martes, 2 de febrero de 2010

Buffalo Experience.

La Buffalo Experience empezó forzadamente. Llegué a Necochea y me enteré que a los dos días llegaba mi primo con siete amigos, sí, SIETE. Claramente no me lo esperaba y la verdad es que no tenía ni ganas de que eso sucediera. Me imaginaba ocho monos insoportables, malolientes y molestos. Pero nuevamente, exactamente igual que con Necochea, me equivoqué completamente, y para bien. Llegaron, los saludé y supe que me iban a caer demasiado bien. Ese día fuimos a la playa como a las cuatro de la tarde, y los días siguientes no fueron diferentes. Guitarra, playa, canto, baile, risas, chistes, frases, helados, abrazos, discusiones por Palestina e Israel, Villa del Sur de Pomelo y comida, MUCHA comida, coparon lo que fue la estadía del Buffalo Experience en Neochea.
"Te regalo un perro" me dijo Tomi el mismo día que llegaron pero a la noche, yo no entendía nada, porque no conocía el juego pero cuando lo aprendí, sólo generó risas y más risas. La última noche, regalamos: un perro, un manatí capturado en Haití, un gualicho de los sultanes y una clase de manejo, COMO NOS REIMOS NO TIENE NOMBRE. Por suerte, el helado fue clave y nadie se arrepintió. Amanecer en la playa, jugar al fútbol, (también en la playa, por cierto, metí tres goles aunque nadie lo pueda creer), facturas a las 6 de la mañana jugando al "Pienso, pienso", los "Lockers" al pobre Buffalo sin importar la hora y muchas cosas más, hicieron de esos días, los mejores de mis vacaciones. Creo que nunca me había reído tanto como en sos pocos días en los que se volvieron una parte importante en mi, que me dejaron frases y hasta el título del próximo libro de Freddy: "Yo te voy a dar 10 razones para llorar.", cosa que logró, menos el llanto porque me cuesta bastante.
"¡Que bien que estás!" gritaba alguno cuando aparecía el mate tan esperado, y todos empezaban a repetir lo mismo.
Una encuesta en la playa dictaminó que yo era más linda que Logan, aunque creemos que no fue tan legal la cosa.
Eramos diez en una habitación, completamente cerrada, con olor a gente, y nos encantaba, ¿para qué abrir la ventana si afuera hacía frío? Creo que ninguno quería seguir escuchando que me quejara del frío que tenía, especialmente Rafita que siempre terminaba abrazandome por esa razón.
Comimos el asado más complicado del mundo, tardamos demasiado tiempo en conseguir un taxi, estabamos cansados porque llevabamos todo el día en la playa y no queríamos saber nada con caminar, decí que en ese momento sólo eramos cuatro y que por lo menos Rafa me distraía hablandome de sus preferencias entre Capital y Necochea, eso me hacía olvidar de lo cansada que estaba y caminaba con una mejor cara.
Al grito de: "¡Son todos unos drogadictos asquerosos!" nos despedimos el último día en la terminal, aunque estuvimos ahi más de cuatro horas ya que como les habia ganado la vagancia y no habían averigüado el horario del micro, tuvimos que esperar porque ni a gancho volvíamos con todos los bolsos a la casa. Entre besos y abrazos prometimos volver a vernos, para cantar, bailar y repetir las mismas frases como los tres días anteriores. Buffalo Experience emigraba hacia su siguiente destino y dejaba los mejores recuerdos en una Necochea nublada por su partida.

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