creo que no necesito pedir ayuda porque soy mucho más dura que todo eso. Tengo la fuerza, pulo las imperfecciones yo sola, soy fuerte. O al menos, eso es lo que quiero que la gente piense. Muy adentro, a todo el mundo le gusta pensar que puede ser fuerte. Me gusta creer que puedo con todo, que soy autosuficiente, pero es una realidad que no puedo, de hecho, cada vez me doy cuenta que es menos lo que puedo hacer sola. Porque como dije antes, la vida es un deporte de equipo, y son los otros quienes me tienen que ayudar a jugarla, a enfrentarla todos los días. Para que mis agujeros negros, esos que aparecen cuando se les canta y se van de la misma forma no me coman. Para que mis miedos, mis angustias, mis problemas, parezcan diminutos a la vista. Aunque sufrir sea una porquería, no estamos listos, bajo ningún concepto, para dejar de hacerlo solos. Porque ser fuerte no se trata solamente de ser duro. Se trata de asimilarlo. A veces, tenés que darte a vos mismo permiso para no ser fuerte por una vez. Para dejarte caer en los brazos de tus amigos, que siempre van a estar preparados para atajarte. Lo bueno de la caída libre, de caer sin parar, es que le damos a nuestros amigos la maravillosa oportunidad de atajarnos. No tenemos que ser duros a cada minuto del día. Está bien bajar la guardia. Pero, ¿cuándo sabemos que estamos ahí? Listos para rendirnos frente a nosotros mismos. Porque no importa cuánto daño algo nos esté haciendo, a veces dejarlo ir duele todavía más. Y nos asustamos, le tememos a la sensación de no tener un motivo para ponernos mal. Pero tenemos que dejarlo ser, dejar que la angustia nos coma tanto pero tanto que llorar pierda su sentido. Porque cuando ese momento llegue, sólo vamos a poder sentirnos mejor. De hecho, hay momentos en los que rendirnos es lo mejor que podemos hacer. Siempre que elijamos los momentos con sabiduría.
Cuando ya no nos queda la energía necesaria para ser fuerte, cuando logramos admitir que no podemos con todo, mejor dicho, que no podemos con casi nada, crecemos. Bajamos la cabeza y aceptamos que somos tan pero tan maduros que podemos dejarnos agarrar, ser salvados desde lo más profundo de nosotros.

martes, 14 de febrero de 2012

Entre posibilidad y fantasía.

