domingo, 4 de abril de 2010

Cada vez.

Cada vez que se hace de noche no puedo evitarlo. Ese agujero que todo el día me hace creer que está cerrado, se reabre y me deja sin aire. Intento combatirlo, distraerme, mantener la cabeza ocupada, pero llega un momento en que nada puede taparlo ni hacerme olvidar aunque sea por unos segundos, que todavía te amo.
Mi mundo llora, mi paraíso no es lo que era y no quiere volver, me duele, todo el cuerpo me duele, casi todas las cosas que me rodean me hacen acordar a vos. Los lugares a los que fuimos, donde nos sentamos, las cosas que compartimos, las risas, los chistes, palabras, canciones, faltas de ortografía, formas de mirar, chismes, gente, todo me recuerda. ¿Cómo se hace para olvidar a alguien que está en todas partes? Por momentos siento que te odio, que no me importás, que no quiero saber nada, pero a la larga me doy cuenta de que no es así, que es una mentira, que en realidad es lo que quiero que me pase. ¿Cómo puedo tener la seguridad para aconsejar a alguien que está igual que yo si yo no consigo olvidarte?
Por momentos se me crean falsas ilusiones, cuando el enojo le gana al amor y puedo creer que te olvidé, que ya no quiero saber más de vos, que no me interesa, que nada puede derribarme.
Pero la realidad es que nunca me voy a olvidar de ese 27 de septiembre en el que sentí que me moría. Después del cual el mes siguiente estuvo absolutamente vacío. Ese día sentí que te perdía, que todo por lo que había luchado se desmoronaba en un segundo, por un error que se volvió fatal. Desapareciste como nunca creí que iba a suceder, la costumbre me había hecho pensar que no iban a pasar dos días hasta que volvieras, a lo sumo tres. Pero no fue así, estaba total y completamente equivocada, así que todas mis suposiciones se fueron al diablo. No quería hablar con nadie, salir con nadie, saber de nadie y tampoco se lo dije a nadie. Estuve un mes desconectada, en el que no sentía pasar el tiempo, en el que todos mis amigos me preguntaban si estaba viva porque hacía un montón que no me veían y/o hablaban conmigo. Ese día marcó un antes y un después en mi vida, fue el comienzo de ese agujero en el pecho que hasta el día de hoy todavía me persigue.
De a poco se va yendo, cada vez molesta y duele menos. Pero todavía está acá, no se fue a ningún lado. Se desvanece, junto a todo el cariño, junto al respeto que cada vez me convenzo más de que no te lo merecés.
Espero que algún día te des cuenta de lo que perdiste. Que vos decidiste renunciar a una persona que te bancó absolutamente en todas y nadie nunca lo va a hacer. Ojalá te des cuenta y tengas la valentía para aceptarlo.

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