martes, 18 de septiembre de 2012

Las €ul!$uelta$

Fue todo casi de casualidad. Un chiste que empezó muy chiquito, de repente se extendió y llegó a cubrirnos a todas. Se empezaron a afianzar las relaciones, poco a poco nos fuimos transformando en esenciales para las otras. Y así llegamos a lo que somos hoy. Un grupo de amigas que va mucho más allá de lo explicable. Tiene más que ver con la hermandad.
Y si pudiera describirlo lo haría, pero no creo que pueda encontrar la combinación exacta de palabras. ¿Cómo explicarles que son mi vida entera? No me imagino lo que sería no tenerlas, no poder acudir a ustedes con cualquier cosa que me pasa. Compartir las alegrías, los grandes momentos. Eso es lo que más me gusta, el hecho de saber que puedo contar con mi grupo cuando las cosas me salen bien. Porque eso, creo yo, es lo más difícil de todo. Y también, y no menos importante, el hecho de que son mi sostén.
Yo sigo por ustedes, evito las caídas, y cuando no puedo evitarlas, siempre tengo una mano que me levanta. Si yo no las tuviera, hoy no sé cómo estaría. Esos abrazos tan en el momento justo, imagino se habrán dado cuenta la necesidad que tenía cuando sucedieron. No tengo manera de exteriorizar la forma en la que me siento, lo mucho que me duele despertarme todos los días y darme cuenta de que perdí una gran parte de mi. Pero lo que me hace levantarme de la cama con una sonrisa es el hecho de estar segura de que nunca me van a faltar. Con ustedes puedo ser yo, sacar lo mejor de mi y potenciarlo por mil.
Me guían, me devuelven al camino. Y lo más importante, creen en mi. En lo que soy, en lo que me gusta hacer. Me frenan, me aconsejan, sigo siendo la abuela, la más grande, pero nunca paro de aprender, me enseñan todos los días. Soy lo que quiero ser, sólo porque tengo su aprobación.
Una amistad fuera de los límites, una alegría constante, una facilidad para entendernos, para emparcharnos cuando estamos mal. Para hacer de todas una sola.
Mi herida anterior, de la que hablamos mil y una veces, cerró recién cuando pude estar con ustedes y contarles cada segundo, cada sensación. Cuando pude abrirme y contarlo todo como nunca lo había contado, cuando con ese silencio atento y esas lágrimas que caían de sus ojos me dijeron todo. Fue ahí cuando supe que esto es para siempre.
Somos mucho más que amigas, somos hermanas. No sé decir lo mucho que las amo, la forma en la que hacen que el dolor pase a un segundo plano cuando hablamos.
¡Y ni hablar de nuestra capacidad para conversar de cuatro cosas distintas al mismo tiempo y aún así entendernos!
Son de lo mejor que tengo. Una de las cosas más importantes en toda mi vida.
Son mías, somos una.
Las amo para siempre Culisueltas.

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