Y bueno, se volvió a presentar la necesidad de aparecer. De darme una vuelta, de juntar algunas palabras para que logren tener sentido. Y como no podía ser de otra manera, los enamorados me traen por acá. Que más que enamorados me gustaría llamarlos exhibicionistas. Esos que quieren que todo el mundo se entere que están con alguien. Porque se sienten tan sólos, tan inseguros, que lo único que esperan es que uno no se de cuenta. Pero, ¿saben qué? No funciona. Y me imagino que da resentida porque claramente no tengo un amor para compartir esta fiesta comercial, que no tengo quien me haga engordar de chocolate, ni quien me haga transpirar almíbar. Pero por un lado, está bueno, porque yo soy vampire style y por ende, no soy muy amante de lo que es la ternura, no es algo que vaya conmigo en lo absoluto. Pero no creo que todo sea malo, el hecho de que no considere que los "enamorados" sean tan genuinos como dicen ser no significa que no crea en el amor. ¡Porque, claro que existe! Por supuesto que está, rodeándonos, aunque no podamos verlo y tan sólo podamos confundirlo. Y es difícil describirlo, sobre todo por el hecho de que no estoy segura de haber estado ahí verdaderamente. Y por mucho que lo niegue, por mucho que lo quiera olvidar, es verdad que al final, lo único que queremos es estar cerca de alguien. Aunque yo lo lleve como bandera, tengo que admitir que esto de mantener la distancia y fingir que no nos importan los demás muchas veces es una simple mentira. Y el amor es parte de eso. Porque, nosotros elegimos al lado de quién queremos estar, y nos acercamos. El problema es que una vez que elegimos a esas personas, tendemos a quedarnos cerca de ellas sin importar lo que las lastimemos. Y se crean conflictos. Aparecen los llantos. Viene la tristeza que se lleva todas tus ganas. Te ataca, no te deja ser. Y cuando lo sentís, le echás la culpa al amor. Porque acostumbramos a creer que cuanto más sufrimos, más amamos. Pero eso no es amor. El amor, si lleva consigo al sufrimiento, no existe. Y se presentan las pruebas para comprobarlo. Es el momento de darse cuenta si lo que se siente es amor. Porque las personas que elegiste, no siempre están con vos, aunque aquellas que están con vos a pesar de todo, son las que vale la pena mantener. Y a veces estar cerca puede implicar estar demasiado cerca. Y personalmente, detesto que me estén encima, aunque muchas veces no puedo evitar hacerlo. Y por mucho que nos quejemos, sabemos que es eso lo que necesitamos. Ese amor aunque sea de más. Porque a veces, la invasión del espacio personal puede ser exactamente lo que necesitás. Por mucho que me mentalice, por mucho que repita una y otra vez que soy una roca, que soy una isla, por mucho que me guste pensar que soy independiente, solitaria, inconformista, la verdad es que ni con lo mejor de mi misma, puedo hacer las cosas sola. Porque es un hecho que, la vida es un deporte de equipo. Es prácticamente imposible transitarla solos. Y llega un punto en el que te tenés que levantar del banco y decidir de qué equipo estás jugando. Si sos de los que miran o si sos de los que hacen. Y elegir equipo no es tan simple como en la clase de gimnasia, porque en la vida real, ser el primer elegido puede ser terrorífico y tal vez, ser el último no es lo peor del mundo. Por eso no desespero. Por eso hoy elijo esperar. Elijo dejar que todo se mueva hasta que logre sorprenderme de una vez. Estoy cansada de buscar eso que creo que no existe. Estoy harta de sentir que sólo necesito más. Así que miro desde afuera, aferrada a mi aislamiento lo más que puedo. Porque sé que en cuanto deje el banco de suplentes, llegará alguien y cambiará el juego por completo. Feliz día de San Valentín a los enamorados de la vida. A esos que, como yo, detestan el amor en el día de los enamorados. Aquellos que tienen los pies en la tierra y se dan cuenta que no hay palabras inventadas que puedan describir al amor. Esos que saben que el significado de este día va más allá de regalos costosos. Que el amor se hace todos los días. Que nada es para siempre a menos que lo hagamos durar. A todos aquellos que aún siendo soñadores saben diferenciar entre "posibilidad" y "fantasía". A todos ellos, muy feliz día.

martes, 7 de febrero de 2012

El juego.

