miércoles, 14 de abril de 2010

Única.

Nunca me dejes, nunca te vayas. No podría soportar tu partida. No te esperaba, no me creía capaz de conocer alguien como vos. Por momentos se torna inexplicable, siento que no hay palabras que puedan describir esto que siento, lo que generás en mi. Una sensación de bienestar inmediato recorre mi cuerpo cuando te veo, cuando compartimos el tiempo, aunque sea haciendo "nada". Muchas veces quisiera poder entrar en tu mente, saber lo que pensás, buscar ese espacio que lleva mi nombre y entender si me querés aunque sea una décima parte de lo que te quiero yo. Me desespero si no estás, me falta el aire cuando pienso que puedo perderte. Es raro no poder enojarme, sentirme débil ante tu sonrisa, necesitarte, sí, eso es lo que estaba buscando, te necesito. No creo que te des una mínima idea del cambio que generaste, marcaste un punto y aparte y empezaste un párrafo nuevo en la historia de mi vida. Sos el "después", dejaste el "antes" encerrado bajo siete llaves, y yo no tengo ninguna para poder abrirlo de nuevo. Literalmente (y repito, literalmente), salvaste mi vida. Te la debo, te la entrego, no la quiero, es tuya. Simplemente te pido que no me dejes caer, que nunca dejemos de creer y mucho menos de sonreír. Te amo y dudo poder dejar bien en claro lo que sos, el poder que tenés sobre mi, sos la única que puede calmarme mirandome a los ojos, la única que me devuelve la sonrisa, la única que me hace olvidar (y resolver) todos mis problemas. Verdaderamente sos la única. Una en un millón.

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