jueves, 26 de enero de 2012

Materia de sueños.

Todos recordamos los cuentos antes de irnos a dormir de nuestra infancia. Esos que nos contaban nuestros padres, a veces nuestros abuelos, y por qué no, un hermano mayor. Y todos los cuentos constan básicamente de lo mismo, una princesa en apuros, la cenicienta y su zapato, la bella durmiente que se despierta con un beso de su príncipe azul y cómo no, la infaltable rana que se convierte en príncipe. "Había una vez..." "Y vivieron felices para siempre y comieron perdices". Siempre igual. Y estos cuentos de hadas, se convertían en la base de nuestros sueños, de aquellos por los que navegábamos mientras dormíamos. Pero el problema, el problema es que los cuentos de hadas no se hacen realidad nunca. Por mucho que lo deseemos, por mucho que lo esperemos, simplemente no suceden. Son las otras historias, las que empiezan con noches oscuras y tormentosas, de esas que nunca queríamos escuchar, las que terminan pésimamente, son las pesadillas las que siempre parecen volverse realidad. En los cuentos de hadas, todos viven felices para siempre, porque el pasado no los ataca, porque no parece haber mayores problemas que una madrastra celosa y algunos desencuentros. Nunca vimos a una princesa rogando que la quieran, sólo quieren rescatarlas. No escuchamos una frase desesperada, un "Elegíme, amame. Sos el amor de mi vida, no puedo dejarte.", eso jamás. Porque ellas son felices. Pero deberían prepararnos para la realidad, tendrían que darnos las armas necesarias para enfrentarnos a los golpes, a los desamores. A esa sensación que tengo en este momento, porque vos, a diferencia de los cuentos de hadas, estás dejándome constantemente. Queremos creer que somos arriesgados, QUIERO creer que soy arriesgada. Y decidimos hacer las cosas porque creemos que podemos deshacernos de lo que nos atormenta. Y lo que yo no me acostumbro a entender, lo que vos querés que yo entienda, es que la debilidad, la flaqueza, la tristeza, el enojo, todas esas demostraciones de que no podemos solos, incluso la muerte, le pasan a todo el mundo. Y si me pongo a pensar más detalladamente, no conozco a nadie que no haya sido atormentado por algo o alguien. Y a mi me atormentás. Me atormenta tu sombra. Esa sensación de que te estás escapando entre mis dedos. Que sos como el agua que no para de correr. Como el viento que no puedo embotellar. Como el flash, que es fugaz, fugaz como un instante. Que pasó para no volver, que ya no está. Y el dolor, el dolor viene siguiendo a todos estos sentimientos encontrados. Y aunque lo intente, aunque quiera cortarlo o dejarlo metido en un armario, mis esfuerzos en algún momento fracasan. La carcasa se rompe. Y me ataca. Me carcome. Me enojo. Quiero tirar todo a la mierda, deshacerme de todos. Y después, simplemente se pasa. Porque a pesar de todo, aunque no sea lo que podría haber preferido, aunque no sea lo que hubiera elegido. Siento que es algo lo que viene. El comienzo de algo increíble. Algo nuevo. Algo verdadero. Algo que vale la pena querer. Algo que echaré de menos. Algo que estoy segura, me cambiará la vida. Para siempre. Porque la única forma de limpiar las telarañas del pasado es pasando la página, dejando que las viejas historias descansen. Encontrar la forma de hacerlas desaparecer. Porque a la persona que inventó la frase "felices para siempre", habría que patearle el culo bien fuerte. Porque después del "Había una vez...", y aunque nos enseñen a creer que se puede vivir felizmente después de todo, la verdad es que las historias que contamos son materia de sueños. Los cuentos de hadas, como ya dije, no se hacen realidad nunca. La realidad es más atormentante, más turbia, da mucho más miedo. Pero le da a la vida ese gustito agridulce que los cuentos de hadas no tienen. La realidad es bastante más interesante que vivir felices para siempre. Pero tenemos que dar rienda suelta al presente y dejar al pasado atrás. Dejar que las historias que tan felices nos hicieron pero que tan terminadas están, descansen. Que por fin, por fin, descansen. Porque no las necesitamos, aferrarnos a algo que sabemos nunca sucederá no sirve. Pero los comienzos, lo nuevo, permite navegar por mares desconocidos. Permite que intentemos descubrir todo aquello que sabemos está escondido. Quiero encontrarte. Quiero descubrirte. Porque aunque no lo creas, sos materia de sueños.

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