Soy una de esas personas a las que le encanta hablar, cualquiera que me conoce un poco puede dar fe de eso. Y, no sólo me gusta hablar, es justo que diga que cuando lo hago, tengo motivos y fundamentos. Ayer tuve una de esas noches interesantes en las que siento que nada está en su lugar, al contrario, que nada podría estar peor. Pero, sólo por unos minutos, logré tener todo acomodado como me gustaría. Y me di cuenta que necesito desesperadamente que todo se acomode en su lugar. Pero sería muy egoísta pedirlo, no me lo permitiría a mi misma porque no soy así, soy mucho mejor y tengo mucho más para dar. Me di cuenta, también, que estoy creciendo. Que estoy aprendiendo a descubrirme, pero lo único que me falta, y que es totalmente importante es, la capacidad de poder hacer planes a corto plazo. Porque siempre estoy pensando para mucho tiempo después, y es una realidad que tengo que resolver lo que voy a hacer de acá a un año y no a tres o cuatro. Y mientras por un lado estaba en esa crisis indescriptible y en esa búsqueda exhaustiva de lo que quiero hacer, me encontré a mi misma hablando de la vida con una de las personas que más aprendí a querer en el último tiempo. Un muchacho que logra sacar lo mejor de mi. Mi alma gemela literaria, si es que existe algo así, como nos denominó él. Y bueno, cuando se habla de la vida, no se puede evitar tocar el tema "destino", si es verdad que todo está escrito o si somos capaces de escribirlo todos los días. Y qué puedo decir? De una forma clara, descubrí que esto es un juego. El juego de la vida. Que no sólo estamos acá por algo, sino que también estamos acá por nosotros. Personalmente, creo que no hay nada que esté escrito, salvo el final. El inevitable final. Mi alma gemela pirata me dijo algo así como que, si uno se poner a pensar, casi nunca nuestra vida depende de nosotros, o sea que, básicamente estamos en las manos de todos los extraños que nos rodean. Y tiene razón. Porque como dije, la vida es un juego, se mueve, gira, la vida pasa. Y está en nosotros si queremos jugar o no. Está en nosotros decidir qué cartas jugar, qué ficha mover, y sobre todo, elegir si queremos participar. Pero, lo único que no depende de nosotros, es cuándo se termina. Porque en algún momento algo o alguien va a decidir por nosotros, porque ya está decidido. El final está escrito y lo único que podemos hacer es moldear y elegir lo que haremos hasta que ese día llegue. Y eso me deja tranquila, eso me permite salir a la calle sin miedo todos los días. Porque cuando tenga que ser, será. Todo pasa por algo, y porque nosotros elegimos que pase. Te atrevés a jugar el juego? O mejor dicho, te animás a intentar detenerlo? Porque si te bajás, si te guardás tus cartas, si decidís que no querés jugar, todo acabará. Y habrás abandonado, te habrás dado por vencido y por ende, habrás perdido. Por no haberte animado a levantar la cabeza y jugar el juego.

domingo, 5 de febrero de 2012

Me duele.

Lo escuché y mis oídos se taparon. Sentí que por un momento, todo desaparecía. No quiero estar acá, me quiero ir. Necesito correr, necesito gritar, necesito llorar. ¿POR QUÉ NO PUEDO LLORAR? Me duele. Me duele mucho. Quiero salir. Quiero alejarme. Quiero llegar. ¿Cómo hago para salir de acá ahora? ¿Por qué me hacen esto? No escucho. No quiero saber. No quiero escuchar. No voy a saber nada más. No quiero. No lo quería creer. Hasta que me di cuenta que todo lo que se estaba moviendo a mi alrededor, estaba mucho más avanzado de lo que yo creía. Me di cuenta que las caretas estaban caídas, me di cuenta cómo un par de sonrisas falsas me hacían creer que iban a aparecer en tan sólo segundos. Y no fue así. Agua. No quiero salir más. Me quiero quedar para siempre en el fondo. No puedo respirar. No puedo. Salgo. Lo veo. Aparece con su sonrisa a cuestas. "¿No me vas a venir a abrazar? Corro. Es mi mejor amigo. "Te quiero, te extrañé." Y atrás del muchacho de la sonrisa venía ella. Ella que ha sabido hacerme feliz, y que tanto me estaba matando en ese momento. Y no había nadie más. Agua. No salgo nunca más, se van todos a la puta que los parió. ¿Para qué quiere uno amigos? "Salí, te vas a enfermar." Já, como si importara. "No quiero." El frío termina ganando. Aparecen. No miro. No quiero saber. "Saludalo." Miro. Me sonríe. Lo abrazo. "Está todo bien, podés hacer lo que quieras." Al oído obviamente. "¿De verdad?" Puñalada. "De verdad amigo, te amo." Frío. Escalofríos. El rechinar de los dientes. Balcón. Miro al cielo. Me duele. Me siento traicionada. Me duele más. ¿Cómo hago para salir de acá? "Perdoname." Miro a mi amiga. "Está todo bien, no me lo hagas nunca más." Se va, aliviada. Cielo. Las lágrimas que quieren brotar. Y viene ella. "No llores." Como si fuese tan fácil... "No lloro, ¿te acordás?" Se va. Viene otra amiga. "¿Qué pasa?" Las lágrimas no se aguantaron un minuto más. "Hoy es tres, y cada vez que es tres, me duele." Me abraza. Le lloro. Tiemblo. Sigo llorando. "¿Me lo mandás?" Viene. "¿Qué pasa hermosa?" Lo miro. Lloro. Se sienta. Me abraza. "Me duele, lo extraño, me duele mucho." Me abraza más fuerte. "No quiero verte así, vos sabés que es mejor así." Lloro más fuerte. "Gracias, de verdad." Se ríe un poquito. "No me agradezcas, ni se te ocurra, para eso estoy yo." Me aferro a sus manos que supieron traer algo de tranquilidad. Y pido por ella. Viene. Se sienta. Me toca. No dice nada. Porque de nuevo no escucho nada. De nuevo estoy llorando. De nuevo no puedo respirar. Me abraza. NO PUEDO. NO PUEDO MÁS. Me sueno los mocos. "Andá ahora, porque no vas a tener otra oportunidad." Se va. Y cuando su sombra desaparece. El llanto sólo empeora. Me acaban de tirar el corazón por el balcón. Se cayó. Se rompió quién sabe en cuántas partes. Tengo frío. Tirito. Tiemblo. Me vienen a buscar. Cambio de ropa. Observo el panorama. Sólo duele más, pero sonrío. "Ya está." Canto. Canto por lo que duele, por lo que no. Vuelvo. Como cuatro bebés en el suelo. Me duele. No quiero ver más. Me voy. Desaparezco. Me llaman, no contesto. Me quiero dormir para siempre. No quiero aparecer más. Porque me duele. Me duele sentirme así. Me duele no poder controlarlo. Me duele que no importe. Me duele no haber gritado para que importara. Me duele y no me deja de doler. Me voy. Distante. Sintiendo el silencio incómodo. "¿Valió la pena por lo menos?" Asiente con la cabeza. Y lo que quedaba de mi desaparece. Se va. No quiere volver. Me duele. Me destruye. Basta para mi, basta para todos. Porque, simplemente, me duele.

