domingo, 23 de mayo de 2010

Hasta acá.

Siempre me pasa lo mismo. No sé si por estar muy pendiente o porque en realidad las cosas suceden de esa forma. Siento que lo doy todo, que me preocupo, que presto atención y me fijo en los demás, pero nunca recibo respuesta. ¿Será que en realidad no hago todas esas cosas? ¿O será que a la gente no le importo? Un desamor me había dejado un hueco en el pecho, de esos que creemos imposibles de llenar. Que duelen cuando respiramos, cuando hablamos, cuando vivimos. Después de mucho buscar, me reencontré, o por lo menos empecé una nueva vida que me gustaba y me hacía más o menos feliz. Pero como siempre que me involucro demasiado, salí lastimada.
Me preocupé, hice lo imposible por no complicar las cosas, dí todo de mi sin importar la hora o el lugar, soporté maltratos injustificados, ayudé hasta donde me dio el cuerpo y acepté sentirme desplazada. Hasta ayer.
Esta fue una semana complicada, donde todas contra todas se bardeaban, y todos esos comentarios me llegaban a mi. Pero claro, no se dicen las cosas, me cargan a mi con todas las puteadas y los enojos y ellas siguen sus vidas normalmente. No me tienen en cuenta, no les importa si estoy o no estoy, hasta que me quejo. Así que decidí dejar de preocuparme, de hablar, de interferir. Si no importaba antes, menos voy a importar ahora. Estoy cansada de que se me separe, que no se me de bola, de ser siempre la última para cualquier cosa (menos cuando están peleadas). Me cansé. Hasta acá llegué yo.

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