lunes, 1 de febrero de 2010

Necochea Rocks.

Me fui de acá sin expectativas, casi diria que resignada a pasarla un poco mal. Pero por suerte, puedo decir que fue todo lo contrario. Pensé que no me iba a divertir, que me iba a estancar en las cosas malas y que no iba a poder disfrutar. Estoy orgullosa de decir que nunca la pasé tan bien de vacaciones. Salidas, playa a la tarde, risas, chistes, helados, viento y un mar frío fueron los protagonistas. La rutina consistia en levantarse bastante tarde, ir a la playa después de almorzar, volver, comer y ver qué onda después. Conseguí apodos como, "corchito", "morocha" y "palestina", la mayoría ya me los habian dicho, pero no en momentos tan adecuados como esta vez. Estuve un par de días hasta que vinieron los chicos (historia que voy a contar en la próxima entrada "Buffalo Experience"), después de unos días con ellos, se fueron y los empezamos a extrañar, teniamos anecdotas todo el tiempo, ¡hasta juegos! Pero encontramos otras diversiones, o yo por lo menos, que encontré un aliado con el tema palestino, al que le gané un cuarto de helado con el partido de River vs. Boca, en el que River ganó, por supuesto. En Necochea conseguí un enamorado, llamado Fidel, de un año y medio, que todos los días me despertaba con un beso o subiendose arriba mio, más tierno no podía ser. Bosque, parque, fiesta de las colectividades, las mejores salidas, sin duda. Todavía no puedo creer que comí comida árabe en Necochea, y eso que me perdí los bocaditos con hojas de parra que iban a cocinar el día que me fui. Claramente Necochea cumplió y superó mis espectativas, hasta me curó. Necochea rockeó como no esperaba que lo hiciera.

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