jueves, 26 de enero de 2012

Materia de sueños.

Todos recordamos los cuentos antes de irnos a dormir de nuestra infancia. Esos que nos contaban nuestros padres, a veces nuestros abuelos, y por qué no, un hermano mayor. Y todos los cuentos constan básicamente de lo mismo, una princesa en apuros, la cenicienta y su zapato, la bella durmiente que se despierta con un beso de su príncipe azul y cómo no, la infaltable rana que se convierte en príncipe. "Había una vez..." "Y vivieron felices para siempre y comieron perdices". Siempre igual. Y estos cuentos de hadas, se convertían en la base de nuestros sueños, de aquellos por los que navegábamos mientras dormíamos. Pero el problema, el problema es que los cuentos de hadas no se hacen realidad nunca. Por mucho que lo deseemos, por mucho que lo esperemos, simplemente no suceden. Son las otras historias, las que empiezan con noches oscuras y tormentosas, de esas que nunca queríamos escuchar, las que terminan pésimamente, son las pesadillas las que siempre parecen volverse realidad. En los cuentos de hadas, todos viven felices para siempre, porque el pasado no los ataca, porque no parece haber mayores problemas que una madrastra celosa y algunos desencuentros. Nunca vimos a una princesa rogando que la quieran, sólo quieren rescatarlas. No escuchamos una frase desesperada, un "Elegíme, amame. Sos el amor de mi vida, no puedo dejarte.", eso jamás. Porque ellas son felices. Pero deberían prepararnos para la realidad, tendrían que darnos las armas necesarias para enfrentarnos a los golpes, a los desamores. A esa sensación que tengo en este momento, porque vos, a diferencia de los cuentos de hadas, estás dejándome constantemente. Queremos creer que somos arriesgados, QUIERO creer que soy arriesgada. Y decidimos hacer las cosas porque creemos que podemos deshacernos de lo que nos atormenta. Y lo que yo no me acostumbro a entender, lo que vos querés que yo entienda, es que la debilidad, la flaqueza, la tristeza, el enojo, todas esas demostraciones de que no podemos solos, incluso la muerte, le pasan a todo el mundo. Y si me pongo a pensar más detalladamente, no conozco a nadie que no haya sido atormentado por algo o alguien. Y a mi me atormentás. Me atormenta tu sombra. Esa sensación de que te estás escapando entre mis dedos. Que sos como el agua que no para de correr. Como el viento que no puedo embotellar. Como el flash, que es fugaz, fugaz como un instante. Que pasó para no volver, que ya no está. Y el dolor, el dolor viene siguiendo a todos estos sentimientos encontrados. Y aunque lo intente, aunque quiera cortarlo o dejarlo metido en un armario, mis esfuerzos en algún momento fracasan. La carcasa se rompe. Y me ataca. Me carcome. Me enojo. Quiero tirar todo a la mierda, deshacerme de todos. Y después, simplemente se pasa. Porque a pesar de todo, aunque no sea lo que podría haber preferido, aunque no sea lo que hubiera elegido. Siento que es algo lo que viene. El comienzo de algo increíble. Algo nuevo. Algo verdadero. Algo que vale la pena querer. Algo que echaré de menos. Algo que estoy segura, me cambiará la vida. Para siempre. Porque la única forma de limpiar las telarañas del pasado es pasando la página, dejando que las viejas historias descansen. Encontrar la forma de hacerlas desaparecer. Porque a la persona que inventó la frase "felices para siempre", habría que patearle el culo bien fuerte. Porque después del "Había una vez...", y aunque nos enseñen a creer que se puede vivir felizmente después de todo, la verdad es que las historias que contamos son materia de sueños. Los cuentos de hadas, como ya dije, no se hacen realidad nunca. La realidad es más atormentante, más turbia, da mucho más miedo. Pero le da a la vida ese gustito agridulce que los cuentos de hadas no tienen. La realidad es bastante más interesante que vivir felices para siempre. Pero tenemos que dar rienda suelta al presente y dejar al pasado atrás. Dejar que las historias que tan felices nos hicieron pero que tan terminadas están, descansen. Que por fin, por fin, descansen. Porque no las necesitamos, aferrarnos a algo que sabemos nunca sucederá no sirve. Pero los comienzos, lo nuevo, permite navegar por mares desconocidos. Permite que intentemos descubrir todo aquello que sabemos está escondido. Quiero encontrarte. Quiero descubrirte. Porque aunque no lo creas, sos materia de sueños.

martes, 10 de enero de 2012

Cuando el sueño es sacrificio.

La mayoría de las personas tienen la cabeza llena de pensamientos parecidos. Sueños, amigos, una vida normal. Deseamos con todas nuestras fuerzas poder conseguir esto que anhelamos, que nos llena el alma desde que somos realmente muy pequeños. Vas moldeando una figura mental de cómo querés ser y de todo aquello que querés hacer. Pero para poder conseguirlo, sacrificamos todo por ese increíble momento, ese momento en el que nos convertimos oficialmente en lo que queremos. Pero no siempre es fácil. Me atrevería a decir que de hecho, es muy complicado conseguirlo, y más complicado aún es no caer durante la batalla. Hay días en los que el sacrificio que hacemos parece valer la pena. Y otros días en los que todo parece un sacrificio. Lo más difícil de la lucha, contra nosotros mismos y contra todo lo que nos rodea, es recordar el por qué de lo que estamos haciendo. Porque también están los sacrificios que ni siquiera nos damos cuenta por qué los estamos haciendo y perdemos las ganas, no entendemos para qué es necesario luchar si no vamos a recibir nada a cambio, nos cuesta encontrar el fin, el trofeo que nos espera. Alguien dijo una vez que se puede tener todo lo que se quiera en la vida si se sacrifica el resto por ello. Y con esto quiso decir que todo tiene su precio. Y a lo que hay que prestar suma atención antes de empezar la batalla es a decidir cuánto estamos dispuestos a perder. Muchas veces, se sacrifica mucho más de lo que se consigue, y conseguirlo significa olvidar lo que sabemos que es correcto. Lo complicado es no olvidarnos de quiénes fuimos antes de empezarla, de luchar, de querer tirar todos los muros que lo puedan impedir. Y permitir que alguien entre a nuestras vidas, significa abandonar las paredes que te pasaste construyendo toda la vida para alejarlos. Para hacerte fuerte. Para convencerte de que tus sueños y tu imagen te podían alcanzar para el resto de la vida. Y nos acomodamos. Pero claro que no es tan simple, porque los sacrificios más grandes son los que nos pasan cuando estamos desprevenidos. Cuando estamos preparados para enfrentarnos a lo que sea que pueda aparecer tenemos muchísimas más chances de ganar la pelea. Pero cuando no tenemos tiempo para armar una estrategia, de elegir de qué lado estar o de medir las posibles pérdidas, cuando no conocemos la magnitud de lo que se presenta. Cuando el sueño se convierte en un sacrificio. Cuando eso pasa, cuando la batalla nos elige a nosotros y no al revés, es entonces que el sacrificio puede resultar más de lo que podemos soportar. Y es posible que perdamos. Que seamos derrotados por un monstruo invencible que sólo nos dejará unas incansables ganas de prepararnos para la siguiente batalla. Y así, armados y preparados. Tener la posibilidad de ganarla y ser por fin todo eso que siempre soñamos.

miércoles, 4 de enero de 2012

Año nuevo. ¿Vida nueva?

Otro año voló. Podría ponerme a hacer un balance, pero me daría mucho miedo el resultado ya que fue un año lleno de cosas malas para mi. Algunos recuerdos inolvidables e irrepetibles como Bariloche o el concurso de canto, personas que conocí que me las quedo, me las guardo, que las rescato entre tantas situaciones que quisiera poder borrar. Este 2011 se llevó consigo todas mis ganas de llegar a quinto año, se llevó mi oportunidad de disfrutar cada minuto de mi último año de secundaria, se llevó a una de las almas más grandes que conocí, y trajo consigo mucho dolor. Muchas lágrimas derramadas, me devolvió esa sensación de agujero negro en el medio del pecho que hacía mucho que no sentía, hasta podría decir que extrañaba. Me trajiste desolación hijo de puta, me robaste la sonrisa durante muchísimo tiempo, hiciste que tuviera que luchar contra mi para levantarme todos los días, me golpeaste, una y otra vez, hasta que me cansé, hasta que tuve que gritar que quería algo mejor, hasta que tuve que cantar desde lo más profundo de mi alma que no iba a caer, que no me iba a rendir. Fuiste un año de decisiones, tuve que elegir mi futuro, tuve que arriesgarme, necesité una cantidad de viento inexplicable para hacer a mi mundo girar. Me arrebataste los sueños durante un rato para devolvérmelos mucho después. Me dejaste en la lluvia, sin saber qué hacer, sin saber dónde encontrar eso que estaba buscando. Pero gracias a todo esto, a tu cagada tras cagada, de una manera u otra me diste las fuerzas para arrancar ahora con todo. Para decirte que sos un hijo de puta, que no quiero volver a vivir esto nunca más, que lo que no me mató, me hizo más fuerte. Quiero enamorarme, quiero vivir. Quiero sentir el por qué de mi paso por este mundo. Quiero hacer a la gente entender que es necesario vivir cada segundo como si fuera el último. Que no se puede dejar nada para después, que no se puede subestimar a la vida. No somos invencibles, sin importar la edad, todo puede terminar con un abrir de ojos. No dejemos atrás los sueños. No nos olvidemos que la vida está hecha para disfrutarla, quedémonos en los pequeños detalles. Amemos, no ahorremos un "te quiero". No escatimemos en las palabras, no nos arrepintamos de habernos guardado algo. Porque lo que no se dice, todo aquello que se guarda, desaparece para siempre. Se esfuma, se borra. Y no hay absolutamente ninguna manera de recuperarlo después. Sí, año nuevo, vida nueva. Voy por mis sueños.